Sabado 27 de abril 2024

Vairoleto/Bustriazo: Encuentro entre lo real y lo ficcional

Redaccion Avances 21/01/2024 - 06.00.hs

Entre nombres, apellidos, apodos, el mito se enanca en la vida de Bustriazo y Vairoleto; así como se procesa en el tiempo la existencia y lo real en la ficción literaria.

 

Sergio De Matteo *

 

Dar vuelta sobre lo escrito y sobre lo leído, una metodología de fondeo para encontrar agua entre las piedras o debajo de la arena. La exégesis literaria a veces bordea la obsesión, la insistencia de revisar y revisitar lo publicado, de acercarse a la resolución de la hipótesis, del enigma.

 

Hace algunas semanas en este mismo suplemento se esbozaba un acercamiento entre Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Juan Bautista Vairoleto, apelando a conceptos vertidos por Josefina Ludmer en su libro Aquí América Latina. Una especulación (2020).

 

El planteo es que desde el análisis literario sería posible pensar la obra de Bustriazo dentro de la lectura de la “realidadficción”, donde lo real se mezcla con lo ficcional, la figura de autor participa de la narrativa, lo literario es permeado por la realidad misma, contaminando, de esa manera, todo el sistema simbólico bustriazano. Entonces, Ludmer aclara: “La ‘ficción’ era la realidad histórica, política y social, pasada (o formateada) por un mito, una fábula, un árbol genealógico, un símbolo, una subjetividad o una densidad verbal”. Síntesis, a grandes rasgos, de lo que ha realizado Bustriazo en su Canto Quetral.

 

Mytos.

 

Varios conceptos de la crítica literaria nos permitirían explicar la identificación y el funcionamiento de la literatura, pero también asir los materiales con que se construye y compone un texto. Quizás uno de esos elementos preponderantes sea el mito, porque provee además conceptos y patrones que la crítica puede usar para interpretar ciertos trabajos literarios

 

Aristóteles resalta, en su Poética, que el mytos es un relato o una narración -fábula o ficción-, por lo tanto, en esa estructura habría una puesta en relación de distintos recursos que conforman “el entramado de las acciones”. Es decir, para el pensador griego, dicha trama -no hay mímesis sin “mythos” (la trama)- vendría a ser el espíritu de la tragedia y, por extensión, de toda obra literaria.

 

En el ejercicio analítico donde se explica la conformación y el comportamiento de un texto, también despunta la creatividad, la imaginación, y, por supuesto, el fenómeno intertextual, la polifonía, la conclusividad del enunciado y las influencias. Asimismo es posible señalar y apuntalar no sólo licencias poéticas, sino que además algunos libros imbrican hechos fundantes, raigales, que le dan identidad, filiación, a una obra y a toda una literatura.

 

En tal caso, Mircea Eliade destaca un “mito de origen”, porque “el mito constituye la historia de los actos de los Seres Sobrenaturales; esta historia se considera verdadera y sagrada”, y agrega: “aquel que relata el origen de algo y que presupone y prolonga la cosmogonía” (Mito y realidad, 1994). Empero, es sabido que al conocer el mito se conoce el origen de las cosas.

 

En esa línea Leopoldo Lugones, en una serie de conferencias en el Teatro Odeón en 1913, considera que una Nación debe tener un libro liminar, un mito fundacional; en consecuencia enuncia al gaucho como un héroe mitológico a la altura de los clásicos griegos. Ese personaje estaba contenido en el Martín Fierro de José Hernández, que la Generación del ‘80 había perseguido y discriminado, al igual que a los pueblos originarios, que llegó a su cenit con el intento de exterminio. El planteo queda postulado con la publicación de El Payador en 1916, además de ser fijado y legitimado en la Historia de la Literatura Argentina -Los Gauchescos (1917), Los Coloniales (1918), Los Proscriptos (1919) y Los Modernos (1922)-, de Ricardo Rojas.

 

Otra respuesta y, a su vez, un modo de comprender la interacción de la obra literaria, la ha dado Jorge Luis Borges, cuando señala en “Parábola de Cervantes y el Quijote”, incluida en El Hacedor (Obras completas, 1960), que “en el principio de la literatura está el mito, y asimismo en el fin”. Esta definición afianza la idea de un relato mítico que se parapeta ante la explicación racional del mundo. El mito, podríamos sintetizar, a grandes rasgos, no se basa, como sí lo hace la propia ciencia, en el pensamiento discursivo, lógico, ordenado, sino que asienta sus reales en el sentimiento, lo mágico, lo sagrado.

