Una verdadera estrella de rock
El "token" que se puso a la venta se denomina "$LIBRA". Su slogan reproduce casi textualmente el nombre del partido que llevó al poder al actual mandatario. Y no puede caber duda alguna de que su auge se debió a su cualidad de "rock star". Desde esta perspectiva, es muy difícil sostener la inocencia de esta promoción comercial.
POR JOSÉ ALBARRACÍN
Desde tiempos muy antiguos, los líderes políticos y religiosos (o ambos) han venido usufructuando su imagen personal como medio de acrecentar su poder y extraer recursos de sus súbditos o feligreses. Los faraones del antiguo Egipto llevaron este procedimiento a niveles de sofisticación sólo comparable al de las modernas estrellas de rock, si nos atenemos a lo que escribe Yuval Noah Harari en "Homo Deus": "el faraón biológico tenia poca importancia: el verdadero dirigente del valle del Nilo era un faraón imaginado, que existían en los relatos que millones de egipcios se contaban". Esa figura mítica se alimentaba del culto a la personalidad, y de la exhibición de su poder y riqueza, como así también de sus imágenes y símbolos iconográficos, que servían para imponer el orden y facilitar la recaudación de impuestos. Como los modernos héroes de la cultura popular, esas personas se transformaban en marcas, en "franquicias" -que perduraban aún después de su muerte- y así establecían una relación de consumo con sus idólatras, a través de todo un "merchandising" basado en su imagen personal, cuidadosamente producida.
Realeza.
Hoy se puede decir que los integrantes de la realeza en los estados monárquicos, basan sus ingresos corrientes en el comercio de su derecho de imagen. Se da así la paradoja de que, mientras atraen la atención hacia sí con numerosas manifestaciones públicas, retratos y reportajes, al mismo tiempo se quejan de la invasión a su privacidad.
Esta actividad económica incluye el patrocinio o "sponsoreo" de distintos productos comerciales, a los que se autoriza a emplear el nombre y la imagen de tal o cual rey o príncipe como sello de distinción ante los consumidores. En el siglo XIX, la Reina Victoria de Inglaterra y su esposo el Príncipe Alberto, grandes aficionados al whisky, tenían un convenio con la marca Glenfiddich, un coqueto "single malt" que los proveía de bebida y de -a no dudarlo- una renta por el uso de sus efigies personales.
Siguiendo la costumbre de sus padres, el Rey Eduardo VII estableció una vinculación similar con el whisky Dewar's. Hasta el actual Rey Carlos III, que comparte con sus ancestros la afición a empinar el codo con el manjar escocés, está asociado con la exclusiva marca Laphroaig (se consigue en Argentina por unos $ 310 mil pesos) que a cambio hizo una generosa donación a su fundación benéfica.
Papas.
Estos esponsoreos comerciales, concesionando el uso publicitario de la imagen de una celebridad a cambio de -digamos- una "regalía", también fue practicado por siglos por los papas de la iglesia católica, en forma consistente, aunque con diferente suerte.
Famoso es el caso del Papa León XIII durante el siglo XIX, quien, aparentemente aficionado él también a la bebida, supo dar un franco apoyo al Vin Mariani, creado por un farmacéutico de Córcega llamado Angelo Mariani, quien le agregaba al milenario vino elaborado a base de uvas, una generosa dosis de cocaína.
El pontífice, de quien se dice que era habitual consumidor, le otorgó a Mariani una medalla de oro en reconocimiento por su invento, que era reproducida -junto al nombre del otorgante- en la etiqueta del producto. No hay registros confiables de los efectos sanitarios de esta promoción papal, aunque es razonable asumir que el Vin Mariani resultaba una experiencia altamente estimulante para sus devotos consumidores.
Token.
Lo ocurrido el viernes pasado a partir de las 20 horas, a partir de un posteo realizado por el presidente argentino, se inscribe en esta lógica. Las criptomonedas -y más específicamente, los "memecoins"- serán productos financieros relativamente recientes, y ajenos al conocimiento de la enorme mayoría de la promoción. Pero el producto que se puso a la venta en ese momento -con el nada ambiguo aval del primer mandatario argentino, que incluyó un link para "agregarlo al carrito"- se inscribe en esta tradición milenaria del "merchandising" basado en la imagen de un líder famoso.
Poco importa que una criptomoneda sea un objeto etéreo, volátil. Lo son también muchos productos del mercado del arte contemporáneo, como los famosos archivos NFT (traducido: tókenes no fungibles) y buena parte de las obras conceptuales como la famosa banana pegada a la pared con cinta.
La lógica es la misma que la de los puestos de remeras y gorras que se instalan a la salida de los grandes recitales de rock, que le permiten a los "fans" hacerse de "un pedazo" de sus ídolos, y a éstos, hacerse de pingües ganancias que compensen la estrepitosa caída en la venta de discos en formato físico.
El "token" que se puso a la venta se denomina "$LIBRA", nombre que puede evocar a la moneda británica, pero también puede leerse como "LIBertad República Argentina". Su slogan comercial reproduce casi textualmente el nombre del partido que llevó al poder al actual mandatario. Y no puede caber duda alguna de que su auge, si bien efímero, se debió a esta cualidad de "rock star" que el personaje cultiva desde su irrupción en la arena pública.
Desde esta perspectiva, es muy difícil sostener la inocencia de esta promoción comercial de un producto no menos tóxico que el Vin Mariani. Su único atractivo residía en su vínculo con el personaje que lo lanzó oficialmente. De ahí a que se pruebe un beneficio económico directo hay un buen trecho, pero es así como funcionan estas cosas desde siempre.
Y, por cierto, vale recordar que en el Antiguo Testamento, libro que el presidente gusta de citar muy seguido, se establece una terminante prohibición al culto de las imágenes.
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