Miércoles 24 de abril 2024

La grandeza de lo criollo

Redacción 07/01/2023 - 00.29.hs

Cristian Espil y Cecilia Monte se criaron en el ámbito rural y ese espíritu lo trasladan a "Sentir de campo", una rotisería y un restó en Santa Rosa y una casa de comidas en Toay. Platos típicos, muy abundantes, música en vivo y la mejor atención.

 

Habían vuelto a Santa Rosa después de varios años y su estado se describía con la conocida frase "con una mano atrás y otra adelante". Era 2012 y la pareja no tenía muy claro cómo sustentar a la familia. Entonces apelaron a la cocina, un lugar que conocen y disfrutan. "Ella hacía los pasteles y nos instalábamos en la laguna, que en ese momento era furor estar ahí porque se podía circular libremente así que iba muchísima gente", recuerda Cristian. "Y la primera tarde que fuimos nos tuvimos que volver enseguida porque los pastelitos volaron", se ríe Cecilia.

 

Cuentan la anécdota y el gesto no les cambia cuando se dan cuenta de que hoy tienen tres negocios gastronómicos diferentes, en dos ciudades distintas, con 15 empleados y toda una familia detrás que empuja ese motor emprendedor que parece no descansar nunca.

 

Ambos tienen 43 años y son bonaerenses. Cristian Espil nació en Guaminí y Cecilia Monte en Salliqueló, pero se conocieron hace 25 años en Santa Rosa y La Pampa es el lugar que encontraron para crecer pero sin perder ese espíritu de campo que les gusta resaltar.

 

"En mi caso vine desde muy chiquito a vivir acá junto con mi madre y ya me quedé", cuenta Cristian. "Yo vine a estudiar el profesorado de Geografía, me gustaba el turismo pero mi familia no podía pagarme para que vaya a otra ciudad y acá tenía unos tíos que me daban una mano así que estudiaba y trabajaba. Y en eso nos conocimos", agrega Cecilia en una mesa del nuevo emprendimiento que puso en marcha la pareja: un restó en la calle Emilio Mitre 1095 (frente al Casino Club, el teléfono es 412333), a la vera de la ruta nacional 5 y que en cada jornada, sobre todo por la noche, rebalsa de clientes que buscan platos tradicionales de dimensiones asombrosas (una milanesa alcanza muy bien para tres comensales adultos), con un gran servicio y la posibilidad de escuchar música en vivo.

 

"Estábamos buscando un lugar para hacer algo nuevo, algo más grande. Un día vine al salón de cumpleaños infantiles que está al lado para reservar una fecha para mi hijo y me paré acá en la esquina y fue algo energético, no sé, 'es acá', dije. Fuimos a la inmobiliaria, arreglamos y empezamos a trabajar durante tres meses. Nos ayudó toda la familia, amigos que venían a tomar un mate y hacían una cosa u otra y el 28 de octubre finalmente abrimos. A mí me gusta la música, tengo un grupo folklórico y quería un lugar donde poder ofrecer eso también, aparte de la comida, claro", resume Cristian.

 

"Vendimos la moto, el auto, todo peso que agarrábamos lo invertíamos acá. Hicimos un esfuerzo muy grande y ahora tenemos que recuperarnos de esa inversión. Por suerte, desde que abrimos la gente nos acompañó muy bien y eso es fundamental. Nos gusta ofrecer esa idea de comer a lo grande, 'a lo bruto' como se dice en el campo", añade Cecilia.

 

Pasteles.

 

Pero antes de contar su última aventura emprendedora, la pareja recorrió un largo camino, que incluyó una mudanza a la localidad bonaerense de Ezeiza. "Nos fuimos en la crisis de 2001, un familiar tenía un negocio y necesitaba gente de confianza. Estuvimos hasta 2012, también tuvimos nuestro primer local de gastronomía, era un almacén al que le agregamos una casa de comidas. A mí siempre me gustó cocinar, me gusta mucho la gastronomía -resalta Cristian-, y cuando volvimos no sabíamos qué hacer, llegamos con una mano atrás y otra adelante y a Cecilia se le ocurrió hacer pasteles. Nos fuimos a la laguna Don Tomás con ocho docenas y las pusimos arriba del capó del autito que teníamos. No duraron ni media hora. Ahí arrancamos y no paramos más".

 

"Los pasteles son de temporada, hasta septiembre u octubre, después ya cae mucho la venta así que teníamos que hacer algo para el verano y empecé con los licuados. Fuimos sumando cosas y a participar en todas las ferias que había, en las distintas fiestas provinciales, cargábamos el auto y salíamos a la ruta. Recorrimos un montón de pueblos así".

 

Ese trabajo "hormiga" se extendió durante cinco años y significó un crecimiento, tanto que en 2017 compraron un fondo de comercio y armaron su primer local en la avenida Luro 3 (casi Pueyrredón, el teléfono es 425133). Allí seguían con los pasteles pero le agregaron más productos de panadería.

 

"El anterior negocio se llamaba 'Sabor Pampeano' y nosotros lo seguimos bajo ese nombre durante un tiempo, mientras tanto seguíamos con las ferias porque no nos alcanzaba. En un momento decidimos agregarle pizzas, empanadas, hamburguesas, lomitos. Y dos chicos que conocíamos y hoy son nuestros contadores nos sugirieron cambiar el nombre para registrar la marca, y así surgió Sentir de Campo, ambos nos criamos en el campo y queríamos transmitir esa idea del tambo, del molino, del paisaje rural".

 

A Toay.

 

"Sentir de Campo" comenzó a crecer, se transformó en referencia y en 2021 se expandió a Toay. "Abrimos en plena pandemia, queríamos ir fuera de Santa Rosa, y Toay siempre nos gustó porque, si bien sigue siendo un pueblo, está en pleno desarrollo. Ahí agregamos un espacio con algunas mesas para cafetería, hay cerveza tirada. Es decir, es rotisería con un barcito. Trabajamos nueve meses hasta que pudimos abrirlo porque por la pandemia todo se retrasaba, pero por suerte pudimos y funciona muy bien", señalan respecto al local ubicado en Roque Sáenz Peña 1394 (teléfono 418946).

 

Cristian y Cecilia llegaron desde Toay "corriendo" para la nota. Se reparten como pueden los tiempos entre un local y otro y la atención de Agustín, Alejo, Alma y Alex, los cuatro hijos de la pareja. Solo descansan los lunes, que es también el descanso semanal para los 15 empleados que trabajan en los distintos negocios de Sentir de Campo.

 

"Nos gusta mucho trabajar en este rubro. Como en el restó estamos en un lugar de paso, al igual que en la Luro, tuvimos turistas de Alemania, de Brasil, hasta de Alaska pasaron. Somos muy inquietos y creo que eso es lo que mueve el espíritu emprendedor, siempre buscar un poquito más. Cuando estás en una meseta ya te movilizás para generar otra cosa, buscás superarte. Hoy estamos a full pero siempre pensamos en la posibilidad, más adelante, de armar o comprar un motorhome y salir a andar", admite Cristian. "Total yo puedo hacer pasteles, pan casero, él puede cantar. Quietos no nos vamos a quedar", completa Cecilia con una sonrisa grande y ese sentir tan campestre que se fortalece desde el trabajo y disfruta desde la comida. Porque si algo es seguro es que en Sentir de Campo nadie se va a quedar con hambre.

 

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