Viernes 13 de junio 2025

Equinoterapia: El caballo, ese amigo del alma

Los caballos pueden ser una terapia para relajarse y lograr grandes avances en personas con discapacidad. En pocos meses, Lucio mejoró su tonicidad muscular y Melisa la postura de su columna. Dos ejemplos de una práctica que permite progresos mientras regala gratos momentos.

Los médanos, los caldenes y los caballos parecen la combinación perfecta para disfrutar de andar a caballo y, casi sin darse cuenta, mejorar algunos problemas físicos. Seguidos de cerca por el profesor de Educación Física Gustavo Gorrochategui, niños, adolescentes y adultos llegan a "Esperanza, centro de equinoterapia" dispuestos a descubrir una nueva forma de abordar su discapacidad.

 

Equilibrio.
En clases individuales, el profesor guía las actividades según las necesidades de cada alumno.
Melisa (21) llegó el año pasado al centro para corregir su cifosis -tiene la columna vertebral inclinada hacia delante- y su escoliosis. "El solo hecho de andar a caballo alinea su columna vertebral. A eso le sumamos ejercicios que hacemos arriba del caballo", explica el profe, mientras Melisa pasea tranquila arriba de Zafiro, un hermoso equino marrón adiestrado desde hace muchos años para esta práctica.
Después del paseo inicial, el profesor le hace agarrar un bastón con las dos manos, llevarlo hacia adelante y luego hacia atrás, una y otra vez. Después, vendrá el momento de ir a los médanos, ascender y descender arriba del caballo y realizar otros ejercicios que mejoran su equilibrio.
"Me ayuda un montón la equinoterapia. He notado un cambio importante en la columna y también en las manos; no tiemblo tanto -cuenta Melisa, que estudia profesorado de Música-. También mejoré en lo emocional, porque me pongo nerviosa y esto me relaja un montón".

 

Músculos.
Lucio tiene 13 años y desde chico disfruta de los caballos. Primero junto a sus amigos, y ahora a través de clases personalizadas para mejorar la hipotonía muscular que tiene desde su nacimiento. La estimulación que ha recibido desde pequeño y su vida como deportista lo han ayudado a realizar grandes avances. Ahora, en equinoterapia suele trotar arriba de Zafiro o de Gato, bajar y subir los médanos y hacer ejercicios que lo ayudan a mantener y mejorar la tonicidad de sus músculos y trabajar el equilibrio. "Me gusta mucho venir, andar a caballo y ver el paisaje", dice Lucio, mientras rescata que desde que hace equinoterapia ha experimentado muchos cambios positivos. "Antes no podía patear bien en rugby y ahora sí", cuenta.

 

Beneficios.
Si se usa una montura fina, el caballo transmite al jinete su calor corporal; eso ayuda a que los chicos que tienen parálisis cerebral puedan relajar sus músculos y tendones. Además, el caballo transmite sus impulsos rítmicos y la persona que va arriba recibe esos impulsos desde los estribos, en las rodillas, luego en la columna vertebral hasta llegar al cerebro.
Otro principio de la equinoterapia es la transmisión del patrón de la marcha humana. Aún en chicos que pasan sus días en una silla de ruedas, subirse a un caballo les permite sentir los movimientos de avanzar, retroceder, subir, bajar y rotar que hace el caballo y que son similares a los de las personas. "Estar arriba del caballo quizá sea la única posibilidad de vivenciar el patrón de la marcha humana que tienen algunas personas", explica el profe.

 

Vida cotidiana.
Además de corregir problemas físicos, la equinoterapia ayuda también a mejorar conductas de la vida diaria. "La equinoterapia no se realiza sólo desde arriba del caballo. También se puede hacer desde abajo. Hay chicos autistas a los que nos costaría mucho hacer subir, Pero sí se puede lograr que les den de comer al caballo, que lo acaricien y así se trabaja desde el lado social", explica Gorrochategui.
Lucio y Melisa preparan siempre una bolsa de manzanas o zanahorias para premiar a sus fieles compañeros de clase. "Cuando termino todos los ejercicios, le doy de comer a Zafiro y lo cepillo", cuenta Melisa.
"El cepillado, la alimentación, el cuidado también se transmiten -explica el profesor-. Hay padres que nos han dicho que sus hijos no se lavan los dientes y en las clases de equinoterapia hasta hemos llegado a lavarle los dientes a los caballos para que después lo hagan ellos en su casa. ¡Y los chicos comenzaron a cepillarse sus dientes!".
En otro caso, el desafío era que un nene con parálisis cerebral que tenía su cabeza hacia abajo pudiera cambiar esa posición. "Al mes y medio de hacer equinoterapia ya notamos que comenzó a levantar su cabeza y hasta mejoró su deglución; pudo empezar a comer mejor. Los progresos nos llenan de orgullo", reconoce el profesor de educación física, que también trabaja con colores, números, con la comunicación y, fundamentalmente, con los cinco sentidos para despertar zonas que están inactivas.

 

Amigos.
Después de varias clases, los chicos sienten que el caballo es su amigo. Además de disfrutar del momento en que pasean con el caballo por el campo, también lo acarician, le dan de comer o simplemente observan la tranquilidad que transmite. Y aprenden a conocerlo, a descifrar cada movimiento, cada gesto de ese animal con el que comparten grandes momentos.
"Siempre leí sobre caballos y también le pregunto al profe -dice Lucio-. Cuando el caballo tira las orejas para atrás es porque está enojado, asustado o va a atacar. Y cuando está con las orejas hacia adelante es porque está atento. Cuando yo ando arriba, tiene una oreja para adelante y la otra para el costado, porque está atento a los sonidos del lugar".
Zafiro, el Gato y Morocha -una hermosa yegua negra que usa el profesor- son las grandes joyas de la escuela de equinoterapia. Mansos pero atentos, llevan a sus jinetes al médano, al campo o al circuito sensorial preparado para estimular los sentidos. Y así como los chicos logran grandes avances físicos casi sin darse cuenta, con la misma naturalidad convierten al caballo en un amigo del alma.

 

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