Miércoles 01 de mayo 2024

Plegarias en la noche larga

Redaccion Avances 16/04/2023 - 15.00.hs

El texto reúne una serie de poemas teñidos por el desánimo, la incertidumbre y la cercanía permanente de la muerte que caracterizó el periodo de la pandemia de Covid 19.

 

Gisela Colombo *

 

“Plegarias en la noche larga” es el último libro de poesía de Amalia Mercedes Abaria, socióloga, poeta y artista plástica de la Ciudad de Buenos Aires.

 

“Del lado de la vida” (1984), “Caminos” (2009), “El musgo y la calma” (2013), “Breves Azules” (2016), “Busco un agua” (2017) y “Necesidad del silencio” (2018) son los poemarios de la autora que se han editado previamente. Algunos de ellos han recibido premios y menciones en certámenes nacionales e internacionales. Sus acuarelas, a las que está dedicada su vocación pictórica en los últimos tiempos, han sido exhibidas en diversas ocasiones, algunas de ellas como muestras de autor en diferentes ciudades.

 

En este caso, el texto se titula “Plegarias en la noche larga” y su edición ha sido realizada por Vinciguerra en 2022. El texto reúne una serie de poemas teñidos por el desánimo, la incertidumbre y la cercanía permanente de la muerte que caracterizó el periodo de la pandemia de Covid 19. Esto explica en parte la dinámica que irá entre la desesperanza plena y una irrupción lenta de la luz, del amanecer, de la esperanza.

 

Abaria ya venía procesando literariamente el asunto del duelo. Antes de “Necesidad del silencio”, sufrió la pérdida de su madre, que la movilizó profundamente y motivó aquel conjunto de poemas publicado en 2018. Pero los hechos ocurridos a nivel mundial generalizaron la sensación que la autora ya venía metabolizando. El resultado hace que los poemas sean hondos y diáfanos, virtudes que no son fáciles de reunir en el ejercicio de la poesía.

 

El imaginario.

 

El conjunto de imágenes sensoriales recurrentes en un poemario suele ser el camino más directo para ahondar en las ideas, sentires y hasta cosmovisión de un autor. Es por ello que la repetición de algunos elementos que sirven a referencias o metáforas suele quitar todos los velos.

 

Oscuridad.

 

En este caso, lo primero que vemos es la oscuridad de los paisajes evocados. Una oscuridad sin las implicancias mistéricas que posee la noche en algunas culturas. Es una ausencia de luz, un desamparo, el abandono de lo promisorio, en fin, lo relativo al costado negativo de la vida.

 

El epígrafe que inicia la obra pertenece a Novalis y reza: “¿Cuándo ̶ dijo Enrique ̶ dejará de ser necesario que haya en el mundo más horrores, más sufrimientos, más miserias y males?”.

 

La perenne existencia del costado oscuro de las cosas es lo primero que se explicita. Allí ya se anuncian como “torres devorando el cielo”, lo que recuerda a la Torre de Babel, imagen que alude a la soberbia de un pueblo que prescinde de su Dios en un plan tan ambicioso que resulta contrario a su naturaleza. Esos hombres del Génesis perdieron la prudencia y se juzgaron capaces de construir un edificio que franqueara las mismas puertas del cielo y les permitiera, con las solas fuerzas humanas, llegar a Dios. Esto sucede como consecuencia de la tendencia humana a aventurarse más allá de los límites de su naturaleza, de su condición de “creatura”.

 

“Había musgos en sus pechos” tal vez refiera a lo que sucede en el mundo natural cuando una superficie no tiene actividad. El pecho y el corazón se corresponden. Esta imagen sería como la degradación cuando se ha perdido sensibilidad por no practicar la empatía. Entonces gana la insensibilidad que considera a todos y todo una otredad incómoda.

 

La naturaleza sometida a tratos semejantes no da frutos: “Campo sin siembra”, “Páramo de oscuras semillas estancadas”.

 

“Un niño atrás/ con lágrimas de prisionero” invita a pensar en la falta de esperanza que aborda incluso a quien tiene todo por delante por su corta edad. Eso sucede como consecuencia de cierta restricción de libertades. En este sentido la Abaria formada en la sociología roza el asunto de si, en el ámbito social, hay verdadera libertad o estamos condicionados a poder ver las cosas sólo desde una perspectiva heredada o aprendida. Una de las polémicas sempiternas de los clásicos sociológicos: Weber versus Durkheim. “La acción social” de Weber, que implica una respuesta basada en las propias motivaciones que hace el sujeto; y, por el contrario, “el hecho social”, como lo plantea Durkheim, consistente en una determinación irrenunciable como una especie de mandato tradicional que opera en las acciones del sujeto.

