Jueves 18 de abril 2024

Para un futuro feminista

Redaccion Avances 08/03/2022 - 20.16.hs

La lucha sigue porque hay que insistirle al mundo por más igualdad, más libertad, más justicia, más amor. Por eso en este 8M la lucha cotidiana se reafirma.

 


 

Victoria Santesteban

 

Militancia. El 8M llama a la reflexión urgente, a pensar y repensarnos, y por supuesto a marchar, a pisar las calles que son todavía, jurisdicción patriarcal. Porque lo personal es político, el 8 de marzo nos remite al recorrido histórico, a la fábrica incendiada en Nueva York, a las trabajadoras y su huelga vigente por mejores condiciones laborales. A la vez, la fecha nos atraviesa calándonos en lo más íntimo de nuestras existencias para repasar la propia historia en clave de género. Y es ahí, con la toma de conciencia sobre el ejercicio cotidiano de derechos producto de las luchas que nos antecedieron, con rutinas que incluyen libertades impensadas, con vidas (más) plenas, desconocidas para las generaciones que las posibilitaron a fuerza de militancia pionera, con disfrute sin precedentes, con goce desvergonzado, ahí es, cuando sentimos en cuerpo y alma los laureles de la lucha que continúa.

 

Continúa porque el presente en deconstrucción sigue arrojando desigualdades y violencias espeluznantes contra los cuerpos que deciden ser mujeres. Porque el presente de disfrute de derechos conquistados se empaña con la violencia patriarcal que nos orbita. Entonces claro que la lucha continúa, convencidas en insistirle al mundo más igualdad, más libertad, más justicia, más amor. Para generaciones venideras que gocen de los beneficios de la soñada igualdad entre los géneros.

 

La lucha cotidiana se reafirma, se inspiran bocanadas de aire que preparan los cuerpos agotados de tanto azote patriarcal, para encarar la militancia diaria con compromiso inclaudicable. La conciencia de género nos mueve hacia las próximas conquistas, con la certeza de que al silencio sumiso no volvemos, nunca más.

 

Historia. La elección del 8 de marzo como fecha emblema de lucha feminista rescata los sucesos de marzo de 1857 en Nueva York donde el día 8 se movilizaron miles de trabajadoras textiles con el lema “Pan y Rosas” en protesta por las condiciones laborales deplorables de mujeres, las jornadas exhaustivas y el trabajo infantil. En 1975 es que la Organización de Naciones Unidas designó al 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer.

 

Sin embargo, en 1909 de conformidad con una declaración del partido socialista de Estados Unidos es que el 28 de febrero se conmemoró el primer día de la Mujer en ese país (recién en 1994 Estados Unidos oficializaría el 8 de Marzo). En 1910, la Internacional Socialista reunida en Copenhague declaró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, aunque sin indicar fecha fija. Como consecuencia de esta decisión, en 1911 Alemania, Suiza, Dinamarca y Austria conmemoraron por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo, fecha que conglomeró la lucha por el derecho al voto, al trabajo, a la formación profesional y la no discriminación laboral. El año 1911 importó para la historia del movimiento feminista un hito trascendental, sobre todo en Estados Unidos, en tanto el incendio a la fábrica Triangle Shirtwaist en el que murieron 123 trabajadoras mientras ejercían su derecho a huelga tuvo lugar el 25 de marzo de ese año. Con posterioridad, Rusia en 1917, China en 1922, España en 1936 fueron uniéndose a la conmemoración, con la paulatina incorporación de países de todo el mundo. En Argentina, con la recuperación de la democracia en 1983 es que el 8 de marzo quedó también incluido en el calendario nacional.

 

Recorrido en Argentina. Como apunta Dora Barrancos, el surgimiento del feminismo forma parte del paisaje de época de la Argentina “moderna” –fines del siglo XIX inicios del XX-. La adhesión temprana al feminismo de las socialistas y de las denominadas librepensadoras significó el reclamo de por lo menos cuatro demandas fundamentales: la remoción de la inferioridad civil, la obtención de mayor educación, el auxilio a las madres desvalidas y la cuestión del sufragio. Más aquí en el tiempo, la recuperación democrática en 1983 importó, entre otras cosas, un renaciente feminismo postdictadura que exigió la remoción de las formas autoritarias y patriarcales con retorno del Estado de Derecho.

