Lunes 29 de abril 2024

Desde Haití, Eva llegó a Santa Rosa por un futuro

Redacción 20/08/2014 - 04.19.hs
Después de una tragedia que devastó su país, Evangeline llegó a Santa Rosa en 2010 y entre el desarraigo y el dolor busca completar su carrera universitaria y salir adelante. Una historia de Haití a La Pampa.

"Cuando se cayó todo". Durante la charla Evangeline repitió más de una vez esa frase para hablar del 12 de enero de 2010, cuando un terremoto arrasó con Puerto Príncipe y dejó más de 315 mil muertos, 350 mil heridos, 1.5 millones de personas sin vivienda y un desastre humanitario en el país más pobre de América Latina. Una catástrofe de la que Haití aún no logra recuperarse.
"Yo no entendía qué pasaba, no estábamos prevenidos ni educados para algo así. Era todo polvo y tierra, la gente corría por todos lados, los edificios se caían y yo buscaba a mi mamá. Caminé no sé cuánto tiempo y tampoco encontré a mi papá. Volví a mi casa, que estaba en pie, y más o menos una hora después vino mi mamá. Fue una conmoción, no podía dejar de llorar y abrazarla", recordó Evangeline sobre su momento más terrible.

 

Gabriel, su padre, también apareció vivo y fue él quien le habló de un país llamado Argentina, del que ella solo conocía referencias por su selección de fútbol. "Estuvimos más de un mes viviendo en la calle porque no nos dejaban volver a nuestras casas, pero mucha gente la pasó peor porque estaba en campamentos de refugiados y ahí pasaba cualquier cosa. En esa situación mi papá buscaba que mis hermanos y yo salgamos adelante", resaltó.
Desde 2008, el padre de Marie Evangeline Dasmar chateaba por Internet con Rubén Fredes, un santarroseño al que conoció en la web. Frente a la desesperación Gabriel le planteó a su "amigo virtual" si le podía dar asilo a su hija.

 

"No lo dudamos un segundo, le dijimos que sí y fue todo muy rápido. No conocíamos ni siquiera el idioma (en Haití se habla el francés y el criollo haitiano); cuando mi marido chateaba tenía que leer el traductor y ver qué le decía Gabriel", apuntó María, la mujer de Rubén que abrió las puertas de su humilde casa del barrio Atuel para recibir a Evangeline, que en ese momento tenía 25 años.
El recibimiento con el paso del tiempo se volvió anécdota y genera risas, pero fue muy complicado. "Nos avisaron que llegaba el 3 de septiembre de ese 2010, pero sobre la fecha nos dijeron que llegaba el 1, así que mi hija salió a las apuradas con su pareja y el bebé para Ezeiza. Al final llegó el 2, y tanto ellos como Eva tenían fotos para identificarse. Se comunicaron por señas porque de los nervios a nadie le salía una palabra", se río María.

 

Nacida en un país tropical, Eva encontró en el frío un enemigo inesperado. "No usaba pantalones largos, y en Haití no usamos el agua caliente. Las primeras veces lloraba cada vez que me bañaba porque me congelaba", recordó la joven, y María acotó que por la noche le armaba sobre la cama una verdadera montaña de frazadas y acolchados. "Ella sufría mucho el frío. Una vez le calenté agua en una botella para que se ponga en los pies. Hasta le costó mucho la bota o el zapato cerrado porque solo usaba sandalias u ojotas", agregó la mujer mientras Evangeline admite que, a esta altura, se adaptó y hasta le gusta el frío pampeano.
En Puerto Príncipe, Eva estudió la profesión de secretaria y en el momento del terremoto trabajaba en un estudio jurídico. Cuando llegó a Santa Rosa se inscribió en la Universidad, en Ingeniería en Recursos Naturales.

 

"En principio me dijeron que podía empezar sin problemas, pero cuando llegué tuve que legalizar todos los documentos, hacer las equivalencias, enviar los papeles a Haití. Me llevó como dos años hasta que pude completar todo pero le puse fuerza y pude empezar", rememoró Eva, que también recordó momentos muy duros, cuando saltó la discriminación y el desprecio.
"Al principio fue difícil, yo soy un poco cerrada y cada persona tiene su opinión de una persona de color, como dicen acá. Algunos sí me hicieron sentir discriminada, no todos, pero algunos es como que llegué y empezó la guerra, y no entiendo por qué... No me afectó, pero sí me hizo daño cuando hablaban detrás mío. Yo nunca quise que se note, pero es duro...".

 

En octubre pasado la UNLPam le otorgó una beca y hoy vive en la residencia universitaria. Desde su llegada nunca pudo viajar a Haití. Y cuando para la mayoría el uso de Internet está incorporado a la vida diaria, en algunos lugares es un lujo solo para pocos.
"En Haití es muy caro Internet, muy poca gente puede tenerlo. Mi familia va a un ciber pero es costoso, así que compro tarjetas de teléfono y hablamos, pero el crédito se consume rápido", lamentó Eva, que busca alguna oportunidad laboral que le permita tener un ingreso económico.
"Creo que si nos alejamos de la familia es para buscar algo mejor. En estos años he sufrido no estar al lado de ellos, ver que estoy perdiendo años que no voy a poder recuperar. Pero me fortalece saber que esto es por mi bien y por el de ellos, que nos va a ayudar a todos", reflexionó.
Luego de cuatro años en el país Evangeline se acostumbró a algunas cosas, a otras no tanto y aunque no deja de pensar en su familia y su país rescata lo que más le llega de vivir en Santa Rosa. "Me gusta que acá son muy cariñosos, son más abiertos. Llegan mis amigas y me abrazan, me dan un beso. Recuerdo un día en que yo me sentía tan mal, pero tan mal que caminaba y lloraba. En ese momento una amiga me vio y me abrazó, nada más... y era solo eso lo que necesitaba. Por eso valoro mucho esas cosas, por ahí estoy pasando un montón de cosas que me lastiman, pero recibir un abrazo de una persona me alegra el resto del día".

 


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