Triste cronología
Una de las pruebas del escaso peso político de La Pampa en su etapa territoriana es la nula atención que tuvo en sus reclamos sobre el río Atuel, apropiado por Mendoza hasta la actualidad. Esa actitud indiferente, que se extendía al resto del país, comenzó a verse alterada a comienzos de la década de los años setenta del siglo pasado, cuando las autoridades de las sucesivas áreas hídricas promovieron la presencia del periodismo del país, escrito y de televisión, que invariablemente entendió y expuso las razones de La Pampa en medios de trascendencia nacional. A ello puede sumarse la presencia que hubo del tema en reuniones técnicas y científicas internacionales.
El interés por un asunto tan trascendente –por la constancia pampeana y el empeño negativista mendocino— ha sido tomado ahora por una publicación extranjera. Se trata de la Revista Chilena de Antropología, que en uno de sus últimos números publicó un extenso trabajo de índole científica bajo el título “Un río robado y vínculos secos en la pampa argentina”.
La autora del trabajo es la doctora Antonela dos Santos, una antropóloga argentina que desde hace varios años realiza investigación etnográfica con personas y familias ranqueles de nuestra provincia “focalizando en los entrecruzamientos entre los procesos de reorganización y revisibilización indígena, la memoria y la socialidad humana y no-humana”.
En la investigación plantea con toda claridad que “más que un fenómeno natural o una anomalía climatológica causada por el accionar antrópico, en este caso la sequía es, sobre todo, un fenómeno social: lo que se secó al cortarse el caudal del río es el entramado de relaciones entre humanos y entre no-humanos constitutivos de la vida cotidiana en el oeste, en las márgenes de los bañados del Atuel”. Bajo un enfoque del pueblo ranquel, primitivo y mayoritario habitante de la zona, brega por reverdecer ciertos vínculos a la espera de que también el río “algún día vuelva a fluir”.
A partir de esa base, la autora hace un recorrido desde el punto de vista antropológico, guiada por el relato de antiguos pobladores de la zona focalizando –según palabras propias—“parte del universo de prácticas que no necesariamente queda de manifiesto en los análisis más habituales sobre los procesos de reorganización y revisibilización indígenas que vienen aconteciendo en América Latina desde hace por lo menos tres décadas. La pregunta que me guía es qué aportan las reflexiones y experiencias de los antiguos pobladores de raíz indígena al debate más general sobre estas temáticas y de qué modo sus palabras y acciones tensionan algunas conceptualizaciones antropológicas y de las ciencias sociales en general”.
Ese propósito queda expresado claramente al advertir que el trabajo deja de lado la mayoría de los núcleos técnicos y políticos que hacen a la acción de la gente cristiana para centrarse en la espiritualidad ranquelina, sus esencias y modificaciones en el tiempo, en buena parte por las nuevas culturas que se expandieron sobre la región. Más allá de todo, el recuerdo implícito o explícito del río como entidad que avalaba la cultura de los pobladores ranquelino es constante.
Sobre el final del interesante trabajo, la autora esboza algunas de las acciones más importantes realizadas por los gobiernos pampeanos, apuntando a una conciliación de intereses que avalaran las más altas instancias jurídicas, sin respuesta alguna por parte de la provincia de Mendoza, para terminar con una reflexión objetiva que conlleva un toque de esperanza: “Las audiencias públicas y los llamados a conciliación continúan hasta hoy en día y el río sigue sin fluir libremente. Hasta aquí, la triste cronología hídrica“.
Artículos relacionados