 

Un poema al promediar el libro nos presagia las tres metáforas más importantes del poemario. Se titula “Necesito un asombro” y dice: “Un asombro de pájaro /un asombro de árbol/ una luz”. Tres imágenes fundantes que reclaman ascensión, aspiraciones de vuelo y visión espiritual.

 

El árbol.

 

“Si fuera el camino del Árbol”. El árbol es una de las imágenes más tradicionales para expresar la verticalidad de la experiencia humana que posee raíces instintivas que lo ligan a la tierra como animal que es, pero posee las aspiraciones de un espíritu que anhela ascender al cielo, tornarse inmortal, y tender a la perfección. Como un árbol diseña un trayecto superador hacia la verticalidad. La posibilidad y el deseo ascensional se manifiestan en muchos otros poemas con esta imagen. Y como ella, la de los “pájaros” también es tópica. Suelen retratar a aquellos “que vuelan” detrás de cuya actividad se implica a los poetas o artistas que no aceptan la esclavitud de la cultura oficial ni de las limitantes físicas y se aventuran a la libertad aérea que expresa lo que cada sujeto es espiritualmente, la potestad de la imaginación y, en fin, la creación redentora de toda esclavitud.

 

Ceguera e incertidumbre.

 

Una de las sensaciones que prevalecen en el poemario y se explicitan es la incertidumbre.

 

“La incertidumbre es así/ sin espejos, sin programas/solamente ir sin miedos/hacia la oscuridad”. En tiempos de siete plagas el hombre sabio sólo aspira a aceptar.

 

En sociedades modernas occidentales los sujetos solemos vivir con el foco puesto en el futuro. Las epidemias de ansiedad que trajo este virus nacen de la incerteza que produce una enfermedad contagiosa para la que ni siquiera había cura. La llegada de las vacunas no logra disolver esa percepción y el número de muertos se comporta caprichosamente, impidiendo la lectura de normas racionales ordenadoras de la experiencia, medidas profilácticas, y paliativos. Las disposiciones oficiales se comportan sin posibles previsiones, y el sujeto no conoce sus libertades excepto en el más corto plazo: las imposiciones de la cuarentena se van renovando cada quince días, lo cual es desquiciante para el hombre habituado a proyectar y vivir anclado en el futuro.

 

“¿Qué esperas del Cielo?/Formas vegetales/hacia una luz altísima” quizá proponga el tránsito por el dolor como la oportunidad de alzar la mirada y comenzar a ascender hacia otras alturas.

 

Guerra.

 

La guerra también da el presente entre los males vigentes. Seguramente con “Siempre la guerra” el conflicto entre Rusia y Ucrania haya despertado la pertinencia de esta reflexión sobre otra cara de la oscuridad: “El huracán de la muerte/quema las estrellas/ y siempre es de noche./ Siempre./ Las bóvedas abren sus compuertas/bajo la tierra/donde caerán uno a uno/ rostros con ojos/ definitivamente ciegos”.

 

El conflicto de las víctimas de la guerra intenta, en muchos casos, resolverse por medio del éxodo de sus víctimas. Este asunto se trata por medio de un poema llamado “Migrantes”, que no es el primero que la autora dedica a un tema sensible para ella como el de los refugiados.

 

“¿Dónde ese refugio?/¿dónde?/ frutos de árboles muertos/nadan en los ríos/ y nadie toma el agua/ de los pantanos”.

 

El virus de la guerra contamina lo esencial para la supervivencia. Agua límpida equivale a vida mientras el pantano es el agua arruinada por el hombre, por la ceguera de no poder reconocer el mal en uno mismo o en la propia cultura.

 

La ceguera es otro de los puntos que se repiten en el poemario. Y la defensa del medioambiente también emerge como prioridad frente al dolor del Planeta. “Porque no sabemos dónde/viviremos al final de la noche/cuando los bellos corales se mueran./Cuando los delfines sucumban definitivamente./Cuando las aguas del mar/se conviertan en pantanos/ para los desnudos sobrevivientes”.

