Jueves 19 de junio 2025

Una amistad, unidad por la guerra

Redacción 01/04/2012 - 10.19.hs
Jorge Becerra y Jorge Luis Cáceres simbolizan la amistad perdurable en la crueldad de una historia caracterizada por la guerra, la tragedia y la soledad. Ambos son personas íntegras que se emocionan mirando a sus hijos, sus nietos y su familia conformada con los años. Los dos caminaron a la par durante casi toda su vida y fueron protagonistas de uno de los episodios más terribles del país. Ellos se sientan y presentan como dos trabajadores vinculados al área de la construcción y la agricultura. Son pampeanos que se conocieron en el Servicio Militar Obligatorio durante la Guerra de Malvinas.
Becerra nació el 2 de diciembre de 1962 en Santa Isabel. Desde el comienzo, la vida no lo trataría de la mejor manera.
Cuando tenía ocho años, su padre -un empleado rural- murió por causas naturales y al año siguiente su madre, ama de casa, perdió la vida en forma similar. Tras quedar huérfano, Jorge se vino a vivir a santa Rosa junto a sus abuelos maternos. Realizó sus estudios primarios y a los 14 años decidió dejar la escuela para ponerse a trabajar en la construcción. Fue albañil hasta los 18 años, cuando comenzó el Servicio Militar Obligatorio.
Cáceres, en tanto, nació el 5 de setiembre de 1962 en General Acha. Hijo de un hachero y de una ama de casa, el muchacho prácticamente no fue a la escuela sino que dedicó gran parte de su infancia y su adolescencia a ayudar a su padre en sus labores. A los 18 años, empezó "la colimba".

Amigos.
La amistad de Jorge y Jorge Luis se entabló en la base naval Puerto Belgrano, en Punta Alta. A los dos los uniría la patria pampeana. En "la colimba" recibieron, durante dos meses, las instrucciones básicas de navegación y marina. Luego, las autoridades militares los enviaron juntos al cuartel base del Puerto Belgrano donde, entre otras tareas, realizaron labores de albañilería, pintura, electricidad y mantenimiento.
El 2 de abril de 1982 a las siete de la mañana, mientras realizaba la fila de formación, ambos se enteraron
por medio de un oficial de apellido Videla que Argentina planeaba tomar y recuperar las Islas Malvinas. "Me informaron que íbamos a ir a pelear, me puse contento, era un chico de 18 años que estaba orgulloso de ir a pelear por su país", sostiene Becerra con la mirada fija en el piso.
Los amigos partieron el 16 de abril a las 11.30 a bordo del Ara General Belgrano, un crucero de la Armada Argentina que operó durante la Segunda Guerra Mundial en la costa oeste donde se encontraba en el interior de Pearl Harbor durante el ataque a Pearl Harbor.

 

Torpedo.
En el interior del crucero iban a bordo 1.93 tripulantes, entre ellos autoridades militares, soldados, civiles y familiares. El barco tenía armamento de unos 25 kilómetros de alcance y 66 bocas de fuego. El 19 de abril llegó a la Isla de los Estados y, por problemas de munición, se dirigió luego a la Base de Ushuaia. El 24 de abril zarpó de nuevo hacia la isla de los Estados y el 2 de mayo recibió el ataque con dos torpedos del submarino HMS Conqueror, determinando el hundimiento del crucero y la muerte de 323 tripulantes. Los registros históricos indicaron que la zona donde estaba el General Belgrano no pertenecía a un área bélica.
"Era artillero de la Novena División y telefonista, bajaba de la guardia a las cuatro de la tarde sobre la cubierta principal, junto a un compañero, cuando escuché una enorme explosión en la parte de la popa. Al segundo, otra explosión más en la proa. Fue un momento terrible, escuchaba gritos y a los jefes diciendo que los ingleses nos estaban atacando", recuerda Jorge.

 

Balsas.
Jorge Luis, por su parte, rememora que ese día entregó la guardia a las 12. Fue a almorzar y luego a dormir. "A las cuatro de la tarde, mis compañeros de habitación fueron a tomar el matecocido a una de las salas. Me invitaron, y me levanté para ir pero decidí tirarme un rato más en la cama. Luego, escuché el primer torpedo en ese lugar, donde estaban mis compañeros tomando el matecocido, todos ellos murieron y rápidamente me puse la ropa y fui para otro sector", describe. Y amplía: "Cuando todo pasó, tiramos 60 balsas al agua, nos metimos allí y estuvimos 44 horas, los dos amigos separados, en el mar. Casi nos congelamos, teníamos hambre, frío, sed, pero lo único que nos importaba era salvarnos", dice.
Las balsas fueron rescatadas por un buque-hospital argentino que envió a los tripulantes a un centro asistencial de Ushuaia donde fueron atendidos. Jorge y Jorge Luis regresaron a los días siguientes a La Pampa. Ambos definen ese momento como "bastante triste y solitario" y ponderan la labor de todos los combatientes que dejaron su vida por luchar en las islas. Los amigos se miran a los ojos, por momentos sonríen y recuerdan con simpatía la experiencia que los marcaría por el resto de su vida.-

 


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