 

En este sentido y por supuesto, la lucha de abuelas y madres de Playa de Mayo se ubica como lucha que inspira esa agenda feminista postdictadura. Los temas centrales de esa agenda oscilaron entre la violencia doméstica y el reconocimiento político y, saltándonos varios años, los reclamos del movimiento feminista más contemporáneo focalizaron en derechos sexuales y reproductivos, con la histórica marea verde que consiguió en 2020 el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

 

 

Laureles. Los laureles que la agenda feminista argentina supo conseguir en forma de leyes se registran desde el siglo XIX, con la ley de ampliación de la capacidad civil de la mujer de 1926, con la ley de voto femenino de 1947, la ley de filiación y patria potestad de 1985, el divorcio vincular de 1987, ley de cupo femenino de 1991, la reforma constitucional de 1994 que incluyó en su plexo la Convención contra todas las formas de Discriminación de las Mujeres –CEDAW-, leyes que comenzaron a abordar la violencia doméstica a nivel nacional y provincial, la ley de creación del programa nacional de salud sexual y procreación responsable de 2002, ley de parto humanizado de 2004, ley de educación sexual integral de 2006, ley de protección integral a las mujeres de 2009, ley de matrimonio igualitario de 2010, ley de identidad de género de 2012, la creación de la figura del femicidio como agravante en el año 2012, ley de paridad de género en las listas de candidatos y candidatas a legisladores del año 2017, la ley brisa de 2018 de reparación económica para niños, niñas y adolescentes cuyas madres hayan sido víctimas de femicidio, la ley Micaela de 2018, la tipificación penal del acoso callejero en 2019, la ley de cupo laboral travesti trans de 2020, y la esperada ley de interrupción voluntaria del embarazo de 2020.

 

De esta forma, la concreción de la agenda feminista ha resultado en un bloque normativo nacional que responde a un paradigma de derechos humanos de avanzada a nivel mundial, con normas que hablan de empoderamiento, de vidas plenas y libres de violencias, y que exhortan al Estado y a toda la ciudadanía a involucrarnos en la prevención, sanción y erradicación de la violencia de género.

 

Trabajadoras. El Día Internacional de la Mujer tuvo claro direccionamiento inicial en el campo de los derechos laborales, con reclamos de mujeres que exigían en plena revolución industrial mejoras en las condiciones de trabajo. Es que la todavía contemporánea funcionalidad patriarcal capitalista se valió de la mano de obra baratísima que las mujeres han significado -y continuamos significando-.

 

Si bien el recorrido de lucha en el plano laboral ha sabido conquistar derechos que ejercemos en lo cotidiano -acciones afirmativas como las leyes de cupo para el acceso a espacios postergados, derecho a la educación y profesionalización, jornadas que contemplan las realidades de las mujeres trabajadoras- no es menos cierto que las mujeres seguimos corriendo con desventaja la carrera laboral. De esta forma, las movilizaciones pioneras de 1857 conservan vigencia 165 años después porque el mundo en general y el del trabajo en particular continúa rigiéndose bajo premisas patriarcales de dominación y explotación. En específico, las cifras de la desigualdad de género en el campo laboral a nivel mundial dan cuenta que queda un largo trecho por alcanzar el añorado ejercicio de derechos a la par de nuestros compañeros.

 

Tal es la brecha, que la ONU estima que recién en 135,6 años podrá alcanzarse la igualdad en la participación y oportunidades económicas, el nivel educativo, la salud, la supervivencia y el empoderamiento político. A todo esto, la pandemia vino a retardar el camino ya parsimonioso de desarme de las desigualdades estructurales que nos circundan. Los números de la desigualdad laboral en Argentina y en el mundo no sólo desalientan sino que vienen a confirmar nuestra intuición de brujas: el aggiornamiento patriarcal se las rebusca para explotarnos bajo los mismísimos lemas feministas del empoderamiento. Y así, como mujeres maravillas exhaustas que pueden con todo, las jornadas laborales son dobles y triples para las mujeres, en tanto incluyen el trabajo fuera de casa más los trabajos domésticos y de cuidado al interior del hogar.

