Oberto: "Sí, ahora quiero ir a Londres"
La historia de Fabricio Raúl de Jesús Oberto es la más particular del grupo de doce jugadores que el domingo a la noche, en medio de una fiesta en la que ellos fueron los anfitriones y no los invitados, ganaron el torneo Preolímpico Mar del Plata y Argentina volvió a conseguir un título después de una década.
El ex pivote de Atenas es el único integrante que no tiene club y tampoco sabe si lo tendrá (el club cordobés ya lo tentó). Por una afección cardíaca tuvo que dejar el básquet el 2 de noviembre del año pasado, cuando jugando en la NBA para Portland Trail Blazers sintió mareos y vértigo en el partido frente al Milwaukee de su amigo Carlos Delfino. Había un antecedente de riesgo: en junio del año anterior había sido operado de arritmia.
Ahí dijo basta. Sin embargo, en febrero regresó al país con buenas noticias de los médicos que lo atendieron en Estados Unidos, y algo hizo "click" en su interior. Así, entre su fuerza de voluntad y el empuje de sus compañeros (todos concuerdan en que es uno de los tipos más queridos), empezó a plantearse el regreso a la selección.
En ese proceso silencioso y día a día, hubo idas y vueltas, esperanzas y desesperanzas, a tal punto que en la semana anterior al arranque del certamen un pequeño desgarro en el aductor izquierdo retrasó la vuelta, en el mismo polideportivo Islas Malvinas que lo vio debutar en con la camiseta celeste y blanca entre los mayores en 1995, cuando se llevó otro oro, el de los Juegos Panamericanos.
El sábado a la noche, luego de la apretada victoria por dos puntos ante Puerto Rico y con la clasificación asegurada para las Olimpíadas, este diario le preguntó -en medio de esa euforia- qué le sugería la palabra Londres 2012: "Ahora dejame disfrutar y pensar en ganarle la final a Brasil. Eso preguntámelo mañana".
Enseguida, ante otro interrogante, el hombre del diente plateado y la sonrisa permanente, contestó con una sutil ironía.
- Después de todo lo que te pasó y ahora que lograron el objetivo, desde el corazón, ¿cómo viviste estas dos semanas de un torneo que ustedes habían pedido jugarlo en el país?
- Del corazón estoy bárbaro..., lanzó con una sonrisa cómplice.
El domingo a la noche, Oberto -que durante la semana había asegurado que fue el torneo que más disfrutó en su vida y en el que llegó a los 103 partidos con el seleccionado- no pasó por la zona mixta para la prensa oral y escrita, y pareció que sería imposible volver a preguntarle por los Juegos Olímpicos. Pero mientras el mejor jugador del campeonato, Luis Scola (que tras cortar una de las redes se la regaló al propio Oberto), hablaba en conferencia de prensa, el cronista eligió romper una regla de la organización que impedía contactarse con los jugadores en áreas no habilitadas. Debe decirse a su favor que en la medianoche del domingo más de una regla se terminó violando.
En ese instante, Oberto venía caminando, junto a otros jugadores, por la manga que terminaba en la vereda de la avenida Juan B. Justo. Allí había un doble vallado de unos siete metros para acceder al micro de la delegación. Era en ese momento o nunca, a pesar de que traía en sus manos un extraño equipo musical de última tecnología, en el que escuchaba a todo volumen el tema "Auto rojo", de Vilma Palma, y a que la gente se desesperaba por saludarlo y sacarse fotos.
- Fabricio, ayer dijiste que te pregunte hoy por Londres. ¿Ahora, qué pensás?
- Todavía estamos en hoy (NdeR: ¿lo habrá dicho porque la pregunta inicial fue casi en los primeros minutos del domingo?). Volvé a preguntármelo mañana.
- ¿Pero querés ir a los Juegos?
- Sííí... aunque vamos a ver cómo llego.
Lo dijo después de jugar, posiblemente, los 18 minutos emocionalmente más intensos de su carrera.
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