Sabado 28 de junio 2025

El Negro Braile, personaje de una época

Redacción 17/12/2017 - 00.26.hs

En otra Santa Rosa más linda que esta que hoy vivimos, hubo gente que hizo muchas cosas. Y rememorar aquellos tiempos es reconocer a quienes, a su manera, fueron construyendo la sociedad que hoy somos.
MARIO VEGA
Hubo un tiempo que fue hermoso... sí, claro que sí. Al menos en algunos aspectos de la vida, porque también -es verdad- hubieron de las verdes, momentos que resultaron turbulentos y complicados. Y vaya si también estos tuvieron incidencia en la vida de la gente.
Julio Orestes Braile (71) es uno de esos vecinos de la ciudad que supieron -o saben- de esos vaivenes de la vida. Transitó años de popularidad, de cierto predicamento en el mundo de la música, sobre todo, y también realizó otras actividades por las que se lo reconoció: por ejemplo su condición de gremialista municipal que, al cabo, le iba a costar en su momento el despido -aplicación de la ley de prescindibilidad era el eufemismo que se usaba para eso, en aquellos tiempos aciagos-, pero también anduvo por los caminos del deporte. Aunque esta versión -por lo menos para mí- no era su faceta más conocida.

 

Juventud acumulada, bien llevada.

 

El Negro Braile -"todos me nombran así, y hasta tengo un mail en el que me identifico de esa manera", señala-, lleva donosamente su juventud acumulada... Decía los otros días -a propósito de un encuentro con Delfor Sombra- que a los morenos los años le llegan pero -aparentemente, solo eso- parecen hacer menos mella en su piel... Por lo menos es lo que podría decirse viendo por allí, caminando, al Negro Braile. El físico indemne, en línea, su sonrisa en banderola siempre presta, y sólo el cabello grisáceo cayendo sobre su frente denunciando que el tiempo ha sucedido.
"La verdad es que trato de cuidarme, y cuando puedo salgo a caminar con mi señora. No hay demasiados secretos", confirma.

 

El Negro artesano.

 

Le comento de charlar un rato, de hablar de sus aconteceres, de la Santa Rosa de hace algunos años, y de lo que pasa hoy en día, y enseguida asiente. En Pellegrini 148 El Negro tiene un comercio ("Raíz, bienes y objetos"), donde exhibe y vende artículos artesanales que él mismo elabora, y además su esposa, una de sus hijas (Valentina), y hasta su suegra que "tiene 96 años" y también se dan el gusto de aportar lo suyo.
"Aquí la paso bien... me entretengo haciendo cosas en mi taller, porque te obliga a prestar atención a lo que estás haciendo y un poco te evadís de algunas cosas que están pasando y que sí, eso sí, me perturban", cuenta de entrada. Y ya explicará de qué se trata.
En algún momento El Negro sorprende porque cuenta que volvió "a la Escuela Industrial nocturna... Cuando era funcionario (director de Comercio) estaba pasado de vueltas así que hice primero un curso de Herrería, después Carpintería, Electricidad y el de Restauración de Muebles. Y también quise hacer el de Marquetería, pero no me dejaron entrar", se ríe.

 

La familia, los estudios.

 

Nacido en Santa Rosa, es hijo de Orestes -el histórico mayordomo de la Escuela Industrial, cuando funcionaba en 9 de Julio y González, donde hoy está el Ministerio de Salud-; y de Julia Saavedra, quien supo ser "muy buena modista. Mi papá era porteño y llegó a Santa Rosa en 1935, la misma semana que Carlos Gardel se había matado en Medellín", precisa. Julio tiene una única hermana, María Rosa, profesora de Inglés, que es también artista visual y que no hace mucho presentó una de sus esculturas en Florencia (Italia).
Casado con Graciela Buffetti, tienen cuatro hijos: Paola, Emanuel, Bruno y Valentina. Los nietos todavía no han llegado, y el Negro no quiere imponer nada: "vendrán cuando tengan que venir", admite.
Hizo la primaria en la Escuela Normal, y el secundario lo iba a hacer -no podía ser de otra manera- en la Escuela Industrial. "Papá era el mayordomo, y nosotros vivíamos en lo que sería el fondo de la escuela, por lo que siempre me moví por el centro de la ciudad", expresa.
En la Enet -donde se recibió de Mecánico Tornero- tuvo como compañeros, entre otros al Zurdo Núñez -conocido entrenador de cestobal-, Taky del Olmo (que iba a llegar poco más tarde), Gioppo y Omar Alonso.

 

El camino de la música.

