Una diplomacia cada vez más aislada y entreguista
El mandatario se internó en meandros de la política internacional en los que demuestra poca solvencia y conocimiento, anunciando en forma rimbombante que Argentina "abandonará su posición de neutralidad”.
JOSE ALBARRACIN
La performance del presidente argentino durante su viaje a Nueva York, y, en particular, su discurso ante la Asamblea de la ONU, dan la pauta del estado de desquicio en que se encuentra la diplomacia nacional -en consonancia con la administración en general- en un panorama que, de no ser por el enorme peligro que entraña para los intereses del país, sólo ameritaría el comentario de los humoristas. Partiendo de la imagen publicada por el Wall Street Journal en la que se lo ve tocando la campaña de apertura en la Bolsa neoyorkina -una imagen que más parece un poster de la película "joker" que un retrato presidencial- la suma de desaguisados ha sido descomunal.
ONU.
No había grandes expectativas con relación al discurso del presidente ante la ONU, pero como sea, aún así se las ingenió para defraudarlas. Definir como un "fracaso" a la llamada Agenda 2030 (o "Pacto del futuro") de ese organismo internacional, luego de que el día anterior fuera aprobada por un amplio consenso de casi dos centenares de estados, habla a las claras de un divorcio con la realidad.
Más grave aún aparece que una iniciativa como esa, fruto de un larguísimo trabajo de negociación diplomática, y destinada a lograr fines loables tales como prevenir el cambio climático, avanzar en la igualdad de derechos (en particular, de las mujeres) y desalentar los conflictos armados, haya sido definida como parte de supuestos "programas de gobierno supranacional socialista".
En teoría, la política exterior del actual gobierno se basa en el alineamiento pleno con las potencias occidentales, pero en este punto la posición adoptada por Argentina la coloca precisamente en el bando opuesto, junto a países como Rusia, Nicaragua, Bielorrusia, Corea del Norte, Irán, Siria, Sudán y El Salvador.
En ese marco, resulta revelador que el presidente argentino se haya pronunciado en ese foro internacional en contra de las políticas de salud sexual y reproductiva que allí se impulsan - a las que responsabilizó de la baja en la tasa de natalidad en los países occidentales- con lo cual, en forma explícita, se pronunció en contra de la interrupción voluntaria del embarazo que es ley en nuestro país. Sin advertir, desde luego, la contradicción entre esa postura y su habitual muletilla de oponerse a toda política "que implique la restricción de las libertades individuales".
Peligro.
En lo que ya representa una firma registrada, el discurso marcó una ruptura con toda la tradición de la diplomacia argentina y hasta de su orden constitucional, en cuanto no contuvo mención alguna a la cuestión de las Islas Malvinas, ni tan siquiera a la necesidad de que la comunidad internacional se involucre en el esclarecimiento del atentado de la AMIA.
Lejos de ello, el mandatario se internó en meandros de la política internacional en los que demuestra poca solvencia y conocimiento, anunciando en forma rimbombante que Argentina "abandonará su posición de neutralidad", justo en momentos en que los conflictos armados en Medio Oriente y en Ucrania amenazan con escalar y convertirse en una conflagración internacional de una extensión y unas consecuencias hoy impredecibles. Todo esto, sin que se advierta en ningún momento cuál podría ser la ganancia que nuestro país obtendría con involucrarse en semejantes conflictos, y en renunciar a su prestigio internacional como estado propulsor de la paz y el diálogo.
No contento con insultar a la ONU como institución y a sus países miembros (acusándolos de "colectivistas", "trágicos" y "desviados") se despachó finalmente con una arenga, convocando a las naciones del mundo a secundarlo en su propia cruzada, la "agenda de la libertad", que no es otra que la de la ultraderecha internacional. Algo notoriamente ajeno al mandato del pueblo argentino, que lo eligió para resolver los problemas económicos, particularmente la inflación, y no para comprometernos en agendas ideológicas sectarias.
Malvinas.
Lo único tangible que se trajo la Cancillería argentina de Nueva York fue otra defección. Más concretamente, se firmó -tras una negociación secreta- un acuerdo con Gran Bretaña por el cual, sin hacer mención alguna a la cuestión de la soberanía, se garantiza al Reino Unido la continuidad de las explotaciones ilegales que viene realizando en materia de extracción pesquera y petrolera, y -no contentos con ello- se reinstaura la posibilidad de vuelos hacia Malvinas provenientes desde San Pablo, con escala en el aeropuerto de Córdoba.
Créase o no, el nuevo acuerdo menciona antecedentes tan nefastos como el famoso "paraguas" pergeñado en la época menemista -un eufemismo para arriar nuestras banderas de soberanía- e incluso el malhadado pacto firmado, durante la administración macrista, por un "funcionario" de la Cancillería argentina que a la sazón se encontraba en un patético estado de ebriedad.
Todas estas concesiones se dan, en forma evidente, sin que exista ningún logro concreto en beneficio del país, particularmente en materia de inversiones extranjeras. Justo en la semana en que se tomó conocimiento de que la largamente negociada inversión de la empresa Petronas en la instalación de una fábrica de licuación de gas natural en Río Negro, finalmente fue desistida por las veleidades mostradas por la administración nacional.
Mientras tanto, los grandes grupos económicos y los grandes medios de comunicación -si fuera posible hacer una distinción entre ambos- continúan ocupados en sus negocios de corto plazo, pretendiendo ignorar el daño permanente que se está haciendo al país y a su economía con esta administración de sectarios e improvisados. Continúan, como se dice ahora, "fingiendo demencia”.
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