 

Con todo ese bagaje cultural y, con lo acumulado en la biblioteca de la tradición, el mito sería como el reservorio universal de símbolos, de acuerdo a Gilbert Durand (Las estructuras antropológicas de lo imaginario, 1981), que son “proyectados” por las culturas más diversas para producir historias. En consecuencia, los mitos constituyen los paradigmas de todo acto humano significativo. Eliade entiende la literatura como refugio último del mito, porque “el mito, entonces, es siempre un relato de una creación”: “El mito puede degradarse en leyenda épica, balada o novela, o sobrevivir en formas menores […] Las pruebas, los sufrimientos y obstáculos por los que tiene que pasar el héroe épico o dramático antes de alcanzar sus fines […] Es verdad que el ‘camino’ no tiene aquel carácter iniciático; pero tipológicamente, el errar de Ulises o la conquista del Santo Grial siguen apareciendo en las grandes novelas del siglo XX” (Tratado de historia de las religiones,1981).

 

Desde los aportes citados es posible conjugar el entrecruzamiento entre lo real y lo ficcional, entre un ser humano y un personaje, que es tratado y simbolizado en una obra literaria. Por lo tanto, hallamos en algunos libros de Juan Carlos Bustriazo Ortiz esta apelación al mito, así como la concepción de la ficción como otro elemento para resignificar historias reales y convertirlas en símbolos, en representaciones.

 

El investigador Fabio Erreguerena en el ensayo “Bandidos sociales Juan Bautista Vairoleto: mito y resistencia cultura” (Confluencia, Nº 1, 2003) resalta: “La creación, propagación y transmisión de mitos acerca de bandidos sociales como Vairoleto -que recrean trayectorias de sujetos que objetivamente se encuentran enfrentados con la ley y pese a ello son recompensados con la admiración popular- constituyen, así, herramientas culturales contestatarias”.

 

En varias obras de Bustriazo es convocada la leyenda de Vairoleto, al que exhorta con el nombre propio: “Juan Bautista”. Recuérdese que este bandido asentado en el Territorio Nacional de la Pampa Central, en lo que será, con recortes, la provincia de La Pampa, ha sido conocido por robar a gente adinerada para dar a los pobres, y por esa razón se ganó el apodo de “Robin Hood criollo”, siendo un mito luego de su muerte.

 

Otros encuentros.

 

En la literatura, la poesía, así como la música y otros géneros artísticos es resignificada la historia de un sujeto real; la del bandido rural y cuatrero Juan Bautista Vairoleto (o Bairoletto), que ya era leyenda e, incluso, había sido santificado en la cultura popular. Varios autores pampeanos lo transpolan a la poesía, la narrativa, convirtiéndolo también en un mito poético.

 

Aunque han sobresalido los libros de ensayo o narrativa, no obstante, en la producción lírica también fue abordado por Juan Ricardo Nervi en el poema “Bairoleto” de Aldea gringa (1983) y “Una luz mala, alma en pena”, con el seudónimo Lázaro Montes (con música de Gustavo Coria); Edgar Morisoli en la elegía “El último”, del libro “El águila sin pena” (1984/86), en Obra callada (1994); Félix Domínguez Alcaraz, “Sonajera Nro. 1”, en Barda amarilla (1991).

 

Son importantes estos aportes poéticos, porque el bandolero ya había sido retratado en diferentes géneros, desde el ensayo hasta la música, pasando por el cine y la historieta, además de los sucedidos y el anecdotario (que pasan de boca en boca, de generación en generación) de la cultura popular y la liturgia de los santos.

