La palabra compartida
En el taller de lectura y escritura Una vida no basta, a cargo de la escritora Mariana Komiseroff, coordinado por Bibliotecas Populares Pampeanas, la literatura volvió a ser un espacio de encuentro. A partir de la obra de autoras y autores de La Pampa los y las participantes tejieron su propia voz colectiva.
Mariana Komiseroff *
En cada taller de lectura y escritura que coordino descubro algo que me sigue conmoviendo tanto o más que escribir: cuando un grupo de personas lee y escribe, algo se repara. A partir de las voces de autores y autoras pampeanos los y las participantes encontraron una forma de decir comunitaria.
De lecturas a Juan Carlos Bustriazo, Olga Orozco, Juan José Sena, Edgar Morisoli y Daniela Arata nacieron estos cadáveres exquisitos pampeanos: poemas y relatos escritos entre todos, donde cada frase se enlazó con la siguiente sin que nadie supiese del todo qué vendría. Estos poemas (y cuento), que surgen a partir de una constelación de lecturas más o menos arbitraria, son múltiples, misteriosos y abiertos, como la llanura y el cielo característico de este paisaje que los inspira.
Los conceptos y los neologismos imaginados en vivo por los autores y autoras (Xohana Olmedo, Patricia Richter y Moni Molina son algunas de las escritoras que participaron) en cada encuentro son gérmenes posibles gracias a la herencia de los grandes escritores que los precedieron y leímos.
Creo, como escritora que surgió de los márgenes, y que sigue trabajando con esos imaginarios, que los espacios de formación y creación gratuitos son lugares donde la literatura se democratiza y vuelve a ser lo que fue en su origen: una práctica colectiva, una ceremonia de encuentro que, en muchos casos, como el mío, son vitales y fundamentales no solo para el desarrollo profesional.
En cada encuentro comprobamos que escribir puede no ser únicamente un acto solitario, elitista e idealizado, sino una forma práctica de ejercer la vida en comunidad. Cada poema, cuento, verso que nace en grupo de debate creativo tiene una raíz, un eco y una oportunidad: la de seguir haciendo de la cultura un bien vivo, libre y compartido.
Hoy, más que nunca, el sector cultural necesita explicar su sentido en medio de la crisis económica. La cultura no debe justificarse en términos de rentabilidad porque su utilidad es otra: sostiene los lazos, produce pertenencia, genera pensamiento crítico y expectativa de cambio y desarrollo. En un contexto donde se reducen los espacios de reunión y de expresión, cada taller gratuito, cada biblioteca abierta, cada encuentro artístico se vuelve una trinchera de humanidad. Juntarse a escribir es un modo de resistir y de cuidar.
* Escritora
La sombra de tu boca
La puerta de la noche está cerrada
dicen que de amor nadie muere
pero qué saben ellos,
si nunca probaron los besos de tu boca, la puerta de mí infierno.
Escapando de mí
sombra que nunca me abandona
en la boca de Inés, la soledad aprende a nombrarse.
Mi sombra adormecida me guía por un campo de piedras
no se inmutan ante el sol
a puerta de tu boca, talismán que ilumina tanta sombra
cuando la sombra muere te apareces
tu corta vida fue mi luz, ahora solo me quedan sombras.
Tu boca, puerta abismal hacia sueños no soñados,
hacia besos no besados, promesa de lo no hecho
agridulce tentempiés fueron tus besos en mi anhelante boca
¿Cómo es la sombra que me sigue por aquel camino que nunca pisé?
Entrar por aquella puerta y solo ver tu sombra
aunque mi boca quiera devorar tu llama.
si la soledad aparece, búscame
la sed de venganza es mi sombra más oscura y grande.
Tucum
sonido del viento cuando galopa un caballo tucum el sol con
sabor arenado como tierra seca de campos pedidores de agua
lloradores de verdes mendigosos de floredad tucum deseantando
que la lluvia brotesalve a borbotones tucum ruido apetitoso del
viento que disruptiza y sinuosiza los pensisientos tucum estoy
islada en el mar de tu olvido tucum el abaquino se llenó de
colores iban y venían como pasos de aire tucum como un
camaleón abierto caminando hacia adelante, tucum que soplea al
rostro del viento su secreto de espejos y transparencias tucum una
ciudad amotinarzada quedó encallada en un pozo ventoseado
tucum mi vida librosa en el monte seco y arenoso tucum librear
fue el rescate a tanta soledad
tucum corazonando el amor el corazón hasta que agosto acceda
tucum enfogada tu ausencia rescoldando recuerdos tucum el amor
arrugado como una medusa tucum silencio aturdidor de la mañana
tucum salárida tu lágrima efímera y eterna
tucum el sol arenado
como tierra seca tucum
de campos pedidores de agua
tucum lloradores de verde
tucum
mendigosos
de floredad
tucum
tucum
tucum
SIN TITULO
A falta de agua, está esa naturaleza.
