Martes 23 de abril 2024

Por una agenda sindical de género

Redacción 31/05/2023 - 08.41.hs

La política y el sindicalismo siguen siendo ámbitos tradicionalmente masculinos. A fuerza de lucha y de leyes que imponen la paridad de género, las mujeres van ocupando lugares, no sin resistencia de sus pares varones.

 

IRINA SANTESTEBAN

 

Según la OIT, la desproporción entre el número de mujeres afiliadas y dirigentes sindicales en puestos de conducción, con una tasa de representación promedio en los órganos de toma de decisiones es del 28% a nivel mundial. Según la Cepal del 30% en América Latina.

 

Así, se configura el “techo de cristal” en el ámbito sindical. Al asociar el poder con la figura masculina, la sociedad patriarcal relega a las mujeres a un puesto de subordinación, también en la vida gremial.

 

En la CGT se reformó el Estatuto en 2021 para incorporar la perspectiva de género al Consejo Directivo. Se mantuvo la Secretaría General compartida entre tres secretarios (varones), se crearon nuevas secretarías, llevándolas a 35, y se agregó en cada una de esas secretarías, una prosecretaría. Solo tres secretarías están ocupadas por mujeres: Género, Igualdad de Oportunidades y Ciencia y Técnica. En cambio, en las prosecretarías, donde hay un varón como secretario, se eligió a una mujer como prosecretaria. De esta forma, los puestos de mayor decisión siguen estando ocupadas mayoritariamente por varones.

 

Está claro que es una falsa “perspectiva de género”, pues la conducción de la mayor central obrera de la Argentina sigue sosteniendo el predominio masculino.

 

Triple jornada.

 

El origen de esta desproporción en lo sindical es la desigualdad laboral que afecta particularmente a las mujeres, que hacen un esfuerzo extra para conciliar el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado con el trabajo productivo fuera del hogar, las actividades profesionales, y en el caso de las mujeres sindicalistas, se agrega una tercera tarea: la gremial. Según la investigadora y socióloga Eliana Aspiazu, de manera recurrente, las mujeres expresan que una de las principales dificultades que enfrentan para participar plenamente en los sindicatos consiste en no contar con tiempo suficiente. Cuando lo hacen es a costa de una triple jornada (en el trabajo, el sindicato y el hogar) que resulta agotadora. Sin embargo, los varones no mencionan como un obstáculo para su actividad sindical sus responsabilidades familiares. Por ello, es en torno a “la experiencia de ese hombre trabajador de tiempo completo” que se estructuran los tiempos, horarios y prioridades de los sindicatos.

 

Desigualdad laboral.

 

La irrupción de las mujeres en el mundo del trabajo remunerado, si bien les aportó independencia y autonomía económicas, ello no fue una real “liberación”.

 

Las tareas de cuidado, no remuneradas, en el seno de las familias, siguieron (y siguen) estando casi exclusivamente a cargo de las mujeres. La cantidad de horas promedio dedicadas a esos trabajos (atención del hogar y de las infancias, organización familiar, cuidado de personas adultas mayores o con discapacidad, etc.) es sustancialmente mayor en perjuicio de las mujeres trabajadoras (4 horas diarias contra 1 hora y media de los varones).

 

Esa desigualdad se agrava en los hogares donde el único sostén es una mujer. Según la Encuesta Permanente de Hogares, uno de cada diez hogares en la Argentina tiene un solo adulto y en el 80% de los casos, es una mujer.

 

Desigualdad salarial.

 

En el mercado laboral, la brecha salarial se ubica en un 25% por debajo de sus pares varones. Por ello, la consigna histórica del movimiento de mujeres “igual remuneración por igual tarea” sigue vigente aunque no es tomada por las organizaciones sindicales y centrales obreras como parte de su agenda de reclamos. “Esos temas” se consideran propios de las Secretarías de Género o Igualdad de Oportunidades, generalmente ocupadas por mujeres.

 

Esa posición subalterna en los cargos de dirección sindical, se repite en los organismos que tienen a su cargo la negociación paritaria, lo cual conlleva a que la agenda de género, los problemas particulares que afectan a las trabajadoras del sector, no sean abordados, porque no forman parte de los reclamos generales de la organización sindical.

 

Esta ausencia de las temáticas de género en las estructuras sindicales y en las negociaciones paritarias, representan una de las barreras más importantes que las mujeres sindicalistas deben derribar. No se trata solo de desigualdad, es una deficiencia de carácter democrático, ya que se deja sin representación y no se escuchan las voces de un importante sector laboral: las trabajadoras.

 

Y todo ello a pesar de la creciente participación de trabajadoras mujeres en las bases y estructuras medias de los sindicatos, cuerpos de delegados y delegadas, así como en las comisiones internas. A medida que se avanza en la escala de responsabilidades, son los varones quienes ganan la mayor cantidad de puestos de decisión.

 

Agenda feminista sindical.

 

La lucha por la paridad de género tiene una fuerte base, pues las mujeres constituyen una parte importante de la fuerza laboral en el trabajo remunerado y amplia mayoría en el no remunerado.

 

No debería ser una pelea sectorial, sino formar parte de la lucha general, en conjunto con los trabajadores varones para enfrentar el ajuste que golpea duramente a las familias trabajadoras, con un índice de pobreza del 40 por ciento, y más de la mitad de las infancias que no pueden acceder a las cuatro comidas diarias, en un país productor de alimentos. La inflación, los bajos salarios, la precarización laboral, el crecimiento de la pobreza y la indigencia, tienen cara de mujer, y constituyen el fenómeno que se conoce como “feminización de la pobreza”.

 

Es necesario vencer las posiciones patriarcales y machistas, luchar contra la tendencia histórica a mantener a las mujeres en un lugar secundario, en lugares tradicionalmente “femeninos” como las secretarías de Género o de Acción Social.

 

Las mujeres han ocupado siempre un lugar de fortaleza en las recurrentes crisis económicas y sociales, sosteniendo los hogares y los territorios. Habrá que hacerlo también en los sindicatos, para recuperar el rol histórico y combativo que tuvo el movimiento obrero, del cual no estuvieron ausentes las trabajadoras, aunque la historia se haya contado siempre en clave masculina.

 

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