La cartografía que se adelantó a su tiempo
David Zurdo*
En la historia del mundo y del hombre hay muchos misterios. La mayoría deben considerarse simple desconocimiento por nuestra parte de, en un sentido general, los cómos o los porqués de las cosas. Pero en algunos casos los misterios parecen verdaderamente imposibles de resolver. Y nos fascinan. Dar luz sobre una sombra, resolver un misterio, es el culmen de una labor estimulante que comienza con el análisis de los hechos, sigue con la comprobación de los datos recogidos y va creciendo con la aportación de las investigaciones. Algo que se nos oculta es algo que, inmediatamente, reclama nuestra atención. Así es la curiosidad del ser humano, nunca satisfecha del todo y siempre famélica o, como mínimo, con un remanente de hambre.
Ya casi nadie duda que otros, antes de Colón, llegaron al continente que desde el siglo XVI llamamos América: los vikingos, los chinos, quizá el propio Colón unos años antes de 1492, hacia 1485. ¿Serán estos mapas pruebas de ello?
En este artículo nos acercaremos a uno de esos grandes misterios: la cartografía que saltó de su época y que hoy nos plantea grandes dudas, acaso imposibles de resolver. Pero como eso no lo sabemos, lancémonos a sumergirnos en el mar de la búsqueda. Puede que encontremos algún tesoro.
Piri Reis.
Piri Muhyi 'I Din Re'is, más conocido como Piri Reis, fue un almirante turco y aventurero, del siglo XVI, que también cultivó las letras y la ciencia cartográfica. Su gran obra es el Kitab-i Bahriye ("Libro de las materias marinas"), un atlas náutico (un fragmento, hecho en piel de gacela) editado en 1525, el cual destaca por contener un famoso mapa elaborado por el almirante otomano y conservado actualmente en el museo Topkapi de Estambul (Turquía), tras ser recuperado en 1929 en la Biblioteca del Serrallo de la misma ciudad. Procede de una mezcolanza de otros mapas, reducidos supuestamente a la misma escala, y está fechado en 1512-13, es decir, veintiún años después del descubrimiento "oficial" de las tierras a las que hoy llamamos América. Su fama se debe a que en él se reproduce con notable exactitud grandes porciones del continente americano, tanto de la costa oriental como de la occidental, desde Tierra del Fuego -incluidas las Islas Malvinas- hasta América del Norte. Resulta curioso leer en un comentario marginal escrito por el autor en el mapa que "un mapa de esta clase no lo posee nadie hoy en día", y también explica que preparó su obra utilizando veinte viejos mapas y ocho mapamundis confeccionados "en la época de Alejandro Magno" y que en ellos aparecía la totalidad del mundo habitado. Con anterioridad a este mapa, sólo se conserva otro que reproduzca la costa americana, y es el compuesto alrededor de 1500 por el español Juan de la Cosa.
En el mapa de Reis se representa una costa brasileña mucho más proporcionada y a una distancia de la costa de África occidental mucho más exacta que en la mayoría de los mapas europeos de la primera mitad del siglo XVI. Además se aprecia una cadena montañosa a lo largo de Sudamérica, la cual ha sido identificada como los Andes. Los ríos que parten de ella, lógicamente se consideran el Amazonas, el Orinoco y el Río de la Plata.
Y lo más misterioso: regiones de la Antártida que están ocultas por el hielo hoy día y desde hace al menos diez mil años.
Aunque quizá aún por encima, si todo lo anterior no es bastante, es que en este mapa se dice literalmente de las tierras americanas que "fueron descubiertas en el año 890 -1485 en el calendario cristiano-. Se cuenta que un genovés infiel, de nombre Colón, fue quien encontró estos lugares". Por todo ello el mapa de Piri Reis constituye un gran enigma para la historia y la ciencia.
A pesar de todas las especulaciones respecto a la posibilidad de que el mapa pudiera haberse elaborado a partir de fuentes precolombinas desconocidas que poseyeran conocimientos geográficos sobre el continente americano, la mayoría de los expertos actuales opinan que el citado mapa es una extraordinaria y bella compilación de todo el saber cartográfico acumulado durante la Edad Media y, sobre todo, durante la primera década del siglo XVI.
