Martes 23 de abril 2024

Medios: el tamaño sí importa

Redaccion Avances 24/08/2022 - 14.00.hs

En el libro que se editó con motivo de los 75 años de LA ARENA, escribimos: “No son muchas las sociedades u organizaciones que en La Pampa han logrado sobrevivir un lapso tan prolongado. En materia de diarios, solo dos de los que se publicaban en los años veinte, treinta o cuarenta (del siglo pasado) han llegado hasta nuestros días. Tampoco quedan en pie muchas firmas comerciales que supieron lucir su esplendor en la Santa Rosa de aquellos tiempos. Por muy diversas causas cerraron sus puertas no sin pesar de los pobladores que las vieron nacer y crecer”. Si esto dijimos hace casi quince años, es fácil deducir que hoy estas palabras acentúan todavía más su sentido.
Esta permanencia de LA ARENA desafiando los rigores del tiempo, que en un país como Argentina han sido muchos y de la más variada naturaleza, es uno de sus atributos principales. Los avatares políticos y económicos que han caracterizado a la historia de nuestro país han conspirado contra las empresas de largo aliento. Y decimos empresas en su sentido más amplio: comerciales, de servicios, industriales, periodísticas, culturales, etc.

 

Concentración.
En lo que concierne al campo de los medios de comunicación, las profundas transformaciones tecnológicas que operaron en las últimas décadas han sumado sus efectos a los factores antes mencionados. Hoy las audiencias se encuentran mucho más segmentadas, en parte por las preferencias generacionales, en parte por las posibilidades económicas de acceso, en parte por la evolución de la técnica... Este proceso de fragmentación de los llamados consumos culturales ha conducido a la formación de los grandes grupos mediáticos que han concentrado bajo una misma propiedad los más diversos formatos de la comunicación: televisión (por aire y por cable), periódicos, revistas, radio (de AM y FM), portales web, redes sociales, telefonía celular... Estas gigantescas plataformas multimediales también han concentrado enorme poder económico y, con ello, poder político. Radicadas en las grandes capitales nacionales su conformación y desarrollo posterior no han hecho más que profundizar las diferencias de escala con los medios de alcance más modesto radicados en el interior de los países. 
En Argentina este proceso ha sido avasallante, y el único intento desde la política por poner algún coto a los gigantes de las comunicaciones fracasó sin atenuantes. Aún con una Ley de Medios Audiovisuales –sancionada con amplio respaldo por el Congreso de la Nación— que establecía el desagregamiento o la desmonopolización de las megacorporaciones mediáticas, el objetivo no pudo cumplirse. Al final se impuso la voluntad del mayor conglomerado de medios, el Grupo Clarín, con el decidido apoyo de no pocos jueces que defendieron su alzamiento contra la ley mediante un repertorio de artilugios judiciales dignos de una novela de ciencia ficción. Aquella derrota del poder político ante el poder económico-mediático-judicial se perfeccionó con la llegada de la derecha neoliberal al gobierno y la anulación por decreto de buena parte del articulado “problemático” de la ley.

 

Desigualdad.
La desigual pelea que deben afrontar los medios de comunicación pequeños y medianos ante los poderosos grupos concentrados puede perfectamente asimilarse a la que enfrentan, en el terreno económico, las Pymes industriales y comerciales con los holdings que se apropian de los segmentos mayoritarios del mercado interno. Las leyes de defensa de la competencia o el rol regulador del Estado nunca alcanzan para compensar las descomunales diferencias de escala. Los grandes grupos empresarios –a diferencia de las Pymes— tienen acceso privilegiado a los círculos de decisiones políticas nacionales, reciben tratamiento preferencial que, en el caso de los medios se traduce en generosas pautas publicitarias oficiales que contrastan con el derrame de las migas que caen sobre las pequeñas y medianas empresas periodísticas del interior.
Por otra parte, el discurso homogeneizante que emana de los poderosos medios porteños es radicalmente opuesto a la pluralidad de voces que dicen defender. Las profusas redes de dispositivos que se integran bajo una misma conducción económica y editorial tienen tanto poder de fuego mediático que se han convertido en jugadores decisivos en el tablero de la política. Pero esa acumulación de poder ha tenido un costo muy alto en cuanto al desempeño de la función periodística. En su rol de operadores políticos optaron por abandonar las reglas básicas que rigen la profesión de informar con rigor y apego a los datos y a los hechos de la realidad. Las consecuencias no pudieron ser peores al terminar convirtiéndose en las más grandes fábricas de “fake-news” –noticias falsas— que contaminan el espacio público y degradan el debate político en nuestro país. “Periodismo de guerra”, lo definió uno de sus impulsores.

 

Cantidad vs. calidad.
En oposición a semejante desviación de la tarea periodística, los medios locales y regionales como LA ARENA y tantos otros en esta provincia y en todo el país, procuran sostenerse ejerciendo un periodismo mucho más respetuoso de las exigencias deontológicas de la profesión, y lo hacen en medio de grandes dificultades socioeconómicas. La pandemia macrista primero, más tarde la del Covid-19 y ahora la guerra en Ucrania no han hecho más que sumar sus efectos negativos sobre los ingresos de las mayorías populares, limitando, entre otras cosas, su acceso a bienes culturales de consumo pago como los periódicos.
La pequeña escala de estos medios los torna mucho más vulnerables ante las crisis, pero así y todo no quedan dudas de que son ellos los que están garantizando la verdadera libertad de expresión, la pluralidad de miradas y el respeto por el disenso. Si las grandes corporaciones mediáticas se caracterizan por la concentración de poder, la prepotencia de discurso y pensamiento únicos y el desprecio por la palabra disidente, en el paisaje multicolor de los pequeños medios locales y regionales del interior ocurre exactamente lo contrario. En síntesis: no es solo una diferencia de tamaño o cantidad, sino también de calidad. 

 

SERGIO SANTESTEBAN

 

 

 

 

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