A falta de tierra, está esa naturaleza.
A falta de naturaleza, está esa naturaleza.
Sangrando amor.
Sangrando compasión.
Te rebelas
no hay palabra de tu protesta
somos piedras llevadas por el río
limadas por el tiempo
arrojadas del tiempo hacia la nada
la oscuridad de tu invierno
la furia del pampero
la dureza de su suelo
la desolación de tu llanura
¡qué el monte las proteja,
qué un rosario amarillo de jarilla nueva las recubra,
las salve,
las esconda y las eleven
las carquejas, la flechilla o la paja voladora
en alfombra
que el río vuelva y las hidrate y reviva!
A falta de agua, está esa naturaleza
que es palabra
dicha
con sonido de chimangos.
palabras para que oigan, para que sientan
sonido de agua y viento.
Cabalgo contra el viento
Relato inspirado en las voces del monte y los personajes de pueblo
En el pueblo dicen, que Manuel junta las almas perdidas del monte y lo apodaron “el loco” solo para encontrar un apelativo común ante lo desconocido. Había un par de personajes más a los que también les decían locos, pero cuando se referían a él, siempre agregaban “de la carretilla”. Distintas historias lo caracterizaban, ninguna era más verídica que la otra. La credulidad quedaba a criterio de cada oyente. Los niños que habían sido los que ahora viajan el auto de Lucas, crecieron escuchando esos relatos. Manuel podía ser hachero, cuidador del cementerio viejo, un ex combatiente de Malvinas, un alcohólico.
Lo único en lo que coincidían las historias es en que nadie nunca lo había visto sin su carretilla.
Unos pocos metros más arriba del cruce de rutas se forma una lomada que permite apreciar la totalidad del caldenar. Lucas comenta que es el único lugar del mundo donde existe un bosque con este tipo de árboles. Lo escuchó alguna vez, pero nunca corroboró la veracidad del dato. Todos en el auto le creen, aunque nadie propone detenerse. Luego de unos segundos de espera, Lucas vuelve a acelerar por la ruta, en dirección al este, pero no puede acelerar por mucho tiempo. Cuando el bosque de caldenes todavía no quedó atrás, Flor se exalta justo cuando el auto se para.
- Hay un tipo con una carretilla.
- Lo había visto, pero no estaba seguro de qué era.
El hombre de la carretilla mira, inmóvil como si fuese el propio monte, Lucas se acerca a la tranquera, quiere explicar que se le quedó el auto y que ninguno tiene señal en el celular, pero Manuel habla solo, camina silbando y lleva siempre un extraño gesto, interrumpe a Lucas a cada frase.
- ¿Qué pasa, don?
- Pasaba por acá, eso le decía.
- ¿Nos puede ayudar?
- Un frío hace.
- ¿Hay algo cerca?
- Que pasaba, le decía.
- Se nos quedó el auto.
- Parece que va a helar no más, pleno setiembre y helando, que lo parió.
- ¿Señal tiene?
- Cabalgo contra el viento- grita eufórico Manuel y corre con la carretilla por delante.
- Manso loco nos dejó la sequía- fue lo último que uno de los amigos dijo y se los tragó el monte.
Con las primeras luces de la mañana salimos a caminar, a buscar a los nuestros en los olores aún dormidos del monte en primavera.
Los caldenes solo dan lo oscuro de sus troncos y sus ramas. El silencio profundo se corta con el canto de algún pájaro. Con estas primeras luces podemos ver aquel hombre primero quieto, aquel loco lindo, que era el único que se preocupaba del agua de los canes, cuando el sofocante calor atacaba al pueblo y que ahora contra un viento espinoso, arrastra su carretilla.
El monte de caldenes es aquel lugar donde se pierden las mujeres cuando la noche llega o cuando el día se extiende silencioso en sus troncos retorcidos, la luz se filtra entre las ramas y el aire huele a tierra seca, un hombre quieto mira el horizonte como si fuera parte del mismo monte. Dicen que, si entrás al bosque después de la media noche podés escuchar el murmullo de ellos.
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