Oronteus Finaeus.
Otro caso en el que se muestran las costas de la Antártida sin hielo en su mayor parte, es el mapa de Oronteus Finaeus (u Oronce Finé), que se guarda en la sección de cartografía de la Biblioteca del Congreso, en Estados Unidos. Este mapa está fechado en el año 1531, por lo que el enigma es del mismo orden y magnitud que el del mapa de Piri Reis. Como ya he mencionado, la Antártida debió de estar libre de hielos hasta hace unos diez mil años. A partir de entonces, una capa de hielo empezó a cubrirla desde el polo. El mapa de Oronteus Finaeus no muestra detalles de la región central, pero sí de las costas, con fiordos que no están a la vista desde que el hielo los cubrió. De este modo, quizá el mapa se basa en cartografía de hace unos seis o siete mil años.
Otra particularidad llamativa de este mapa, que salta a la vista, es que el continente Antártico resulta demasiado grande. De hecho, es cuatro veces mayor que en la realidad. Esto ocurre por un error de escala debido a la confusión del paralelo correspondiente al círculo polar. Sin embargo, lo que importa son las proporciones, muy exactas si se comparan con las modernas mediciones. A pesar de ello, las costas en sí mismas no siempre son demasiado precisas. Algunas muestran un dibujo mucho más parecido a la realidad que otras, ya que -se puede deducir, y como es normal en la época- el mapa está hecho a base de fragmentos de otros mapas.
Al margen de lo anterior, y apoyando la primera idea de la ausencia parcial de hielos, encontramos otro detalle de sumo interés en el mapa de Oronteus Finaeus: la hoy llamada península de Palmer no está presente. Lo curioso es que esta península no es en realidad un pedazo de tierra firme, sino que está formada exclusivamente por hielo. De modo que, una vez más, hace diez mil años no existía. ¿Un olvido del cartógrafo? ¿Y los cortados y agrestes fiordos de las costas, pueden explicarse...? Demasiadas casualidades juntas.
Dulcert.
Los portulanos, o cartas náuticas, son mapas que muestran líneas de navegación entre puertos. Los marinos de la antigüedad seguían esas rutas para no perderse en el mar y llegar a su destino, aunque recorrían más distancia de la estrictamente necesaria. ¿Por qué? Pues por algo muy simple. Las líneas que marca un portulano son loxodrómicas, es decir, líneas que definen un rumbo fijo de la brújula. A diferencia de éstas, las ortodrómicas siguen círculos máximos, y permiten recorrer el camino más corto entre dos puntos, pero obligan a corregir el rumbo constantemente. Centrémonos en el portulano de Angelino Dulcert, un mapa realmente peculiar y enigmático. Data del año 1339 y es de una exactitud "imposible" en el mar Mediterráneo. Fuera de este mar, su precisión desaparece. Esto se explica, como de costumbre, por tratarse seguramente de una copia de otros mapas, y no todos eran igual de fieles a la realidad.
Si nos atenemos al Mediterráneo, el portulano de Dulcert está a años luz de los conocimientos cartográficos de la época, ya que no existían métodos ni instrumentos que permitieran alcanzar semejante exactitud, e inclusive hace obligatorio el manejo de cálculos de trigonometría esférica. En el siglo XVI, Gerhard Kremer (conocido por Mercator, y padre de una de las proyecciones cartográficas más famosas de todos los tiempos) no alcanzó con sus excelentes cartas la precisión del portulano de Dulcert, mucho más antiguo que sus trabajos y basado en fuentes aún más pretéritas.
El mapa vikingo.
