Domingo 26 de octubre 2025

La palabra compartida

Redaccion Avances 26/10/2025 - 12.00.hs

En el taller de lectura y escritura Una vida no basta, a cargo de la escritora Mariana Komiseroff, coordinado por Bibliotecas Populares Pampeanas, la literatura volvió a ser un espacio de encuentro. A partir de la obra de autoras y autores de La Pampa los y las participantes tejieron su propia voz colectiva.

 

Mariana Komiseroff *

 

En cada taller de lectura y escritura que coordino descubro algo que me sigue conmoviendo tanto o más que escribir: cuando un grupo de personas lee y escribe, algo se repara. A partir de las voces de autores y autoras pampeanos los y las participantes encontraron una forma de decir comunitaria.

 

De lecturas a Juan Carlos Bustriazo, Olga Orozco, Juan José Sena, Edgar Morisoli y Daniela Arata nacieron estos cadáveres exquisitos pampeanos: poemas y relatos escritos entre todos, donde cada frase se enlazó con la siguiente sin que nadie supiese del todo qué vendría. Estos poemas (y cuento), que surgen a partir de una constelación de lecturas más o menos arbitraria, son múltiples, misteriosos y abiertos, como la llanura y el cielo característico de este paisaje que los inspira.

 

Los conceptos y los neologismos imaginados en vivo por los autores y autoras (Xohana Olmedo, Patricia Richter y Moni Molina son algunas de las escritoras que participaron) en cada encuentro son gérmenes posibles gracias a la herencia de los grandes escritores que los precedieron y leímos.

 

Creo, como escritora que surgió de los márgenes, y que sigue trabajando con esos imaginarios, que los espacios de formación y creación gratuitos son lugares donde la literatura se democratiza y vuelve a ser lo que fue en su origen: una práctica colectiva, una ceremonia de encuentro que, en muchos casos, como el mío, son vitales y fundamentales no solo para el desarrollo profesional.

 

En cada encuentro comprobamos que escribir puede no ser únicamente un acto solitario, elitista e idealizado, sino una forma práctica de ejercer la vida en comunidad. Cada poema, cuento, verso que nace en grupo de debate creativo tiene una raíz, un eco y una oportunidad: la de seguir haciendo de la cultura un bien vivo, libre y compartido.

 

Hoy, más que nunca, el sector cultural necesita explicar su sentido en medio de la crisis económica. La cultura no debe justificarse en términos de rentabilidad porque su utilidad es otra: sostiene los lazos, produce pertenencia, genera pensamiento crítico y expectativa de cambio y desarrollo. En un contexto donde se reducen los espacios de reunión y de expresión, cada taller gratuito, cada biblioteca abierta, cada encuentro artístico se vuelve una trinchera de humanidad. Juntarse a escribir es un modo de resistir y de cuidar.

 

* Escritora

 

 

La sombra de tu boca

 

La puerta de la noche está cerrada

 

dicen que de amor nadie muere

 

pero qué saben ellos,

 

si nunca probaron los besos de tu boca, la puerta de mí infierno.

 

 

Escapando de mí

 

sombra que nunca me abandona

 

en la boca de Inés, la soledad aprende a nombrarse.

 

 

Mi sombra adormecida me guía por un campo de piedras

 

no se inmutan ante el sol

 

a puerta de tu boca, talismán que ilumina tanta sombra

 

cuando la sombra muere te apareces

 

tu corta vida fue mi luz, ahora solo me quedan sombras.

 

 

Tu boca, puerta abismal hacia sueños no soñados,

 

hacia besos no besados, promesa de lo no hecho

 

agridulce tentempiés fueron tus besos en mi anhelante boca

 

¿Cómo es la sombra que me sigue por aquel camino que nunca pisé?

 

 

Entrar por aquella puerta y solo ver tu sombra

 

aunque mi boca quiera devorar tu llama.

 

si la soledad aparece, búscame

 

la sed de venganza es mi sombra más oscura y grande.

 

 

Tucum

 

sonido del viento cuando galopa un caballo tucum el sol con

 

sabor arenado como tierra seca de campos pedidores de agua

 

lloradores de verdes mendigosos de floredad tucum deseantando

 

que la lluvia brotesalve a borbotones tucum ruido apetitoso del

 

viento que disruptiza y sinuosiza los pensisientos tucum estoy

 

islada en el mar de tu olvido tucum el abaquino se llenó de

 

colores iban y venían como pasos de aire tucum como un

 

camaleón abierto caminando hacia adelante, tucum que soplea al

 

rostro del viento su secreto de espejos y transparencias tucum una

 

ciudad amotinarzada quedó encallada en un pozo ventoseado

 

tucum mi vida librosa en el monte seco y arenoso tucum librear

 

fue el rescate a tanta soledad

 

tucum corazonando el amor el corazón hasta que agosto acceda

 

tucum enfogada tu ausencia rescoldando recuerdos tucum el amor

 

arrugado como una medusa tucum silencio aturdidor de la mañana

 

tucum salárida tu lágrima efímera y eterna

 

tucum el sol arenado

 

 

como tierra seca tucum

 

de campos pedidores de agua

 

tucum lloradores de verde

 

tucum

 

mendigosos

 

de floredad

 

 

tucum

 

tucum

 

tucum

 

 

SIN TITULO

 

A falta de agua, está esa naturaleza.

