Un buen ejemplo con detalles conmovedores
Sesenta años atrás el lugar acaso si alcanzaba la categoría de paraje, algún boliche elemental y unas casitas perdidas entre el jarillal, con huellas que se perdían desierto adentro. Tenía, sí, dos particularidades insoslayables: el topónimo fitozoológico preciso y el recuerdo todavía vigente del río Atuel que fue. A un costado la ruta polvorienta que caracterizaban los carteles referidos al agua añorada… Aquella pequeña población solamente visitada de tanto en tanto por inspecciones oficiales –policiales, docentes, sanitarias…- o religiosas. Fruto de estas últimas la estatua de la Virgen del Agro, levantada a instancias de un cura itinerante y que la ingenua buena fe de un antiguo poblador nombraba como “Virgen de largo”.
Acercarse en la actualidad genera una agradable sorpresa porque además del apoyo oficial que la ayudó a sostenerse durante tanto tiempo se advierte que son las energías del propio pueblo las que han ayudado al impulso. Convertida en municipalidad, son varios los rasgos que la caracterizan en medio del ambiente reseco: instituciones educativas con los medios necesarios, una cancha de fútbol de césped sintético, plantaciones arbóreas, un natatorio reciente y el abastecimiento seguro de agua potable… ¿y la otra? Se sigue añorando, desde luego, pero ahora con la participación vecinal en el reclamo para con quienes sustrajeron al agua vital que durante siglos caracterizó aquel paisaje. Y con un detalle especial y conmovedor: los niños del pueblo también participan en la medida de sus posibilidades, como que para un aniversario han creado una lámina de papel sobre el cauce seco, la que remeda el agua de superficie, la misma que debería estar escurriendo si en el país funcionara una justicia efectiva. Todo, claro, mientras entonan la Zamba del río robado.
Pero junto a esos detalles que podríamos considerar como de base sentimental, hay otros de importancia geopolítica: aquella polvorienta ruta 152 sigue en su traza junto al pueblo, pero ahora asfaltada. Es que con la dinamización de la Patagonia -que el poblado integra hasta cierto punto-Algarrobo del Aguila dejó atrás su condición de lugar de tránsito para pasar a ser un pequeño pero efectivo centro de servicios. Un buen ejemplo que se da de narices con aquellos que sostienen la necia idea de que los gobiernos deben ser ajenos a cualquier emprendimiento. En verdad hay que reconocerle a los sucesivos gobiernos provinciales el mérito de haber inoculado una dinámica de infraestructura a este pueblito que se iba apagando lentamente. Desde luego que no todas son rosas; muchas de esas concreciones resultarían impensables con un gobierno como el que actualmente rige la Nación con su mezquina concepción neoliberal. Una prueba es el deterioro de la tan olvidada ruta 151, cuyos baches ya han provocado muchos accidentes, varios de gravedad.
Reflejada entrañablemente por poetas, músicos, cineastas y pintores que le dieron entidad propia, Algarrobo del Aguila sigue aferrada a esa localía, merecedora de reconocimiento ante un nuevo aniversario.
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