 

Gastón Bachelard distingue dos clases de aguas como polares: las aguas límpidas, fluidas, plenas de oxígeno donde toda especie vive, de las aguas quietas o estancadas donde la falta de oxígeno no permite la supervivencia. El pantano representa la ceguera, el no poder ver debajo del agua, por agua que sea.

 

En el apartado que sigue, un nuevo conjunto de poemas llamado “Impresiones y sueños”, es donde aparece el primer intento esperanzado. El arte se manifiesta como aquello que salva a la humanidad, que manifiesta que el hombre tiene todavía una luz, que no está del todo perdido.

 

En “Roca e Isla” se pone en juego el tema de la Soledad que antecede la regeneración de la Esperanza. Primero en “Natividad” y luego en las referencias a obras escultóricas. Es que en el desánimo general es preciso volverse “isla” y reconectar con percepciones más profundas, quizá antiguas y universales. Más adelante el sujeto poético ofrecerá “A solas” donde se explicita la necesidad de soledad y silencio porque “A solas esperas esa palabra/ ese rayo, esa luz.” En este mismo poema se menciona el rostro de la madre evocando así “Necesidad de silencio”, libro anterior, en que Amalia procesa su muerte.

 

“Natividad”, este nacimiento de la luz, probablemente remita directo a la de Cristo, conociendo la fe de la autora: “Alguien nació en el mundo/ y una amapola clarifica el alba”. Y luego vemos que esa natividad despierta un modo diferente de mirar: “La vida con asombro/hacia un rostro, manos,/sonidos/hacia todo lo bello/hacia todo lo impuro/hacia la vasta humanidad// de un gesto/ de una esperanza/ hacia la todavía lumbre/ de las luciérnagas de la noche”.

 

Lo que viene inmediatamente después son poemas que hablan de obras artísticas, quizá ése sea la fuente de los efímeros destellos de “lumbre” que aún quedan.

 

La ceguera se problematiza porque es preciso cambiar la mirada para hallar esperanza aun en la oscuridad. Poemas en versión bilingüe (francés e italiano) preceden una referencia a la muerte del padre que seguramente esté relacionada con un trabajo de la autora reconstruyendo el amor de sus padres a partir de la comunicación epistolar. Especialmente, las cartas escritas por su padre. Esta labor se cristalizó en un texto publicado llamado “Cartas a Lina” de 2020, cuya recopiladora es nuestra poeta y Macedonia, la firma editora.

 

Una especie de silencio atento acentúa mucho más la empatía. Y en “Girasol de la noche” se explicita la síntesis imaginaria de todo el libro: “Todo ha caído/ pero tu esperas la llama, /el color del alba/ la nueva esperanza”.

 

Pero es “Bienaventuranzas” la reflexión que viene a aunarlo todo. Se trata de una paráfrasis de las Bienaventuranzas bíblicas donde se enumeran todas cosas positivas y gozosas, excepto una que el hombre no logra considerar feliz, y es el dolor.

 

Sin embargo, en ese contexto sugiere de modo bastante expreso que también sufrir puede llegar a ser una bendición.

 

La dignidad del sufrimiento cuando tiene un fin, cuando está hecho del dolor que Dante atribuye a un purgatorio, el dolor delicioso que se sufre para algo, que nutre al sufriente, que lo limpia como al pantano. No se trata del dolor sin sentido, que se sufre sin excepción, circularmente y sin utilidad. Éste es el que el poeta italiano identifica con el infierno, que no enseña nada ni abre posibilidades de ascensión. La diferencia la registra nuestra lingüística: es entre la pena y el sacrificio. Si los límites aparecen para generar el curso ascensional, tienen su razón de ser. Sufrimiento para adquirir mayor visión, para descubrir la luz, para condolerse de los dolores ajenos, para conocer la oscuridad propia, y aprender a apreciar el valor revelador del silencio…

 

“Plegarias en la noche larga” es el libro entrañable en la medida en que retrata un genuino movimiento interior esencial de la poeta, como se da pocas veces en la vida. Por ello se convierte en el registro de un logro de aceptación, de purificación y saneamiento, de conmiseración, de conciencia ambiental, de dolor con sentido y, en fin, de buena poesía.

 

* Docente y escritora

 

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