Lunes 12 de mayo 2025

Una mujer contra los molinos de viento

Redacción 04/03/2012 - 09.35.hs
Los campos hipotecados y pequeños productores quebrados, eran una postal de la Argentina de los '90. Recién en 2003, después de una gesta enorme, habría de aparecer para aquellos la luz y la esperanza.
MARIO VEGA
Recuerda la fecha con absoluta precisión: "27 de mayo de 1995". Un baldazo de agua fría le heló el alma y la sumió en la desesperación. Había llegado la orden de embargo y el rematador iba a tomar posesión de los bienes. Los Cornelis eran conocidos en la zona. Eduardo Emilio, el jefe de la familia, era un acreditado administrador rural que, poco a poco, fue incursionando en la producción, y con algunas hectáreas que recibió en donación, más otras que alquiló, se dedicó a la cría y también a la siembra. Tenía su familia constituida, trabajaba -como tantos otros pequeños chacareros de la pampa-, de sol a sol. Pero un día todo cambió para él, y los '90 -como a tantos otros, en diversos sectores de la sociedad- se le vinieron encima.
La fiesta -la de otros, claro- había terminado, y había que pagarla. Y no iban a ser los grandes empresarios, ni los funcionarios que abrieron el paso a las políticas neoliberales los que se iban a hacer cargo.
Ahora, Lucy está sentada frente a mí en su domicilio de Villa Alonso. Atenta, diligente ofrece mate o café, prende un Virginia Super Slims y le da una profunda pitada. ¿Fuma mucho? "Sí, bastante, más de un atado por día". ¿Tendrá esta mujer, sencilla, llana, se me ocurre sincera, dimensión de qué representa, aún hoy?

La vida.
Parece estar en lo que podría definirse como el descanso del guerrero (o la guerrera, para ser más precisos). "Esta es mi vida hoy. En mi casa, con mi nieto Hernán, con 'Cristina' y 'Winona', cocinando, recibiendo gente... Más tranquila", confiesa pese a la diabetes que la tiene a mal traer. "Cristina" ladra y se mueve en derredor de su dueña: "Sí, 'Cristina' por la Presidenta", confirma Lucy.
La idea no es mostrar aquí aquella lucha excepcional que algunos parangonaron con el Grito de Alcorta -a la que se dedicaron miles de títulos en los diarios, y que hasta mereció un libro muy documentado de María del Carmen Valerio-, sino a una mujer sencilla, de pueblo, que un día rompió con las estructuras familiares para ponerse al frente de una lucha ciclópea para enfrentar al modelo neoliberal y sus ejecutores "que venían por todo".
Lucy Graciela Abram (67) es hija de Domiciano Abram y de Verónica Rojo, tiene cuatro hermanos y cuatro hijas: Silvana, Carina, Carola y Carla. Le han dado siete nietos: Hernán (24), Paula (22), Emiliano (21), Salvador (9), Mateo (7) y Alma (6). Nació circunstancialmente en General Acha, pero vivió siempre, hasta que se casó, en Santa Rosa. "Hice primaria en la Escuela 6, y hasta segundo de secundario porque enseguida empecé a trabajar, porque éramos de una familia media baja. Fue por medio de Ismael Amit, que era amigo de mi padre, y entré en el Registro Civil a los 16 años...", recuerda a la distancia.

 

La vida en Winifreda.
Atrás había quedado su infancia "muy dura", en la que ya aparecía "como media líder del barrio. Los juegos inocentes de la época: payana, rayuela, la escondida, juntar cardos rusos para la fogata de San Juan y San Pedro... Otros tiempos. Se compartía todo, no había peligros en las calles, había respeto, y no había llegado el consumismo", reflexiona. ¿Bailes? "No, que bailes, si mi papá era un árabe muy severo", agrega.
Después conoció a Eduardo Emilio Cornelis y se puso de novia. "Cuando nos casamos fuimos a vivir a Winifreda. Conseguí el pase en el trabajo y empezamos a forjar nuestra familia, y al principio todo fue muy bien. Eduardo tenía más de 350 clientes impositivos en su estudio contable, y yo le ayudaba". Pudieron así empezar a hacer un pequeño capital, les llegó la donación de algunas hectáreas, el alquiler de otras y empezó el trabajo de siembra y cría de ganado. "Era un emprendimiento familiar en el que cada uno aportaba lo suyo, porque mis hijas también trabajaban, hacían las tropas, cargaban camiones, abrían tranqueras si era necesario... Hasta que un día apareció Menem y empezó a hablar de revolución productiva".
Algo olió en el aire desde ese momento Lucy. "No sé por qué pero enseguida desconfié...", entorna los ojos detrás de los lentes y parece retrotraerse en el tiempo.

