Baraybar, un hombre con vocación de servicio
Podría remedar al gran vate chileno don Angel y decir tranquilamente "confieso que he vivido". Es que tiene tantas historias, tanta vida recorrida, tantas anécdotas, que puede pasarse horas contándolas como si fueran cuentos, uno tras otro, sin aburrir nunca a su interlocutor.
Es que muchos lo recordarán siempre o porque los casó, o anotó el nacimiento de algunos de sus hijos, en su condición de juez de paz, pero fue mucho más que eso. Y, sobre todo, antes que eso, panadero. Es que casi podría afirmarse que ése es el principio de su propia historia.
Hoy, sentado a la mesa del comedor de su casa, allí en Villa Alonso, que fue su entorno natural en la ciudad desde que llegó, don Angel va desgranando recuerdos, desempolvando vivencias, rescatando semblanzas y testimonios.
Dice que no tiene penas, que la vida lo ha tratado muy bien, "con los dolores naturales de la pérdida de los padres, y de los hermanos. Pero por suerte también la salud acompaña, y todo está más o menos en orden. Y... hoy los sueños están depositados en lograr que los hijos y los nietos puedan vivir bien, ser felices, y que como me enseñó mi padre a mí cuiden el apellido, que nunca tengan que hacer nada de lo que puedan avergonzarse", pide en lo que parece un mandato de su vida.
"De secos a millonarios".
"Porque yo vi llegar muchos a la política sin tener un mango, secos, y hoy son millonarios, aunque no parece importarles que la gente murmure cuando pasan. En cambio de mí estoy seguro que nadie puede decir absolutamente nada", se enorgullece. Y obviamente tiene sus razones, porque si bien es algo que debiera ser normal, sabemos que lamentablemente no es así.
Tiene 76 años y está jubilado "con la mínima", pese a que tiene nada menos que 52 años de aportes. Nacido en Fortuna, provincia de San Luis, fueron ocho hermanos nacidos del matrimonio de Martín, el panadero del pueblo, y Genara, que además de criarlos y hacer las tareas de la casa, obviamente también trabajaba en la cuadra.
Después Angel llegaría a Realicó, y junto a otros tres de sus hermanos comenzaron su propio emprendimiento. "Era allá por el año '47, cuando el advenimiento de Perón, que empezaron a darse posibilidades de créditos, y eso unido a que trabajábamos muchísimo hizo que nos fuera bien, muy bien", narra a la distancia.
Un día, corría 1959, se dio cuenta que podía seguir creciendo, y Santa Rosa fue el lugar elegido. Ya casado con Blanca Gaia, llegaron los hijos: Miguel Angel (contador) y Mario Luis (ingeniero electricista que vive en Bahía Blanca); y junto a ellos los nietos, Valentina (17), Martina (13) y Joaquín (5). "Nos instalamos en Alvear 657, donde estuvimos dos años hasta que nos vinimos aquí" -se refiere a la esquina de Victoria y Pueyrredón, donde incluso tiene su vivienda-, donde trabajó hasta el año 2.000. "La verdad es que estaba un poquito cansado, porque fueron 53 años de levantarme a las 3 de la mañana para trabajar en la panadería, hasta las 7 que me iba al juzgado, hasta la una, y así todos los días. Era mucho, así que en el 2.000 decidimos alquilarla y allí está", cuenta.
"Podría decir que fui el primer panadero-masitero en la ciudad, así que también por ese lado estuve mucho tiempo vinculado a los casamientos, porque a muchas parejas me tocó hacerle la torta de bodas", sonríe con el recuerdo.
Peronista acérrimo.
"¿Cómo llegué a la política? En el '87 Manolo (Baladrón) iba a ser candidato a intendente y me ofreció ir en la lista como concejal, y bueno, ganamos y fui vicepresidente del Concejo cuando el presidente era Patucho (Alvarez). ¿Si era peronista? Y cómo no iba a serlo... peronista acérrimo, pero de esos que creen en la justicia social, porque cualquiera sabe que cuando entré en la política tenía mi casa, mi auto y un cierto bienestar, y cuando me fui tenía exáctamente lo mismo". Lo que no dice Baraybar es que -no sucede siempre con los políticos- él no sólo se dedicaba a su función de concejal, sino que siguió trabajando como cada día de su vida. "Siempre trabajamos a lo bestia", ratifica una condición que antes parecía habitual. Aunque seguramente hoy también habrá quien haga un sacrificio parecido.
