Martes 23 de abril 2024

La fama es puro cuento

Redacción Avances 26/09/2021 - 07.05.hs

El cantante de rock and roll argentino falleció el 4 de septiembre a los 84 años. Su éxito masivo fue a finales de los 50 y no perduró mucho en el tiempo. Sin embargo, Billy Cafaro es recordado por hits como “Pity Pity” o “Personalidad”.

 

Faustino Rucaneu *

 

Allá por finales de la década del cincuenta del siglo pasado y comienzos de los sesenta, se dio en la Argentina un fenómeno musical que hoy acaso deben recordar únicamente aquellos que peinan canas: se llamó Billy Cafaro.
Por esos años se afianzaba el fenómeno rockero en el hemisferio norte y trascendía al resto del mundo. Entre nosotros el tango entraba en una decadencia marcada, fundamentalmente por falta de actualización y sintonía con los intereses juveniles, amén de los comienzos de una colonización cultural –empresas grabadoras mediante– que se prolonga hasta la actualidad. En ese marco, y avalado por una publicidad efectiva y general que después se hizo norma en las discográficas, apareció Billy Cafaro.
Tuvo una juventud común a la de aquellas épocas, interrumpida únicamente por un intento de una escapada a Brasil, disparándole a un examen de matemáticas. Las empresas grabadoras andaban a la pesca de alguien local que, con el debido apoyo publicitario, pudiera engancharse con la irresistible corriente musical que bajaba desde el norte y que habían alentado Elvis Presley y Bill Haley y lo encontraron en Cafaro. A lo musical, matizado con movimientos bruscos e insólitos como los que había impuesto Elvis Presley, los promotores unieron un porte singular en el que campeaba una barbita, nada habitual por entonces.
Ya desde el nombre se advertía la promoción al mezclar ese anglofilizante Billy con el itálico Cafaro, que era su apellido real. Sus primeras actuaciones trascendentes, como no podía ser de otra manera, las tuvo en las radios porteñas, que por entonces eran el vínculo con el resto del país. En poco tiempo se constituyó en un fenómeno sorprendente, acaso por lo imprevisto o por lo esperado de una figura capaz de trasmitir la nueva música.

 

Los hits.
Sus primeras canciones tuvieron un éxito que, más allá del lugar común, bien podría calificarse como arrasador; fueron “Pity Pity”, con una letra intrascendente y pegadiza, y “Personalidad”, que aprovechaba un concepto muy en boga en la psicología de entonces y que repetía el estribillo “debes tener personalidad”. En la misma tesitura superficial y pegadiza después puso de moda “Marcianita”, en esos años que comenzaba a hablarse de la llamada “conquista del espacio”, comentada con fascinación y disparates. Una de sus últimas grabaciones que alcanzó popularidad fue “Kriminal tango”, tema que lo llevó a fuertes enfrentamientos con los partidarios de la música tradicional porteña, ritmo que, como dijéramos comenzaba a ser dejado de lado por la juventud. Hay quienes afirman que sus desventuras artísticas comenzaron con aquel malentendido.

 

El ocaso.
Los recuerdos y las crónicas señalan que las actuaciones de Cafaro convocaban multitudes juveniles que, en algunas oportunidades, obligaron a cortar el tránsito. Paralelamente se vendían enormes cantidades de copias de sus discos: 300 mil discos vendidos en una semana. Eran épocas de auge del long play y los temas se cantaban por y para la juventud de todo el país, incluidos rincones alejados. Se recuerda que, encabalgado entre la promoción y la popularidad, llegó a una de sus actuaciones en helicóptero. Una suerte de leyenda de esos días contaba que cierta vez lo llevaron detenido… porque el comisario quería sacarse una foto con él.
Uno de los aspectos más llamativos del fenómeno Cafaro es lo corto de su duración, lo que hace pensar que, al menos en parte, su auge en buena medida fue el resultado de una planificación comercial. Cuando su fama amenguó tuvo una andanza europea sin mayor trascendencia. Al regresar, podría decirse que su lugar había sido ocupado por solistas y conjuntos que se alineaban con el estilo por él impuesto, pero que marginaban su presencia, acaso sin intención. Eran las épocas del hoy mítico Club del Clan y su nombre quedaba opacado por los de Palito Ortega, Johnny Tedesco, Violeta Rivas y Leo Dan, entre otros.
Los años setenta fueron muy negativos para Billy Cafaro y, como artista, estuvo lejos de la primera línea que supo ocupar, aunque siguió grabando algunos discos. Curiosamente el tango comenzó a entrar en su repertorio y acaso le haya hecho recordar que “la fama es puro cuento”… La madurez, los requerimientos comerciales y una cierta filosofía de vida a la que lo llevó su situación social y económica también lo hicieron incursionar en el bolero.
Había tenido un segundo matrimonio con una antigua admiradora y vivió durante muchos años en un barco amarrado en el puerto de San Isidro, en una forma de vida que lo acercó a la filosofía y la poesía, cierto que desde una posición material nada ventajosa.
Su actividad artística continuó en un plano mucho más modesto –inclinado podría decirse– lejos de aquellos éxitos arrasadores de Pity Pity, Bésame Pepita y Personalidad. En la actualidad, ya anciano, con un obituario que lo reactualizó en estos días, todavía esperaba grabar algún disco y escribía textos novelados y poéticos donde reflexionaba –según sus propias palabras– que “el éxito es un conglomerado de estupideces”.
Al momento de entrar esta nota en imprenta llega la noticia de la muerte de Billy Cafaro, a los 84 años de edad. Hasta poco antes de morir se ganaba la vida manejando un remís.

 

  • Colaborador

El chasco de Troilo

 

Se cuenta que Aníbal Troilo, uno de los últimos intérpretes trascendentes de la música típica porteña, había sido contratado para actuar en un club barrial, junto con otros artistas. Cuando arribó al lugar, una larga fila de gente joven esperando para entrar lo llenó de alegría; pero le duró poco: en realidad los chicos iban allí a ver a Billy Cafaro, por entonces lejos del tango y en auge entre los iniciadores de la música rock.

 

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