 

La debacle.
Emilio hasta entonces había sido un hombre consagrado al trabajo, que afiliado al radicalismo hasta supo ser candidato a intendente; pero además fue colaborador de distintas entidades. Cuando llegó la debacle el hombre enfermó, y estuvo 10 años postrado. Fueron momentos complicados y sólo la férrea voluntad de Lucy hizo que los acontecimientos se precipitaran de manera tal que -al fin- llegó el alivio. "Lo peor es el olvido, porque él había hecho mucho por la comunidad -colaboró para llevar a Winifreda los dos bancos, con la Cooperativa, trabajó en solucionar el tema del agua del pueblo que tenía arsénico, con los bomberos, con la escuela- y hubo gente que le dio la espalda, y eso sí que duele", rememora Lucy.
El primer síntoma fue la compra de un tractor con un crédito del Banco Nación. "Era 1989 y al poco tiempo debíamos el equivalente a 10 tractores. Las cosas se fueron complicando, Emilio escondía los embargos, no quería que me enterara y poco a poco todo se le vino encima. Justo a él que era tan prolijo con su campo, tan detallista...", no olvida detalles.
"Cuando me enteré del embargo -el rematador era Oscar Brañas, que había trabajado con mi esposo-, no dije nada y después de cenar me fui a dormir. 'Dios mío, qué tengo que hacer', pregunté". Y lo que decidió Lucy entonces iba a ser determinante para la vida de su familia, y para la de miles que atravesaban la misma situación.

 

El inicio del Movimiento.
Al otro día temprano fue a la radio del pueblo y contó su drama. Cuando Emilio regresó del campo le reprochó porque él sentía "una vergüenza muy grande. Me dijo cómo había hecho eso... pero resulta que cuando salí de la radio empecé a recibir llamados de todos lados, y mucho más después que hablé por LU33. Fue una avalancha de llamados, de contactos, y resolvimos hacer la primera asamblea de mujeres el 3 de junio de 1995", precisa.
Sería el inicio de una gesta histórica que se multiplicaría en diversos lugares del país. Había nacido el Movimiento de Mujeres en Lucha, y con ella una contienda que sus integrantes iban a librar en todos los ámbitos. Hubo asambleas, reuniones con autoridades provinciales y nacionales, respuestas equívocas, desinterés, frustraciones, pero se revelaba no obstante un espíritu que se galvanizaba cada día asentado en la solidaridad, y en un grupo de mujeres que se puso al frente de una pelea a la que los hombres no podían frenar. "Hubo muchas peleas matrimoniales, nos amenazaban, nos difamaban, pero nosotras estábamos cada vez más firmes", reitera.
"Llegó a haber 14 millones de hectáreas hipotecadas que Menem se las iba a vender a Estados Unidos, después de hacer la reforma de la Carta Orgánica del Banco Nación, así que lo nuestro se terminó transformando en una lucha por la soberanía, porque venían por todo", enfatizó.

 

Sin rencor, pero sin olvido.
Después de impedir el remate de su campo, Lucy se quedó nada más que con las tierras, porque la situación le llevó su vivienda particular, herramientas, tractores y maquinarias y 400 vacas de cría y 300 novillos.
Lucy no tiene rencores, pero no olvida. A los que la trataban ""casi como si fuera una delincuente, cuando lo único que queríamos era salvar el producto de nuestro trabajo", pero tampoco a miles que participaron activamente de la lucha, y que sintetiza en los nombres de Joaquina Moreno -"otra extraordinaria luchadora que murió sola", señala-, Rosita Garat, los abogados que las representaron como Omar Melich, y también Jorge Mafud. "Por favor, nombralos, y también a Carlos Pérez Póveda que me creyó y fue un gran síndico. Aunque son tantos que hay que recordar".
"Qué más puedo decir... que a mi Argentina le di todo, y que lo que hice fue como una misión que Dios te da en la vida, porque soy de los que creen que hay que dejar una estela en la vida. Pero hay que estar atento para que aquello no vuelva a pasar, porque los neoliberales continúan allí, agazapados...".

 

 
Mario Vega

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