 

Muy pronto se vincularía con la música: primero tomando clases de piano, desde los 5 años; un año de bandoneón con José Cambareri, y otro de acordeón con la profesora Gavilán. "Papá siempre tocó la guitarra, y llegó a integrar un conjunto muy reconocido, 'Cochicó', donde estaban Quique Fernández Mendía, Acuña, Rodríguez y Nélida Ester Domínguez. Alguna vez me pude sumar tocando el bombo", evoca.
En sus primeros años era inquieto, y cuando podía se escapaba al Salitral para "tocar la guitarra por un mate cocido... pero también me hice hacer por mi papá un cajón para lustrar, y en el centro me mezclaba con otros muchachos que, después, serían boxeadores, nuestros campeones", como Golepa y Brujo Cabral, Justino Heredia, y tantos ("Cuando peleaban ellos yo estaba ahí, firme en un ring side", recuerda). Le gustaba hacerlo, y no era porque en su casa se necesitaran las monedas que podía llegar a juntar.

 

También el deporte.

 

El deporte iba a estar muy presente en su adolescencia: "Jugué básquet en el Club Santa Rosa, con los hermanos Escudero, Carlitos Gómez, Jorge De Bonis, Yoyi García, el Flaco Bragulat, el Gordo Felice... pero también le hice al sóftbol, porque la Escuela Industrial era la cuna de ese deporte. También un poco de tenis en El Prado, pero poquito...".
Explica que cuando se fue volcando a diversas actividades fue dejando atrás las demás: así hizo primero dejando el deporte por la música, luego vendría la etapa del gremialista; y más tarde cuando ocupó el cargo de director de Comercio. En las sucesivas intendencias de Oscar Mario Jorge cerró su comercio -Bombonería "Todo Rico", que estaba junto al Banco de La Pampa y que atendía con su esposa- por entender que era incompatible con la función.

 

Santa Rosa de fines de los '60.

 

La Santa Rosa de hace algunos años era otra cosa: casi bucólica, tranquila, y linda... Sí, linda. No era esta ciudad de hoy que a veces advertimos frenética -en su tránsito callejero, en su gente que anda apurada para llegar quién sabe dónde- no era esta Santa Rosa perturbada, deslucida, lejos de aquella postal de pulcritud y orden que supo caracterizarla.
En aquella ciudad que referimos -donde todos nos conocíamos-, hubo un instante en que algunas cuestiones empezaban -al principio tibiamente- a manifestarse: eran los tiempos juveniles de las primeras salidas, de los grupos musicales que asomaban -fuera de las tradicionales orquestas típicas que ya eran sumamente conocidas, como la de José Cambareri, Los Caballeros del Tango, y algunas otras-; o de otros ritmos que animaban los bailes de la zona con su melodía cumbiantera (todavía no había germinado el cuarteto).

 

Los "asaltos", los bailes...

 

En esos tiempos, fines de los '60, principios de los '70, la juventud se divertía con los entonces vigentes "asaltos" -eso de poner todos un poquito y juntarse a bailar y pasarla bien en la casa de alguien-, y en todo caso estaba la alternativa de los bailes que se realizaban en los clubes.
Antes del momento de los boliches, populosos bailes se realizaban en la planta alta de la confitería La Capital, y también en El Águila. Luego vendría el momento de los boliches. Kascote -hoy funciona un comercio de zapatería en calle Gil- y la confitería bailable 04 -en calle Avellaneda, frente al Banco de La Pampa- serían los dominantes de una época en la ciudad. Al mismo tiempo trabajaba Capri -para personas un poco más grandes frente a la plaza-, y más adelante Adlon, y algunas otras.

 

"La nueva ola".

 

Los Beatles habían empezado a dominar el universo musical, y surgieron los que quisieron imitarlos, en todos los lugares del mundo, del país, y también entre nosotros, claro.
Obviamente en Santa Rosa hubo una movida en ese sentido, y El Negro sería uno de los impulsores.
No son muchos los que saben que el grupo "Los Goncalvez", fue el primero en la zona que empezó a hacer una música distinta a la de las llamadas orquestas típicas. "Nunca supimos por qué se llamó así...", confiesa hoy Braile. Lo integraban además José Saavedra en batería, El Ruso Dalpó en clarinete (ex trabajador municipal), Pelusa Bonemezón (ritmos: pandereta y timbales) y Carlos Schulz en acordeón.
Después se conformarían "Los Violentos", con Pocho Roldán, Horacio Mansilla y Lito Sepúlveda. "Eran lo que se llamaban conjuntos de la 'nueva ola', música beat porque tocábamos temas de los Beatles. Y la verdad es que nos fue muy bien, porque recorrimos todos los clubes de la ciudad: Argentino, Penales, Sarmiento, Santa Rosa, All Boys, San Martín, Estudiantes, y muchos pueblos del interior".

