Sabado 05 de julio 2025

Mezquinos intereses

Redacción 15/08/2024 - 00.48.hs

Con la gloria que era de esperar, pero también con algo de pena por fallas en la organización terminaron recientemente los Juegos Olímpicos de París 2024, una iniciativa un tanto utópica del francés Pierre de Coubertín quien, allá por 1896 concretó una idea con mucho de utopía: hermanar a los pueblos a través del deporte sanamente competitivo y revivir en lo posible lo que se tenía entonces por el espíritu de la antigua Grecia, y de allí el nombre, recordatorio de una de las ciudades donde se implementaban estas reuniones dos mil años atrás.

 

Pero, como dice Dante, “de buenas intenciones está pavimentado el camino del infierno”. Muy tempranamente en ese acontecer cuatrianual empezó a campear la política, y los juegos se trasformaron en una vidriera de ideologías cuya efectividad, presuntamente, repercutía en la calidad de sus atletas. Al respecto está el ejemplo clásico de los Juegos de Berlín. donde el nazismo pretendió exponer los méritos de la “raza superior”, que se rompieron en varias disciplinas pero, fundamentalmente, en boxeo con los puños del legendario norteamericano Joe Louis que además, para rabieta de Hitler, era negro.

 

En épocas más cercanas se convivió una situación parecida pero en la que los protagonistas eran el capitalismo y el socialismo. Las historias, anécdotas y polémicas al respecto son muchas pero todas encuadradas por los intereses políticos del momento. Cierto que dentro del espacio temporal en que transcurrieron los juegos se dieron algunos avances muy significativos, el más importante de ellos la inclusión de la mujer, un hito en el desarrollo de un feminismo efectivo e igualitario. También fue altamente significativa la irrupción de los modernos países africanos que, para sorpresa de muchos trizaron algunas de las marcas de atletismo que eran tenidas por insuperables.

 

El lector sabrá disculpar estas reminiscencias pero se utilizan como motivadoras para comprender que en los juegos olímpicos siguen campeando los intereses mezquinos de la política, y hasta se diría que se han incrementado. Un detalle altamente significativo es que una parte considerable de los enormes gastos que demandó la organización de los juegos estuvo destinada al rubro seguridad, ya que anteriores experiencias evidenciaban la irrupción de la violencia, a menudo extrema.

 

Pero al ver la lista de los participantes en los recientes Juegos de París hay un detalle que asombra: no figura Rusia. Obviamente ese país no fue invitado y, por un motivo que puede discutirse pero que es, indudablemente, político: el conflicto con Ucrania y la consiguiente guerra, que actualmente crece en territorios e intensidad. Objetivamente se puede decir que el país más extenso del planeta no estuvo presente en los Juegos. Pero si se recuerda aquello de que “la ley pareja no resulta rigurosa” el desaguisado de los organizadores resulta todavía mayor porque bajo los cielos de París flameó la bandera de Israel, simultáneamente con su invasión y bombardeos en la Franja de Gaza, cuya condición de genocidio reconocen los países occidentales.

 

Se diría que la la índole de los juegos va camino de romper el objetivo de la unión intercontinental, simbolizado en los cinco anillos entrelazados, transformándola en un evento con la fuerte presencia política y comercial a la que nos va acostumbrando la cultura moderna.

 

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