Lunes 29 de abril 2024

Una mañana en Cachirulo

Redacción 28/10/2015 - 03.56.hs
Cachirulo, ese nombre que genera sonrisas, tiene su propia vida, con la escuela rural como referente y hasta allí fueron a compartir una mañana distinta un grupo de adolescentes y jóvenes de un centro terapéutico.
La noche anterior llovió y al menos uno de los dos caminos que lleva al "centro" está complicado. La greda deja sin huellas las ruedas y el piso de tierra es una pista de patinaje para un auto común. Los cerditos se mueven a sus anchas y las pocas casas y los cacharros de autos abandonados que aparecen en el paisaje son el prólogo que anuncia el final del silencio. Es la hora del recreo y los gritos sacuden un poco la mañana de Cachirulo. Un puñado de chicos y chicas juegan al fútbol, se hamacan o se ocultan para las escondidas.
"Cuando vemos un auto que no conocemos enseguida sabemos que es alguien que viene de visita", dice Zulma Rodríguez, que sale a dar la bienvenida. La docente es la directora de la escuela rural 29 de Cachirulo, el lugar que a muchos les genera curiosidad pero que pocos conocen aunque solo quede a unos 20 kilómetros de Santa Rosa y a 10 de Toay.
"Es re lindo vivir acá, hay mucho lugar para jugar y puedo andar por cualquier lado", asegura Emilí con una sonrisa que se le sale de la cara. Tiene apenas 5 años y su descripción del lugar donde pasa sus días no da lugar a réplicas. Espacio y tranquilidad, dos factores claves para cualquier infancia deseada.
"La pasamos re bien porque en la escuela aprendemos y afuera podemos andar y jugar tranquilos. A mí me gusta estar acá, es relajado y entretenido", afirma Jeremías, de 13 años, que vive con su familia en un campo cercano y es uno de los más grandes del grupo escolar.
Según datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010, proporcionado por la Dirección de Estadística y Censos, la cantidad de habitantes de Cachirulo es de 40 personas, una cantidad que va variando pero que mantiene ese promedio y que tiene la particularidad de que muchos son parientes entre sí.
"Hoy a la Escuela vienen unos 25 chicos en total, en el Jardín de Infantes hay ocho y el resto es de distintas edades", contó Zulma, que desde hace seis años trabaja en el establecimiento educativo ubicado hacia el oeste de la capital pampeana.
El paisaje bucólico de "Médano pastoso", una de las cinco versiones que hay del término Cachirulo, choca con una realidad que no hace tan fácil la vida en ese lugar con un puñado de casas, la escuela, dos pequeñas iglesias (una Católica y otra Evangélica), un horno de ladrillos (ahí donde era la estación del tren que ya no pasa) y poco más. "El principal problema es la falta de trabajo, hay varias parejas jóvenes con muchos hijos pero sin empleo, que viven de changas o de lo que pueden", describe Zulma, que trabaja junto a las docentes Andrea Valenzuela, Daniela Caballero y Jésica Tevez.
En términos educativos la problemática pasa por la deserción escolar al finalizar la primaria. Cuando los chicos y chicas tienen que ir a un secundario el abandono es casi del ciento por ciento, por eso un proyecto institucional de la escuela 29 trata de revertir esa tendencia . Por la tarde, en las aulas del establecimiento se dicta el Plan Fines para primaria y secundaria. También se brindan talleres para que las mujeres aprendan a manejarse en la cocina, hagan tejido u otras actividades.
"Me gustan mucho las payadas, desde chico empecé y está bueno porque con eso paso el tiempo y me entretengo", explica Rubén (10) después de una impecable interpretación de "El gatiao viejo", un tema del grupo uruguayo Los Orilleros que habla del noble sentimiento del hombre de campo hacia su fiel compañero, el caballo.
Ese fue el cierre del rato compartido con los adolescentes y jóvenes del Centro Educativo Terapéutico Solar, de Santa Rosa, que llegaron a la escuela para jugar, leer cuentos e historias y acercar ayuda solidaria.
"¿Alguna vez vieron un payaso? Esta es la historia de uno y se las voy a contar", se presenta Evangelina antes de leer para la audiencia. Basada en los payamédicos, ella escribió la historia y su compañera Rocío hizo las ilustraciones. La combi que llegó desde Solar trajo chicos y chicas que participan del Taller Literario de ese centro y que salen a mostrar y leer sus textos en distintas escuelas.
Antes de entrar al aula, se armaron dos equipos y el fútbol fue el puente inmediato para compartir una mañana distinta para todos. "Nos gusta que nos vengan a visitar, podemos jugar todos juntos y pasarla bien, además nos leen cuentos y cuentan sus cosas de Santa Rosa", resalta Jeremías.
"Nosotros también les vamos a mostrar lo que hacemos", anticipa Magalí (11) antes de exhibir diferentes productos como regadores hechos con botellas de plástico o macetas. En la escuela los alumnos también tienen un espacio dedicado al arte y, por ejemplo, en las últimas semanas abordaron la vida de Pablo Picasso, el icónico pintor español.
Antes de la despedida, los jóvenes de Solar entregan tres bolsones con ropa, juguetes, libros. Una ayuda siempre bienvenida para paliar la escasez de un sitio que está tan cercano pero a la vez tan lejano, que está un poco más allá del ruido, con sus historias y sus secretos. Como cualquier lugar.

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