Lunes 05 de mayo 2025

Un disparate político

Redacción 04/04/2025 - 08.37.hs

Con la conmemoración de los 43 años de la Guerra de Malvinas los disparates políticos del gobierno de Javier Milei han alcanzado un límite impensado, inconcebible. Su ego (junto con el ideario de los amanuenses que le escriben los discursos) lo llevó a que, durante el discurso del aniversario, dejara de lado uno de los principales argumentos argentinos y avalara, de hecho, el que Gran Bretaña antepone al reclamo y plantea como primordial: el derecho a manifestarse de los habitantes de las islas.

 

Quien es el actual presidente de nuestro país dijo textualmente que su objetivo es que quienes habitan actualmente las islas “prefieran ser argentinos y ni siquiera haga falta usar la disuasión o el convencimiento para lograrlo”.

 

“Si de soberanía sobre las Malvinas se trata, nosotros siempre dejamos claro que el voto más importante de todos es el que se hace con los pies. Anhelamos que los malvinenses decidan algún día votarnos con los pies a nosotros”, afirmó para pasmo de los presentes, que advirtieron en esas palabras un renunciamiento al reclamo histórico de la Argentina por la soberanía, explícitamente expresado en la Constitución de la Nación Argentina, un texto que el mandatario poco incluye en su apreciación de la realidad.

 

Ni hubo ni una sola palabra sobre la usurpación de ese territorio, el saqueo de los recursos naturales en el área de las islas, la ubicación científica y la importancia geopolítica de ese territorio o la reivindicación del derecho de los veteranos de esa guerra a quienes, en varios casos, increíblemente se les prohibió el acceso al acto central, aún frente a la documentación que los acreditaba como excombatientes. Mucho menos se aludió a la incapacidad diplomática y militar de quienes condujeron las operaciones.

 

Después de todo, el disparatado discurso de Milei no es más que la continuidad política de su antecesor y sus colaboradores, pasados y actuales: recuérdese el disimulo con que Maurici Macri permitió algún mapa del país en el que no figuraban las islas, la chambonada del canciller permitiendo y justificando el aterrizaje y reposición de combustible en suelo argentino del avión que llevaba a un alto funcionario inglés a las Malvinas, la mención de tales como Falkland, o la extravagante –inaudita— proposición de la ministra Bullrich durante la epidemia de Covid de cambiar la soberanía por vacunas occidentales, ya que sostenía que las producidas en Rusia podían tener elementos que inducirían al socialismo. Tampoco hubo ni una palabra en cuanto la identificación de los restos todavía anónimos de quienes yacen en ese rincón de la Patria; mucho menos todavía sobre la reivindicación de los verdaderos héroes y la sanción para los que se aprovecharan de los envíos de apoyo a los soldados o quienes, valiéndose de su condición de superiores, ordenaron para con los soldados castigos que resultaron verdaderas torturas. Los propios veteranos de la guerra hicieron público su asombro al recordar la manifiesta admiración del Presidente por la entonces Primera Ministra inglesa y su forma de llevar adelante una guerra “que nos tocó perder”. También, claro, hay que tener en cuenta la ingenuidad de muchos de ellos que confesaron que lo habían votado.

 

El epílogo de su discurso fue todavía más penoso e indignante, ya que antepuso su “¡¡Viva la libertad carajo!l al ¡¡Viva la Patria!! que reclamaba el momento, un grito que brotó de alguno de los presentes en el acto y que Milei se vio obligado a repetir.

 

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