Mucho se ha especulado con la posibilidad de que los pueblos vikingos de Escandinavia, navegantes duchos pero acostumbrados por lo general al cabotaje, llegaran por casualidad -o casi casualidad- a las tierras de América del Norte. Hoy se defiende esta tesis con naturalidad por parte de muchos historiadores. Hubo grandes navegantes vikingos, como el famosísimo Eric el Rojo. Y de hecho se admite que Vinlandia, en el actual Canadá, fue descubierta por un comerciante de ese pueblo nórdico, llamado Biarni Heriolfson, a finales del siglo X. Una fuerte tormenta lo llevó a esas costas cuando realizaba una travesía entre Groenlandia e Islandia. Costas que él tomó por una nueva isla. También se cree que el nombre Vinlandia (proveniente de la palabra "vid" o viña") se debe a otro navegante vikingo, el islandés Leif Ericsson (segundo hijo de Erik el Rojo), que al parecer llegó a Terranova y la península del Labrador a comienzos del siglo XI. Hoy se cree que L'Anse aux Meadows, localidad situada en el norte de Terranova, es la primera población de origen europeo en América.
Bien, que estos hombres llegaran es una cosa. Otra muy distinta es que su cultura les permitiera comprender y asimilar ese "descubrimiento". No fue así. Los vikingos eran bárbaros dedicados al pillaje.
De si realmente llegaron a América, lo cual como hemos visto seguramente es cierto, puede servir de prueba tangible el llamado "mapa de Vinlandia". Este mapa, adquirido por la Universidad de Yale en el año 1957 y datado hacia 1440, muestra las costas de Europa, Africa y Asia. Al norte de las islas Británicas aparecen otras tres grandes islas: Islandia, Groenlandia y Vinlandia, la situada más al oeste. ¿Es esta, por tanto, una prueba concluyente de la llegada de los vikingos a América antes de Colón o, como también se afirma hoy en día, incluso antes que los navegantes chinos? Pues podría serlo, aunque también podría ser que no. Recientes estudios muy rigurosos han demostrado que el mapa puede ser falso. Según estos estudios, el pergamino tiene la edad que se atribuye al mapa, pero la tinta contiene dióxido de titanio, sustancia que no se ha empleado hasta la década de los años veinte del pasado siglo. Aunque todo esto no es concluyente ni definitivo, ya que hay explicaciones alternativas a los hechos observados. Quienes sostienen que se trata de una falsificación afirman que procede de una copia de la cartografía secreta de los navegantes portugueses del siglo XVI.
Bauché.
Puestos a imaginar, ¿a quién no le ha seducido alguna vez la idea del Continente Perdido, de la fabulosa y avanzada civilización de la Atlántida? Porque, ¿es la Atlántida un mito? Posiblemente sí. Pero los mitos suelen tener una base real. Así lo demostró el excéntrico arqueólogo alemán Heinrich Schliemann cuando halló los restos de la ciudad de Troya, cuya guerra se narraba en las obras de Homero.
En mapa de Piri Reis muestra una gran isla en el Atlántico, a medio camino entre las costas de Africa y América del Sur. De esta isla, que recibe en este mapa el nombre de Antilia, no hay rastro. En esa región del océano no hay ninguna isla de ese tamaño, sólo dos pequeños islotes. Sin embargo, otro cartógrafo y geógrafo más moderno, el francés Philippe Bauché, representa en su mapa del Atlántico esa isla y otra, más próxima a la costa africana. Este mapa es de 1737 y no es que incurra en un error. Bauché afirma que esas islas, ahora hundidas, existieron en tiempos pretéritos. Naturalmente, no faltan quienes han querido ver en estas islas perdidas la mítica Atlántida que mencionábamos hace unas pocas líneas.
El atlas catalán.
Una mención, aunque sea breve, merece el cartógrafo Abraham Cresques y su "Atlas Catalán". En 1375 se fecha este célebre mapa de la escuela mallorquina. Conocido como "Atlas Catalán", procede de la casa cartográfica de esta familia judía de Mallorca que, al correr del tiempo, llegaría a estar al servicio del rey de Portugal cuando esta nación era la más avanzada de Europa en asuntos marítimos.
Lo más representativo, además de su enorme calidad, es que el Atlas Catalán muestra una isla en medio del océano Atlántico: la llamada Antilia que ya antes hemos mencionado, pues también se halla cartografiada en el mapa de Piri Reis. Y no sólo eso. Un nombre de procedencia indígena, referido por Colón en sus diarios personales, está presente también en el Atlas Catalán, dibujado más de un siglo antes de su expedición a las Indias Occidentales.
*Investigador español
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