Martes 09 de abril 2024

Artesanas del papel

Redacción 23/07/2017 - 21.17.hs

Maribel Sapegno y Florencia Fatyass fueron al rescate de la encuadernación y se unieron para hacer trabajos en conjunto. Cada una tiene su emprendimiento y lo comparten en talleres de un oficio tan manual como creativo.
Literatura y Artes Visuales. Agronomía y Producción Vegetal. La elección inicial en la etapa universitaria parecía direccionar los caminos hacia otros lugares, otros ámbitos. Pero había algo ahí que estaba esperando el momento oportuno para asomar. Los duendes de la inspiración y el trabajo manual coincidieron y alumbraron Tercerojo y Membrillo, dos emprendimientos de encuadernación en papel que nacieron por separado pero que hoy funcionan como hermanos. Hermanas en realidad: juntas pero con identidad propia.
Florencia Fatyass y Maribel Sapegno andan por los 30 y cuando se conocieron, hace más de tres años en la feria artesanal de fin de año de Santa Rosa, comenzaron una relación que, como muchas otras, fue alimentándose de gestos mutuos, guiños compartidos y proyectos en común.
“En esa Feria pasé por su stand, nos pusimos a charlar y después nos contactamos. Fue encontrar un par en un rubro, en un oficio, que hoy se está recuperando. Nos unió también el hecho de ser mujeres. El rubro de encuadernación e imprenta siempre estuvo vinculado a lo masculino, pero hoy esa tendencia cambió y lo vemos en los talleres que damos, donde las mujeres son la gran mayoría. Igual nos gustaría que se sumen hombres, esto no es una cuestión de género, son tendencias que se dan me parece”, contó Maribel, responsable de Tercerojo, el sello de su marca que al igual que Membrillo, de Florencia, ofrece variedad de productos.
Algunos de esas producciones son cuadernos, anotadores o agendas de varios tamaños hechos a mano con distintas técnicas de encuadernación artesanal. También tapas duras y blandas (de cartón, cuerina y papel), con forros de varios materiales (telas estampadas, sublimadas y pintadas a mano) además de álbumes de fotos encuadernados a mano, con separadores de papel vegetal, hojas lisas blancas o de colores, de varios tamaños, con cintas señaladoras.
Algunos cuadernos tienen terminaciones en metal y bajorrelieve en tapas. También hacen portas menú para restaurantes de varias medidas, confeccionados a mano con distintas técnicas de encuadernación, con tapas duras y forros de varios materiales.
Larga vida al papel.
Por estos días ambas trabajan en encuadernaciones de montañas de papeles que reúne el Concejo Deliberante de la ciudad, otra variante de un oficio adaptable a distintas necesidades.
“En mi caso cuando terminé el secundario empecé Literatura, después de algunos años abandoné y fui a trabajar a una veterinaria. Después de un tiempo empecé Artes Visuales en el Crear. Tenía un emprendimiento con un amigo, un estudio de grabación, y en 2012 tomé un curso de encuadernación para trabajar las cosas que había que presentar de ese proyecto. Lo hice con María Steibel, que es una santarroseña que vive en El Calafate y es una genia. Así que empecé: un día le hacés una encuadernación a un amigo, a un hermano, a un sobrino. Después fui a la feria de fin de año a ver si vendía algo y el primer día vendí 20 cuadernos de los 30 que llevé. Evidentemente la cosa funcionaba”, recordó Florencia.
En una época dominada por las pantallas y la tecnología parecería complicada la supervivencia de algunos oficios, pero las tendencias no siempre van de la mano con la realidad. “La verdad que tenía el prejuicio y me pregunté: ‘¿quién va a comprar un cuaderno si ya nadie usa el papel?’, pero por suerte nada que ver. Creo que es necesario recuperar este tipo de oficios, y no solo por una cuestión romántica, no es que queremos un producto de culto, queremos que la gente lo aprecie por el color, por la encuadernación, por el laburo artesanal que tiene, pero también que realmente no deje de cumplir la misión para lo que fue creado”, agregó Florencia.
El camino de Maribel hacia Tercerojo también tuvo un origen, en un principio, inesperado. “Estudié un tiempo Agronomía y después empecé una tecnicatura, que estoy a punto de terminar, en Producción Vegetal. Me gusta mucho la naturaleza. Lo de la encuadernación fue autodidacta, siempre me atrajeron las manualidades y crear cosas con las manos, así que ví tutoriales en internet y fui aprendiendo. Pero quería más, fui a Córdoba a hacer un taller y me enganché, después vino la feria y después los talleres. Veían las fotos de mis creaciones y me hacían encargues, así que en este tiempo Tercerojo fue creciendo”, explicó Maribel, que también hace pintura en vidrio aunque reconoce que la encuadernación le robó “el corazón”.
Juntas a la par.
El trabajo en conjunto de a poco comenzó a consolidarse. Charlas interminables, mates eternos e ideas infinitas llevaron a unir fuerzas. Y manos y cerebros. “Cada una tiene su marca personal, su sello, son productos distintos los que hacemos. Nos contactan por separado porque aún no tenemos marca en común, entonces la contactan a ella o a mí y luego nos ponemos de acuerdo, pero la idea es tener una marca en común, ese es el proyecto, cada una conservar lo suyo pero a la vez tener un nombre propio que nos unifique”, detalló Maribel con la mira a lo que se viene.
“A veces para el artista, para el que trabaja con la creatividad, es difícil salirse de la burbuja de lo que produce: ‘esto lo hago yo, tiene mi sello, mi marca y no lo comparto con nadie’. Entonces al principio costó acercarme, pero me di cuenta trabajando con Mari que uno necesita otro aporte, otra mirada. Compartir experiencias, herramientas, sin guardarte ningún ‘secreto’ o la maña o el yeite personal que una tiene”, aportó Flor.
“Nos complementamos muy bien las dos –coincidieron-, tenemos muchos puntos en común. Y está claro que ninguna se guarda nada porque es muy creativo, aunque seamos ocho en el taller es muy difícil que al otro o a otra se le ocurra hacer exactamente lo mismo. En Santa Rosa puede haber mil peluquerías, algunas trabajarán y otras no, por eso depende de cada uno cómo sigue el camino”.
Comprar herramientas como guillotinas, prensas más grandes, redondeadoras de esquinas, impresoras que faciliten el trabajo (sobre todo para grandes producciones), generar vías para llevar los productos a puntos de ventas y hasta un local propio. Ideas, proyectos, ganas, sueños. Nada de eso falta, aunque sin perder ese amor puro por lo artesanal. “Sí estaría bueno que lo que hacemos llegue a más puntos de ventas, tener un local propio sería un golazo. Adquirir herramientas facilita las cosas, pero tampoco es que queremos resignar, por una cuestión monetaria, lo que podemos hacer nosotras mismas con nuestras manos. Ese es el sendero que nos gusta seguir”. Un sendero hecho a mano y con olor a papel.

