Viernes 19 de abril 2024

El sabor de la dulzura

Redacción 27/05/2023 - 00.36.hs

Desde hace una década Mariana Alonso se dedica a lo mejor de la gastronomía dulce: a través de “Estación Chocolate” despliega todo su amor por la cocina en un emprendimiento donde lo sabroso y la calidad es prioridad absoluta.

 

La literatura, el cine, la música tienen grandes historias vinculadas la cocina. A personas o incluso a animales (como la entrañable película de animación “Ratatouille”, en la que una rata se atreve a soñar con convertirse en chef de primera en un restaurante francés de cinco estrellas). Y ese lugar tan cotidiano como clave en un hogar es el que ocupa desde muy chica Mariana, porque es ahí, en la cocina, donde pasa gran parte de su tiempo para elaborar los mejores sabores reposteros, pero sobre todo, para hacer lo que la apasiona.

 

“En mi familia se cocinaba un montón. Mi mamá era docente y yo con 9 años ya la esperaba con una torta. Realmente era muy chiquita pero se ve que es algo que me encantó desde esa edad y lo empecé a hacer porque siempre me gustó la repostería. Fui mamá muy joven, cuando tenía 17 años, y con cuatro hijos me dediqué mucho a ellos, pero cuando crecieron y se empezaron a ir sabía que algo tenía que hacer, por mí y para generar una entrada extra que nunca viene mal, por supuesto”, resume Mariana Alonso (50), que este año cumplirá una década con Estación Chocolate, su emprendimiento de tortas y todo tipo de productos reposteros.

 

“Estación Chocolate” se ubica en la calle Leonismo Argentino 65 de Santa Rosa (muy cerca de la avenida Perón) y el WhatsApp de contacto es el 2954-554263. Mariana toma pedidos individuales, familiares, grupales y para eventos. Su variedad de productos van desde las recetas más clásicas hasta postres con su sello de autora.

 

“Arranqué haciendo bombones, pero la bombonería cuando llegaba el verano se paraba la producción y nadie te compraba, así que me preguntaba qué hacer y para una Navidad arranqué con un budín que me salía bárbaro, que sabía que no le iba a errar. Y a ese budín le agradezco tanto porque empecé a vender y a vender y así arranqué”, se ríe Mariana al recordar su fórmula del éxito para el inicio del emprendimiento.

 

“En ese momento no había la explosión de las redes de hoy así que fui subiendo las primeras fotos en Facebook, funcionó mucho el boca a boca y la demanda fue creciendo. Hacía una torta que sabía que me salía bien y con eso me iba afirmando, le sumé el cheesecake de frutos rojo y la gente después me preguntaba si hacía el rogel por ejemplo y yo me animaba, nunca decía que no, primero le daba para probar a mi familia y después lo vendía, la gastronomía es muy complicada porque si te sale algo mal es difícil que sigan confiando, pero me fui animando y después por supuesto que comencé a capacitarme muchísimo, con muchos cursos y la práctica me fue dando todo lo necesario”, agrega Mariana en la casa que comparte con el médico deportólogo Pablo Swinnen y que en este fin de semana largo se poblará con la visita de algunos de los hijos de la pareja.

 

Pandemia.

 

Mariana despliega sobre la mesa distintos budines, postres y especialidades dulces que llenan los ojos y explotan de sabor en el paladar, un mimo a los sentidos en plena siesta otoñal. Detalla cada receta y recuerda los efectos de un periodo demasiado reciente y que dejó huellas muy marcadas. “La pandemia significó una explosión de ventas, fue tremendo y creo que hoy todavía tengo contracturas de todo el trabajo que hice. No se podía salir, no se podían hacer compras entonces la gente pedía muchísimo, en ese momento le agregué desayunos y la verdad que ese primer año del coronavirus terminé agotada. No volvería a hacer algo así porque yo hago todo sola: arrancaba a las 5 de la mañana y era darle hasta la noche. No tenía horarios, ahora ya tengo todo más organizado y los desayunos los hago sólo para fechas especiales. Terminaba agotada, pero feliz. Hacer este trabajo me encanta, me apasiona, le pongo el ciento por ciento y yo creo que si lo hacés de esa manera tenés buena parte del éxito asegurado”, explicó.

 

“Estación Chocolate” también trabaja con eventos. Llegó a brindar el servicio hasta para 150 personas, una decisión que hoy Mariana percibe como un exceso. “Era un casamiento, no podía decirle que no y recuerdo que al otro día era el Día de la Madre. Fui una osada, nunca más hago eso porque no sirve terminar con ese nivel de agotamiento además de que es un riesgo porque puede salir mal. Hasta 100 personas llego fantástico. Este sábado, por ejemplo, tengo dos cumpleaños y está bueno porque son 50 personas y ese número es súper manejable”.

 

Mariana detalla que el cálculo es de una torta para diez personas. “Son cinco tortas para 50 personas más la torta principal, y si se puede llevar otra mejor porque la gente espera mucho la mesa dulce. Hago las tortas clásicas y otras que no son tan clásicas y a las que les pongo mi impronta, como la de nuez, es la que más vendo; ésa es mi bandera. Por supuesto que el rogel, el lemon pie, la selva negra nunca faltan, pero esa torta es la que más vendo porque es un bizcochuelo bien distinto, húmedo, de nuez y sin TACC, tiene dulce de leche, crema, salsa de frutos rojos y frutillas. Admito que es muy rica”, sonríe.

 

Pedidos y local.

 

Mariana también delega algunos encargos, por ejemplo si piden tortas aptas para personas con celiaquía. “No hago mucho para celíacos por el tema de la contaminación cruzada, entonces lo hago muy aparte de todo o sino se lo encargo a Celeste Fité, de ‘Chichí gluten free’, que yo hice un curso con ella y es lejos la mejor en ese sentido. Cualquier cosa que me piden distinta a lo que yo hago las mando con Cele”.

 

Los pedidos se retiran en la dirección de Estación Chocolate, una decisión que su dueña tomó hace tiempo y que redunda en un beneficio para las partes. “Generalmente hago que lo pasen a buscar por mi casa, termina siendo menos caro porque si tengo que llevarlo lo cobro bien porque es un stress tremendo: conseguir estacionamiento, que no se te rompa la torta, tener muchísimo cuidado. Y además no tengo un auto acondicionado como para ese traslado”.

 

El próximo paso del emprendimiento es abrir un local en su casa. “La idea es hacer algo chiquito, nada de otro mundo, pero me gusta que la gente que te encargó una torta, entre, vea lo que hay y se lleve un alfajorcito, un budincito, tener otras cositas para poder mostrar”, resalta.

 

Mariana también aclara que más allá de lo difícil de la situación por los precios y la inflación mantiene sus recetas con “los insumos de la más alta calidad, eso no lo resigno, se te achica el margen de ganancia, claro, pero ganás en la confianza de la gente”, dice quien aprendió el encanto de emprender por su cuenta y ese sabor la impulsa a ir por más. Como sus recetas, las que solo se consiguen en esa estación llamada chocolate.

 

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