Miércoles 16 de julio 2025

La integración más dificil

Redacción 11/04/2011 - 15.00.hs
Dana tiene 19 años y padece sordez profunda desde los siete meses de vida. Terminó el secundario y, como cualquier joven, quiere un trabajo para independizarse. Las ganas sobran, las oportunidades no.

"Lo que me gustaría es trabajar, ganar mi plata y poder mudarme a vivir sola". Rodeada de sus padres, de su hermano Damián y de su novio -también sordo- recién llegado de Comodoro Rivadavia, Dana abre bien grandes sus ojos claros y deja salir sus sentimientos, sus ganas de tener una oportunidad. Tras un enorme esfuerzo completó el colegio secundario y ahora, con toda la vida por delante, quiere construir su propio camino.
Aunque a simple vista sobresalgan sus ojos, su simpatía y su cuerpo esbelto, Dana tiene una característica que condiciona cualquier diálogo: desde los 7 meses padece sordera profunda.
"La sordera es diferente a otras discapacidades, porque el sordo no se ve, no se percibe. Y en realidad nunca se sabe qué está entendiendo y qué no, y como son muy vergonzosos les cuesta pedir que les repitas lo que dijiste", cuenta su padre Carlos "Cacho" Sturba.
La sordera se produjo a raíz de una meningitis casi letal. Los medicamentos le salvaron la vida pero la secuela fue la discapacidad. "Y... es un drama, un dramón, cuando nos dimos cuenta fue todo un tema, y lo primero que uno tiende es a la sobreprotección, y eso tiene que ver con la lástima, que psicológicamente es un error; por eso es fundamental la aceptación familiar, en muchos casos las familias no los aceptan y por eso no se llega a nada en su evolución. Nosotros hicimos todo lo contrario, lo naturalizamos y le agregamos un factor clave: el humor", relata Sturba, siempre dispuesto a las cargadas y chistes con su hija, que le responde de igual manera.
Con esa determinación, la familia puso todo su esfuerzo en ayudar a Dana, aceptarla como tal y estimularla. "Uno cree que con los audífonos ya tienen oído, pero en su caso sólo escucha ruidos fuertes, le golpea las sílabas pero no la palabra hablada", explicó Sturba. Y aprendieron qué hacer y qué no, cómo evitar los gritos ya que elevar la voz es absolutamente igual a hablar bajo, el resultado es el mismo; Dana no escucha.
Tras el ingreso a un jardín artístico junto a una maestra integradora, Dana inició el largo camino de aprender el lenguaje gestual y también a leer los labios de su interlocutor. "Los ademanes son importantísimos. Entienden más un gesto que una palabra. Pero tanto lo gestual, como leer los labios, es algo que se aprende con el apoyo familiar, además del de la Escuela de sordos. Si no se estimula desde la casa, el trabajo de los docentes no avanza", detalló Mónica, su madre.
En un momento de la charla una de las preguntas fue para Dana, pero el periodista, sin darse cuenta, bajó la vista para hacer anotaciones y ella ya no pudo leer los labios. "Me perdí", reconoció Dana, mientras buscaba el auxilio de sus padres. Ese detalle hizo evidente lo difícil que es para un sordo la vida cotidiana. "Una vez fui a la carnicería y el vendedor me hablaba con el barbijo puesto. Le tuve que decir que se lo sacara y ahí sí nos entendimos", recordó entre risas Dana.
La secundaria en el Crear, junto a una intérprete, tuvo su exitoso final en 2009, no sin antes demandar un esfuerzo descomunal. "Estudié todo el colegio de memoria", admite Dana.
"Resulta que tanto esfuerzo para terminar el secundario choca de pronto con el mundo laboral. Primero que para ella es imposible seguir una carrera universitaria, el sistema educativo no está preparado para recibirla, entonces nos encontramos con que ¿y ahora?", reflexionó Mónica.
Durante los últimos dos veranos Dana demostró de sobra que puede insertarse en el mundo laboral. Después de colaborar con la atención de los discapacitados en el Estadio Municipal, el profesor Germán Miskoff la recomendó y enseguida consiguió un lugar en las colonias de verano de la comuna.
"Me encanta trabajar con los discapacitados", dice Dana antes de ponerse a bailar junto a decenas de ellos al ritmo de la murga, en una mañana veraniega en la laguna Don Tomás. Pero el verano pasó, y entonces reaparece la pregunta "¿y ahora?".
"Sabemos que en el Banco Nación, por ejemplo, son muy buscados porque tienen una capacidad de concentración altísima. No hay duda de que un trabajo repetitivo o mecánico lo puede hacer de la mejor manera, porque es muy responsable. Siempre ante una discapacidad los otros sentidos se agudizan. Es claro que no va a poder con un puesto en atención al público, pero hay muchísimas otras tareas que puede realizar con el mejor rendimiento", graficó Sturba.
Si bien Dana y su familia anhelan una oportunidad laboral, también tienen muy en claro que no piden una limosna ni que le tengan lástima. "No queremos que le den un trabajo por lástima, donde esté sin hacer nada y sólo pasando el tiempo. Queremos que pueda desarrollarse, sentirse bien y no que sea una carga para la sociedad. Ahora está muy de moda hablar de integración, pero la integración empieza cuando un discapacitado trabaja en la sociedad, ahí el discapacitado siente que lo aceptaron, que fue integrado al ciclo productivo", finalizó.

 

La familia, el apoyo clave
A lo largo de la charla, los padres de Dana destacaron en varios tramos la importancia que tiene el apoyo familiar para una persona con discapacidad. Son muchos los casos donde las familias no sólo niegan la discapacidad sino que tampoco le dan la oportunidad a sus hijos de poder desarrollarse y crecer. "Es muy importante decirle no a la lástima, hay que ser firmes y fundamentalmente creer que el chico va a poder, porque si creés que no podés hacer nada ya tenés la batalla perdida de entrada. Muchos nos preguntan cómo es que Dana aprendió a hablar, hay que darle tiempo y esforzarse el doble en casa porque si no las enseñanzas en la escuela de sordos no sirven para nada", dijo Cacho.
"Y otra cosa es que nunca negamos el lenguaje de señas, muchos padres dicen 'yo quiero que mi hijo hable, como sea', pero la lengua natural de los sordos son las manos", añadió Mónica.

 

Una ley que no se cumple
En la provincia de La Pampa está vigente la ley 2226, que establece un cupo de seis empleos públicos por año para personas con discapacidad. Sin embargo, la ley no se cumple. "Para los gobiernos es más fácil decir 'tomá, te doy la plata y listo'. Pero no hay una política de Estado, una verdadera integración de la que tanto se habla", afirmó Sturba.
La Ley nacional establece que un 4 por ciento de la planta permanente de trabajadores del Estado debe estar ocupado por personas con discapacidad, pero ese porcentaje no se respeta. Dentro del sector privado, la norma favorece en la reducción de hasta un 70% de los impuestos por emplear a personas con discapacidad.

 


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