 

ExpoPymes y coworking.
Este año Maribel se sumó a la ExpoPymes, en el autódromo de Toay. Allí junto a más de 300 stands de distintos rubros de la provincia “Tercerojo” tuvo su espacio y lo supo aprovechar. “La Expo estuvo muy buena como vidriera, funcionó bárbaro el hecho de estar ahí y mostrarte. Vos exponés tus producciones y de ahí se disparan muchas cosas, creo que ese es el objetivo con el que se hace y funciona muy bien. Fue la primera vez y sirvió”, contó quien, por supuesto, tuvo la compañía de Florencia durante los tres días de la muestra.
Ambas reúnen sus trabajos y dictan los talleres en un cálido salón sobre la calle Pichihuinca, frente a las vías, en Villa Alonso. Ahí, en ese espacio cedido por una amiga, se juntan distintos emprendimientos y la idea es conformar una tendencia que se extiende en las grandes ciudades: el ‘coworking’. “Se trata de un espacio donde se engloban varios rubros. La verdad que preferimos trabajar en conjunto, por eso queremos sumar otros creativos y tener un lugar en común, se genera una energía y una convivencia que es muy positiva”, resaltaron las dueñas de Tercerojo y Membrillo, las encuadernadoras que tienen sus perfiles en Facebook para que quienes se acerquen puedan conocer y preguntar más sobre sus creaciones.

 

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