 

A eso se suma que somos mano de obra baratísima, que la violación al principio constitucional de igual remuneración por igual tarea - que conforme la ley 26.485 constituye violencia de género laboral- es una constante a nivel nacional (y global), que los techos de cristal si quiera se agrietan, que el mapa de género muestra que por más acciones inclusivas y piedrazos a esos techos, los puestos de jerarquía quedan ocupados por varones tanto en el sector público como en el privado, que las carreras profesionales de mujeres quedan truncas ante el juego tramposo que vende meritocracia y transparencia en medio de desigualdades bochornosas.

 

Por sólo mencionar algunos números de la ONG Ecofeminita, en Argentina el 72% del total de personas que realizan tareas domésticas son mujeres, el ingreso promedio mensual de trabajadoras del servicio doméstico es de $14.500, la brecha salarial entre varones y mujeres es del 28, 4% lo que representa en promedio $39.400 vs. $53.200. La lista de la desigualdad continúa: las licencias por maternidad y paternidad (porque todavía se piensa en términos heteronormativos) vienen a dar por sentado los roles que corresponden a cada persona en el hogar y en el trabajo, sin posibilidad de auto gestión de la dinámica familiar en relación al cuidado.

 

En las entrevistas de trabajo se indaga sobre la realidad familiar de las aspirantes y sobre sus deseos de maternar en el futuro próximo, se nos tacha de complicadas, faltadoras y poco eficientes, por lo que al CV completísimo que supimos conseguir hay que idear un plan de márketing que nos venda mejor. En esa entrevista como en tantos ámbitos de nuestra cotidianeidad, también corremos el riesgo de ser violentadas, de allí que el reciente Convenio 190 de la OIT extienda su vigencia protectora al marco de esas reuniones.

 

A propósito de este convenio, la violencia de género en el mundo del trabajo es otra de las modalidades que la violencia sexista adopta para la opresión, volviendo más utópica la igualdad, la libertad y el ejercicio pleno de derechos. Se suma en violencia laboral contra las mujeres la insistencia de querer vender por trabajo sexual a la esclavitud, a la trata, al intercambio nunca consentido de sexo por lo que fuere. Es que la lógica mercantilista que todo lo impregna pone precio a todo y a todas, cosifica, mercadea, usa y abusa de cuerpos que se descartan como bienes obsoletos. La estrategia histórica de simular trabajo por explotación es artilugio todavía vigente de un sistema que violenta sistemáticamente cuerpos de mujeres, adolescentes y niñas.

 

Presente. Las conquistas feministas en nuestro país y en el mundo arrojan una realidad en la que el ejercicio de derechos por parte de niñas, adolescentes y mujeres es sólo a medias, ni comparable a la situación de privilegio que todavía ostentan los varones. Los femicidios en Argentina son diarios lo que da cuenta de un universo patriarcal que revalida cotidianamente violencias de género en todos sus tipos y modalidades. Estas violencias cotidianas confirman la necesidad de continuar la lucha. Cada acto del patriarcado para reafirmarse reivindica la urgencia de la militancia. Ante la desesperanza y el miedo, ante el dolor y las injusticias, ante un mundo que se escandaliza por la protesta feminista en vez de reparar en los cuerpos abusados y en las vidas arrancadas, esa militancia urgente es además cuesta arriba. Se toma aire ante la realidad que asfixia.

 

Ante los comentarios cómodamente cómplices, ante los discursos que legitiman la cultura de la violación y la muerte, ante las coberturas mediáticas faltas de toda perspectiva de género, tan lejos del paradigma de derechos humanos exigido por nuestras leyes. Ante la mirada jodida sobre la realidad que repite de otros ayeres “algo habrá hecho” para justificar varones, se toma más aire y se sigue. Se respira para continuar viviendo, para seguir la marcha. Porque la lucha urgente que nos quiere vivas y libres, continúa, para un fututo feminista.

 

*Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles

 

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