Cuando llegó el fin de su mandato creyó que allí terminaba todo, pero en realidad empezaba una vida... ¿quizás distinta? "Jorge iba de candidato a intendente y me vino a ver, que necesitaba alguien como yo para ocupar el cargo de juez de paz". Porque aunque muchos no lo sepan Angel era bastante más que el panadero -que no es poco-, sino que atesora un pasado de gran deportista (jugador de fútbol en Ferro de Realicó, pelotaris, bochófilo -hoy es vicepresidente de la Federación Pampeana de este deporte), tenedor de libros en Realicó de las empresas más importantes de la zona, tesorero de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, de la Biblioteca y del club donde supo jugar al fútbol. Y una vez en Santa Rosa dirigente del Club General Belgrano, cuando don René Parada -histórico dirigente- lo fue a buscar para completar la directiva tricolor, integrante por muchos años del Consejo de Administración de la Cooperativa Popular de Electricidad, y miembro de la comisión directiva del Centro Vasco".
Recuerdos de su pueblo.
No podrá decirse que don Angel Ceferino Baraybar no ha dejado huella en su paso por la vida. "En Realicó recuerdo que en una oportunidad compramos unos terrenos que estaban cerca de la estación, junto a otra persona del lugar, para que Ferro hiciera allí su cancha. En realidad se los prestábamos, pero pasó el tiempo y en realidad terminó siendo una donación, así que algo dejamos en el pueblo. Además en Fortuna mi papá había comprado como 50 terrenos, pero también transcurrió mucho tiempo y vinieron a decirme que los Rodríguez Saa los querían comprar para hacer un barrio de viviendas. ¿Sabés lo que hice? Los doné a todos... pero con tanta suerte que dos tías mías, que eran maestras allí, recibieron sus casitas, así que podría decir que cuando uno hace algo bien, el bien vuelve. ¿No te parece?", reflexiona.
Hoy Angel se ufana de caminar por la ciudad y ser un hombre popular. "Todo el tiempo alguien me para y me comenta algo... en algunos casos lo reconozco, pero a veces no, porque han sido tantos los que atendí en el Juzgado, Seguro que algunos se deben acordar de que los casé y fueron felices, y otros dirán 'este fue el desgraciado que me casó', porque a lo mejor no le fue tan bien", se ríe divertido.
Anécdotas de todo tipo y color.
Como juez de paz -cargo que dejó en 2007- Baraybar supo construir una "excelente relación con sus empleados", y recolectó miles de anécdotas.
Fue el primero que consiguió que le permitieran casar los sábados -no estaba reglamentado así-, y en el mismo lugar en que se hacía el oficio religioso. Tuvo que usar más de una vez la picardía cuando el novio, o la novia, se ponían un poco densos. "Hubo uno que cuando le pregunté si aceptaba por esposa a la novia me contestó: 'No me queda otra'. Pero sabés una cosa, el tipo ya había tenido otras cinco mujeres, y la sexta no lo perdonó, le puso los puntos y lo llevó al Registro Civil. Era cierto, no le quedaba otra".
De esas tiene miles: de la novia que con las invitaciones repartidas nunca llegó al juzgado, como venganza porque su novio había sido toda la vida un atorrante y la engañaba; o como cuando tuvo que casar a un hombre de 90 años con una mujer de 72. "Vinieron de la televisión y los llevaron a Buenos Aires y encima le regalaron un viaje de bodas a Punta del Este".
Es una inacabable fuente de anécdotas y recuerdos, y un hombre esencialmente feliz. "La vida me ha dado mucho, no me castigó mayormente, y es cierto, algunas cosas hice...", se despide. No habló de Neruda, pero bien podría plagiar aquella frase que el poeta estampó en lo que era, al cabo, el corolario de su vida: "confieso que he vivido".
Aquellos casamientos "extras" -sin que lo hubiera pensado así- se cobraban y a él le tocaban $100. "Eran 100 dólares, así que los fuimos ahorrando y nos mandamos un viajecito por Europa. Así que no me podía quejar de trabajar extras", reconoce.
"Los hubiera casado, pero..."
Baraybar no se muestra precisamente amplio cuando se refiere al casamiento "igualitario". "Yo creo que el matrimonio es un hombre y una mujer, y me parece que la unión civil está bien para el caso de dos personas de un mismo sexo que quieran vivir juntos legalmente", dice sin dudar. "Para mí la familia es padres, hijos y nietos", dice a contramano de lo que -en ese mismo momento- Crónica Televisión mostraba: El primer casamiento de una pareja de hombres en Buenos Aires. "De todos modos si hubiera sido el juez de paz los hubiera casado, porque ahora la ley lo admite y hubiese tenido que cumplirla".
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