 

Si se pasara el rasero por la bibliografía existente de autores y autoras de la provincia de La Pampa se podrían citar artículos y libros como “Bairoletto: el último bandido romántico”, en revista Todo es Historia, Suplemento Nº 10 (1968), Bairoletto: prontuario y leyenda (1974), Última frontera. Vida y leyenda de Juan Vairoleto (2012) y Jinetes Rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina (2013), de Hugo Chumbita; Juan Bautista Bairoletto. El último bandido romántico (1994), de Enrique “Quique” Rodríguez; “Yo maté al Bautista”, de Hugo Martín Redondo, en Norma Durango y Doris Gonzalo (Comp.), Textos literarios de autores pampeanos (1995); Tras el rastro de Vairoleto (1998), La morada del Tigre. Vairoleto. Memorias de la mujer de un bandido (1999), Más allá de la frontera… Vairoleto. Historia y leyenda de un bandolero (2004, 2018), de Néstor Adolfo Rubiano; “El encuentro”, en Cuento con vos (1996), de Juan Carlos Pumilla; “La jugada” y “El solito”, en No tan cuentos (2004), de Julio Domínguez; La Cruz del Sur. El puente & los bandidos (2006), de Jorge Etchenique.

 

Entre las investigaciones en el campo epistemológico se destacan los estudios “Cantar de bandoleros en la Argentina”, de Hugo Chumbita, publicado en Caravelle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, Nº 88 (2007), donde se presenta dentro del cuerpo del artículo un listado de textos y composiciones referidas a Vairoleto; también “Juan Bautista Vairoleto: representación de un cuerpo vigilado”, de Claudio Daniel Montecino (Universidad Nacional de La Pampa), que integra el volumen Maristany, J.; Oliveto, M.; Pellegrino, D.; Redondo, N. (editores) (2020) Literaturas de la Argentina y sus fronteras: tensiones, disensos y convergencias.

 

En el trabajo de Montecino, además de algunos de los libros citados, se agregan en la bibliografía textos de José Adolfo Gaillardou: “Juan libre” (con música de Roberto Palmer) y “Veinte años”, en Luna matrera (1986), y Walter Cazenave: “Oración a Vairoleto”, de carácter anónimo (1972).

 

De las composiciones musicales, dentro de las producciones locales, es posible nombrar “Décima para la muerte de Vairoleto”, de José “Cochengo” Miranda, recogido por Ercilla Moreno Cha, que integra el Documental Folklórico de la Provincia de La Pampa, editado en 1975 (libro y dos discos de 33 rpm en estuche), reeditado en 2021 en formato CD. El poeta y músico Julio Domínguez, “El Bardino”, lo nombra en la milonga corralera “Don Pedro Zúñiga”, en Rastro Bardino (1990), y ha escrito las décimas “El volvedor” y “En El Boitano”, incluidas en el libro Guitarra Marca Tango (2005), “El volvedor” fue musicalizada junto a Julio Argentino Aguirre, e integra el disco Cuerdas y Palabras Vol. 1 (2005).

 

Vairoleto en Bustriazo.

 

Ese mito, esa historia local, es recogida por el autor del Canto Quetral, en un doble sentido, en el ámbito estrictamente literario, poético, pero también de la vida, porque el abuelo de Bustriazo participa en la redada y el asesinato (suicidio, según la hipótesis de otros investigadores) del héroe popular.

 

Otro punto de encuentro entre el poeta pampeano y el bandolero social, de acuerdo a la clasificación del historiador Eric Hobsbawm (Bandidos, 1969), son las diferentes nominaciones o alias con los que se los identifica. Según el escritor Eduardo Paganini, en una serie de artículos publicada en el sitio web www.la5tapata.net, al bandido convertido en mito se lo nombra como: “Juan Bautista Bairoletto o Juan Bautista Vairoletto o José Ortega Bairoletto, más conocido por El gaucho Bairoletto, en cuyo prontuario se registran algunos alias, como Marcelino Sánchez, Martín Mirando y El pampeano, y a nivel popular bautizado como El Robin Hood, El Atila de la Pampa y San Bautista Bairoletto”.

 

Además de las variaciones del apellido de Bustriazzo a Bustriazo, como le sucede a Vairoleto o Bairoletto, también se rebeautiza en la vida y en su propia obra con diversos nombres, por lo tanto se llama (o le dicen) “Negro” o “Negrito” en su casa, el “Penca”, Juanllanca, el piedra Juan, el Flamenco Bustriz, Juan Salado, Juanmilla, Juancamill, Juan azul, Carlos marilloso, Bustriazo el Viejo, Bustriazo el Joven, Linyera Poeta, el Milodón, y otros. En fin, mito y realidad.

 

* Colaborador

 

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