Viernes 02 de mayo 2025

Ferma: la vida de un artista formidable

Redacción 16/05/2010 - 00.51.hs
La suya es la obra de un innovador, la de un hombre que influyó decisivamente en pintores, dibujantes y escultores pampeanos. Hoy, aún con algún inconveniente físico, no detiene su existencia creativa.
MARIO VEGA
Se pone de pie, sonríe, y me aprieta en un abrazo. Lo miro y observo que sus facciones no han cambiado demasiado. El cuerpo menudo, el cabello oscuro y entrecano prolijamente peinado, un leve temblequeo en su mano derecha y, me llama la atención, se ha vestido para la ocasión: atildado ambo gris, camisa celeste y corbata al tono. "Siempre me gusta estar bien vestido", me explica, "y más si vienen visitas".
De verdad, me inquieta un poco estar ante una persona a la que conozco desde hace tanto tiempo y que hace rato no veía. "Fue un pico de presión el día que me enteré de la muerte de René", expresa acerca de su problema físico. Se refiere al célebre cardiocirujano René Favaloro, el amigo del alma con quien compartió muchos años en su Jacinto Arauz natal.
"Hay gente que es así, tan necesaria", dice Hamlet Lima Quintana. La frase se me ocurre ideal para caracterizar a una persona como él, y le cabe también a Gloria, su esposa. Es que hay gente que es esencialmente buena, personas que irradian una luz muy especial que las convierte en absolutamente queribles. Quizás no sea muy objetivo lo que digo, pero eso siento.
Eduardo Ferma (73) es un artista formidable -aunque me considero un lego para juzgar una obra tan importante-, que pasa todavía muchísimas horas en su atelier, pintando, creando, repasando sus papeles, siempre con la asistencia de su compañera de todos los momentos, quien pese a sus dificultades de salud se las arregla para llevarle la agenda.
Primero me recibe ella, y después me da paso al taller donde el artista me espera, me parece, algo nervioso. ¿Por qué un artífice de su talla podría ponerse nervioso ante una entrevista? La verdad, no lo sé, pero es la impresión que me da. Quizás sea por su extrema humildad, o tal vez porque está en un momento de la vida en que uno torna a ponerse particularmente sensible.

El amigo, el referente.
Eduardo es respetuoso, gentilhombre, y habla de sus cosas con un recato que es difícil de explicar. Refiere a su infancia en Jacinto Arauz, y agradecerá constantemente a la providencia las cosas buenas que le pasaron en la vida. "Es un privilegio", dirá recurrentemente al referirse a las personas que lo marcaron, o que fueron importantes en su existencia.
Hijo de Pedro Marcelo, fallecido a los 29 años, cuando él tenía nada más que 4; y de María Esther D' Brackeller (de origen belga), tuvo tres hermanos, Julio ya fallecido, Nena y Nélida Rosa. Su padre era un productor de la zona de Jacinto Arauz que un día lo perdió todo, lo que obligó a la familia a ir a vivir en una casita en el pueblo, "por entonces apenas un caserío. Ya de chiquito me tocó trabajar, porque me acuerdo que vendía seis botellas de leche de un litro y medio que repartía a caballo, con 5 ó 6 años, y la verdad es que hice un poquito de todo. Resulta que mi abuela materna, Irinea Gómez, a la que le decían la 'Pico Chueco', era una mujer muy inquieta, era la comadrona de la zona. Una vez me puso un farol en la mano y casi me obligó a ayudarla en un nacimiento... cuando vi salir la criatura me oriné", relata Eduardo ese momento que, seguramente, lo iba a marcar en su vida, y en su obra.
Pero habría una persona que sería particularmente trascendente para él. "Cuando René (Favaloro) llegó cambió el pueblo. ¡Qué no hizo! Desde fundar la cooperativa de electricidad en adelante, lo que se te ocurra", dice y se emociona ante la evocación. "Era un ser distinto a cualquier persona... lo comparo con el sol. Yo lo acompañaba por las quintas cuando iba a atender a la gente, y no me perdía nada de lo que hacía. Cachito me decía... Sin dudas fue el gran referente de mi vida, y mi abuela, que era una mujer muy intuitiva me lo decía: "Usted ha tenido un gran privilegio al conocer a este hombre".

