La Finitud (1877)
La columna literaria de hoy presenta un cuento de Marcelo Arias, licenciado en Letras y magister en Ciencias Sociales y Humanidades. Sus obras de ficción son La barrera del sonido, Un mundo estrecho y La inercia de los cuerpos.
Gisela Colombo *
La tarde viene muriendo. Pronto las sombras gobernarán el boliche y yo volveré a lamentar mi flojera. Volveré a preguntarme por qué dejo que los días se fuguen, indolentes, sin salir a los campos a saldar el quebranto que en la siesta me impide darle voz al lamento de la guitarra, y por la noche me arrebata el sueño en la penumbra lastimosa.
Soy un hombre al que desvela una pena extraordinaria.
La tarde viene muriendo, pero el cielo que acampana la llanura hoy luce un destello singular. Un jinete se acerca y, en el redoble de su galope, una premonición me sube a la garganta. Vuelvo a pulsar las cuerdas mal tensadas de la guitarra y presiento que mi espera se dispone a concluir. Entonces lo veo entrar. Logro sofrenar la tendencia de mi cuerpo a levantarse, el impulso de atacarlo, el mandato de mi sangre que pide derramar la suya. Permanezco quieto, sin abandonar la silla que me sostiene, más deseoso de cultivar la astucia que de ceder a un instinto. Bien debo proteger mi destino, cuidarme de no malograr la venganza que vengo acariciando hace siete años. Cruzamos unas pocas palabras, irrelevantes, ladinas. Su actitud altanera es un acicate que me acalora. No hay flojera en mí. Hay decisión. Hay confianza. No podré impedir que mañana su nombre sea leyenda que propaga el viento, pero puedo disponer que hoy deje de ser un hombre que pisa la tierra.
Salimos al silencio de la llanura, que nunca tiene nada para decir.
Caminamos no menos de veinte pasos, hasta que yo me detengo de golpe. No serás vos quien elija el lugar, pienso. Ni ese gusto te voy a dar.
Él también se frena, me mira, la luz menguante de la tarde que cae. No alcanzo a distinguir si, en la malicia de sus ojos, relumbra también el desprecio del hombre blanco.
Le pido que no escatime coraje, maña, entereza. Quiero que deje todo lo que tenga.
Porque nada se ha de llevar.
Nos trabamos sin mayores anuncios. A la par de la destreza propia, todo contrapunto demanda la vigilancia del descuido ajeno. Y ha de ser honrada, más que ninguna, la virtud de la paciencia. Porque, tarde o temprano, el hueco se va a producir. Y será efímero. Descubrirlo y ocuparlo es casi la misma acción. Atender al momento en que el poncho bailotea imprudente por debajo del antebrazo para que el facón avance; para que ocupe, aciago o redentor, el espacio que le dejaron disponible.
Entonces, media hoja del acero abandona el aire otoñal de la tarde que se extingue y conoce el calor del cuerpo que va a morir.
Doy un paso atrás, piso en falso, consigo mantenerme en pie. Sondeo con alguna distancia el efecto de mi incursión; y puedo ver que la herida es mala. Asumo su desventaja y pierdo los estribos. Arremeto sin miramientos. Sin prudencia ni mesura. Me entrego a la dicha furiosa de pacificar la memoria de mi hermano, y apuñalo a Martín Fierro.
Esta noche, por fin, templaré la garganta en el boliche con la caña adulterada que vende Recabarren. Y allí me pondré a cantar.
El facón ofrece alguna resistencia cuando tiro para recuperarlo; como si, al penetrarla, se hubiera aquerenciado con la tripa de su víctima. El cuerpo cae desplomado, indigno, finito.
Limpio en el pasto la hoja y, con el naciente regocijo de la venganza consumada, emprendo el regreso hacia el boliche sin volver la vista atrás.
Sé que, a mis espaldas, la tierra de estas pampas comienza a absorber la sangre de mi enemigo.
Quiera Dios que no incorpore sus propiedades malsanas.
* Incluido en La inercia de los cuerpos (Buenos Aires, Enero Editorial, 2023).
Marcelo Arias es Licenciado en Letras (UBA) y Magister en Ciencias Sociales y Humanidades (UNQ). Profesor Titular de la cátedra de Análisis del Discurso en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, docente de Lingüística en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Moreno. Sus obras de ficción son La barrera del sonido (Modesto Rimba, 2016), Un mundo estrecho (Modesto Rimba, 2018) y La inercia de los cuerpos (Enero Editorial, 2023).
* Docente y escritora
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