 

A falta de tierra, está esa naturaleza.

 

A falta de naturaleza, está esa naturaleza.

 

Sangrando amor.

 

Sangrando compasión.

 

Te rebelas

 

no hay palabra de tu protesta

 

somos piedras llevadas por el río

 

limadas por el tiempo

 

arrojadas del tiempo hacia la nada

 

la oscuridad de tu invierno

 

la furia del pampero

 

la dureza de su suelo

 

la desolación de tu llanura

 

¡qué el monte las proteja,

 

qué un rosario amarillo de jarilla nueva las recubra,

 

las salve,

 

las esconda y las eleven

 

las carquejas, la flechilla o la paja voladora

 

en alfombra

 

que el río vuelva y las hidrate y reviva!

 

A falta de agua, está esa naturaleza

 

que es palabra

 

dicha

 

con sonido de chimangos.

 

palabras para que oigan, para que sientan

 

sonido de agua y viento.

 

 

Cabalgo contra el viento

 

Relato inspirado en las voces del monte y los personajes de pueblo

 

 

En el pueblo dicen, que Manuel junta las almas perdidas del monte y lo apodaron “el loco” solo para encontrar un apelativo común ante lo desconocido. Había un par de personajes más a los que también les decían locos, pero cuando se referían a él, siempre agregaban “de la carretilla”. Distintas historias lo caracterizaban, ninguna era más verídica que la otra. La credulidad quedaba a criterio de cada oyente. Los niños que habían sido los que ahora viajan el auto de Lucas, crecieron escuchando esos relatos. Manuel podía ser hachero, cuidador del cementerio viejo, un ex combatiente de Malvinas, un alcohólico.

 

Lo único en lo que coincidían las historias es en que nadie nunca lo había visto sin su carretilla.

 

Unos pocos metros más arriba del cruce de rutas se forma una lomada que permite apreciar la totalidad del caldenar. Lucas comenta que es el único lugar del mundo donde existe un bosque con este tipo de árboles. Lo escuchó alguna vez, pero nunca corroboró la veracidad del dato. Todos en el auto le creen, aunque nadie propone detenerse. Luego de unos segundos de espera, Lucas vuelve a acelerar por la ruta, en dirección al este, pero no puede acelerar por mucho tiempo. Cuando el bosque de caldenes todavía no quedó atrás, Flor se exalta justo cuando el auto se para.

 

 

- Hay un tipo con una carretilla.

 

- Lo había visto, pero no estaba seguro de qué era.

 

El hombre de la carretilla mira, inmóvil como si fuese el propio monte, Lucas se acerca a la tranquera, quiere explicar que se le quedó el auto y que ninguno tiene señal en el celular, pero Manuel habla solo, camina silbando y lleva siempre un extraño gesto, interrumpe a Lucas a cada frase.

 

- ¿Qué pasa, don?

 

- Pasaba por acá, eso le decía.

 

- ¿Nos puede ayudar?

 

- Un frío hace.

 

- ¿Hay algo cerca?

 

- Que pasaba, le decía.

 

- Se nos quedó el auto.

 

- Parece que va a helar no más, pleno setiembre y helando, que lo parió.

 

- ¿Señal tiene?

 

- Cabalgo contra el viento- grita eufórico Manuel y corre con la carretilla por delante.

 

- Manso loco nos dejó la sequía- fue lo último que uno de los amigos dijo y se los tragó el monte.

 

Con las primeras luces de la mañana salimos a caminar, a buscar a los nuestros en los olores aún dormidos del monte en primavera.

 

Los caldenes solo dan lo oscuro de sus troncos y sus ramas. El silencio profundo se corta con el canto de algún pájaro. Con estas primeras luces podemos ver aquel hombre primero quieto, aquel loco lindo, que era el único que se preocupaba del agua de los canes, cuando el sofocante calor atacaba al pueblo y que ahora contra un viento espinoso, arrastra su carretilla.

 

 

El monte de caldenes es aquel lugar donde se pierden las mujeres cuando la noche llega o cuando el día se extiende silencioso en sus troncos retorcidos, la luz se filtra entre las ramas y el aire huele a tierra seca, un hombre quieto mira el horizonte como si fuera parte del mismo monte. Dicen que, si entrás al bosque después de la media noche podés escuchar el murmullo de ellos.

 

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