 

El estudio, el artista.
Y vaya si lo era. "Yo por entonces era un gran curioso, todo lo preguntaba, y siempre tuve la idea de que tenía que estudiar, así que después de la primaria decidí hacer el secundario en Bahía Blanca, y de verdad tuve mucha suerte porque ya desde los 15 conseguí el privilegio de vivir de lo que me gustaba hacer, dibujar". La publicidad en medios de la ciudad sureña lo iba a ayudar a concretar su sueño: estudiar en la Escuela Panamericana de Artes, en Buenos Aires. "Fueron cinco años de éxtasis, donde conocí a maestros enormes", relata. Después se solaza mencionando a hombres de la talla de Enrique Vieytes, Amadeo Dellaqua, Angel Borisoff, Hugo Pratt y Héctor Oesterheld, entre otros.
Muy joven se vinculó con la gente del diario El Atlántico, pondría más tarde una agencia de publicidad en Bahía Blanca, hasta que allá por 1964 su hermano Julio lo invitó a venir a Santa Rosa, que no conocía. Allí comenzaría a funcionar Ferma Publicidad que, sin dudas, marcó una época y un estilo.
"La noticia en el lápiz", que publicó en el diario La Capital, y además en LA ARENA, La Opinión y La Reforma, fue un clásico de su profuso trabajo. Pero no sólo eso sino que en LU33 también escribió y produjo "Fermianísima", todo libreteado por él mientras Gloria tecleaba afanosamente, en un programa cuya voz ponían el Negro Goncalvez y Mario Boschi. "Radiomonólogos" y "La frase leída para usted" también fueron productos de su inventiva. Si hasta fue el primero en hacer una tira de dibujos animados por Canal 3, en colaboración con Eduardo Pérez (fotógrafo) y El Ruso Di Nápoli, que hacía la iluminación.
Eduardo domina todas las técnicas y permanentemente hizo cursos de perfeccionamiento, con lo que nada le es ajeno. El grabado, la xerigrafía y los óleos suman miles de obras que fue construyendo y que, seguro, extasiarán también a las futuras generaciones. Porque, al cabo, ese es el destino del verdadero artista, que su obra lo trascienda para siempre.

 

Muerte súbita.
Pero no todas fueron maduras para Eduardo. "A los 50 años tuve muerte súbita. Un año y medio desconectado cognisitivamente de todo, autista. Lo que no hizo Gloria... me leía poemas de Bustriazo, de Morisoli, de Neruda, para tratar de conectarme con la vida... no caminaba ni hablaba, hasta que poco a poco la mente y el cuerpo se empezaron a acomodar, pero fue muy duro aquello. Fueron ocho años que me costó recuperarme... Me acuerdo que René -Favaloro, claro- me dio para que le haga las ilustraciones de su libro 'Recuerdos de un médico rural', y mientras estuve tratando de recuperarme hice 19 obras. Es increíble, pero aún después de una situación tan difícil no perdí la creatividad, aunque me dejó en un estado emocional medio raro: he perdido el temor a la muerte. Eso que nos daba tanto pánico, yo ya no lo siento de esa manera", explica.
Tras aquella conmoción que tiene que haber provocado en su vida tamaña situación Eduardo siguió exponiendo y puede decirse que hay obras suyas en todas partes del mundo. En Suecia, Polonia, Australia, Cuba, Estados Unidos... aunque paradójicamente él nunca salió del país, aún cuando fue invitado en muchísimas oportunidades. "Pero me preguntás y te digo... sí, para mi sorpresa me siento reconocido, en cada muestra que hice tuve muy lindas respuestas, y me dieron varios premios como ponerle mi nombre a la galería del Centro Municipal de Cultura, el premio Tapia en la Universidad Nacional de La Pampa, el premio Testimonio... No me puedo quejar", admite con la humildad que lo caracteriza.

 

Su obra.
Eduardo se afana en las recordaciones y muestra fotos, y se refiere a sus obras, muchas de las cuales se acumulan en su taller. Algunas están vendidas, otras esperan su destino, pero están las que nunca -salvo para exponerlas alguna vez-, salen de su casa. Como "Elevación" -refiere a las tragedias provocadas por el hombre en Hiroshima y Nagasaky-, que es quizás la más querida y ahora está ubicada justo encima de la cama ortopédica que Gloria ocupa desde hace algún tiempo. Y "Giselle", la que lleva el nombre de la jovencita que semana a semana los ayuda en los quehaceres de la casa. Hay cuadros, por aquí y por allá, telas, pinceles, pinturas, y un olor muy especial que es naturalmente el clima que mejor le sienta a su creatividad infinita.
"Soy un agradecido de la vida, me encantan los encuentros con los amigos, como este -me halaga- porque me revitalizan. Uno tiene que ser feliz cada día cuando abre los ojos y descubre que está vivo... Con todas las que hemos pasado...", reflexiona sobre los tiempos difíciles que, quizás, cada tanto, se cruzan en sus pensamientos como para valorar aún más lo que tiene. "Amigos al por mayor", enfatiza.
"No. No me faltó nada, quizás un hijo... A veces lo pienso: mis viejos se me fueron muy temprano, y el hijo nunca llegó", cavila. Pero en verdad, parece no faltarle nada, y podría decirse que se siente un hombre cumplido, quizás porque como dice: "Hago lo que quiero, quiero lo que hago". Una definición, una forma de afrontar una vida de permanente compromiso con el arte.

 

Gloria, Favaloro e historias de amor.
"Ferma Publicidad" tenía sus oficinas en Sarmiento 37 y, a pocos pasos, en la esquina con Avellaneda, estaba COBA, la concesionaria de Chevrolet, donde Gloria trabajaba de administrativa. "Fueron siete años de tratarnos por cuestiones comerciales, hasta que un día no se lo que pasó...". Más de 40 años han pasado desde el día que Eduardo no sabe qué pasó, y Gloria se convirtió en, como dice él, la "mano derecha, y la izquierda, y todo... Nunca había tenido un hogar, hasta que a los 34 años no se qué pasó, y aquí estamos. Es como yo, hiperactiva y una compañera excepcional. Siempre me hizo pata", reconoce.
Entre tantas reminiscencias recuerda el día de la tragedia, cuando René Favaloro decidió, abrumado por una realidad que no se correspondía con su obra, poner fin a sus días. "Hablábamos siempre por teléfono... Se despidió sin que me diera cuenta, 9 días antes. 'Tenés que venir, aunque sea te tirás en la alfombra y charlamos todo lo que tenemos que charlar... sos un gran artista, espero que tengas el reconocimiento que merecés', me decía. Después me di cuenta que se estaba despidiendo", cuenta Eduardo y se emociona.
Es un momento tocante de la charla, pero sale con una anécdota. Una más. "En el tiempo en que estaba en Buenos Aires hacía historietas, escribía novelas de amor que las editoriales nos compraban por kilo. Sí, como escuchás... venían y se llevaban como si compraran papel viejo, y después podíamos ver esos escritos en las revistas como 'Anahí', o 'María Rosa', que eran novelas del corazón. Y pensar que con lo que pagaban alcanzaba apenas para un biche de chorizo".

 

Una mirada crítica sobre el artista.
"Los trabajos de Eduardo Ferma se nos presentan como apariciones en un trasmundo que él lleva consigo, y que tienden a fijarse en la naturaleza visible. En él los tres mundos del artista: la Imaginación, la Inspiración y la Intuición, crean desde lo eterno que hay en el hombre, dando formas a una estética que anhela revelar la esencia desconocida del ser y la realidad. Estéticamente responde al lema de Platón cuando dijo: 'Dios geometriza', puesto que él es capaz de captar esa divina geometría que es sustentáculo de todo lo que existe". (Humberto Mariotti, Buenos Aires, Julio de 1975).

 


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