 

Llega "Grupo 04".

 

Aquellas formaciones tuvieron indudable éxito, pero casi podría asegurarse que el que marcó esa época fue "Grupo 04", con el Negro tocando la guitarra y cantando; Lito Fasci (guitarra), Yuyo Segurado (batería) y Horacio Mansilla (bajo). "Más adelante compramos un órgano y se sumó Tachi Gaich, que hasta ese momento estaba con José Cambareri", relata.
Agrega enseguida que pasaron alguna vez como bateristas el Gringo Zorzi, Piojo Domato y Roque Pissa -había venido con Los Americanos-; y que Alfredo Roldán (El Chaqueño) tocó la guitarra y después el bajo; y otro chaqueño, Pilín, interpretaría también el bajo.
"El doctor Ongaro nos ofreció un lugar en su casa -Olascoaga y Sarmiento- para que fuéramos a ensayar... De verdad que fue un hombre extraordinario -lo reconoce-, y su esposa también era fabulosa. Así que allí íbamos con el grupo a hacer ruido", completa.
Serían seis años de éxitos, desde 1968 a 1973.

 

Volver a cantar.

 

Cuando se cumplieron 40 años de la disolución de Grupo 04, de la última actuación que había sido en 1973, se dio el gusto de volver a cantar en el Teatro Español, en un recital en el que fue acompañado por Federico Camiletti (piano), Gonzalo Gauna (guitarra), Marcos Bustos (batería y percusión), Santiago Coronel (bajo) y Yuyo Segurado (percusión).
Hizo un repertorio amplio, que fue desde Luna Tucumana, pasando por Puerto Montt, Así, Rosa Rosa, No soy de aquí ni soy de allá y Noelia, para concluir con La Bamba coreada por todo el público, que le devolvió en aplausos el afecto que había sabido granjearse. "Mirá, se me pone la piel de gallina", expresa y muestra que -con el sólo recuerdo de aquel momento- la emoción retorna a su alma.
"¿Sabés una cosa? El año que viene -está ahí, a la vuelta de la esquina- quiero volver a hacer algo. Veremos si en Teatro, o en Medasur... y sí, temas melódicos, folklore... un poco de todo. Y también algún tango, quizás Café la Humedad", me dice como para conformar mi interés por este ritmo.

 

Despido y regreso al municipio.

 

Le gusta recordar... y se le ilumina el rostro al revisar las vivencias más lindas. Pero se entristece al acordarse de otros momentos aciagos: el despido en el municipio: "el día del golpe del '76 concluíamos un paro de 72 horas. Te imaginás... fue recontra oportuno", sonríe. "Fue bravo, pasar por el dolor de saber que le decían a los compañeros que no hablaran con nosotros. Esa noche lo metieron preso a Miguel Maldonado, que era el secretario general, y con su señora fuimos a ver al abogado Ciro Ongaro para un habeas corpus...".
Había ingresado a la municipalidad en 1967 como dibujante, "era el gobierno de las tres M: Molteni, Mariani y Molas", aclara.
En un momento quiere agregar algo: "Hoy me da mucha bronca cuando dicen que el empleado municipal no quiere trabajar... Lo que te digo es que la responsabilidad de lo que pasa es de los funcionarios, del intendente para abajo. El empleado municipal no tiene ningún problema en trabajar", los defiende.
Se amargó más de una vez El Negro después en la calle por la 'invisibilidad', eso de que "pasaba gente con la que te habías tratado toda la vida y disimulaba mirando para otro lado. Fue duro. Me quedé sin trabajo, y no conseguía nada, así que algunas veces me iba a Buenos Aires y cantaba en alguna cantina de la Boca. Un tiempo hice bolsas de polietileno y salí a vender por los comercios. Era una forma de intentar zafar del mal momento".
Pidió su reincorporación en el advenimiento de la democracia, en 1983, pero hasta el '89 nunca le contestaron. Fue Manuel Justo Baladrón el que lo reintegró, y más tarde lo iba a designar director de Comercio, cargo que ejerció también con Oscar Mario Jorge.
Dio la casualidad que cuando charlábamos en la vereda de su comercio pasó Baladrón junto a su esposa. El saludo afectuoso, y El Negro que aprovechó para agradecer -una vez más- aquella "mano" que el ex intendente le dio en su momento.

 

Luchar contra el olvido.

 

"Esto es lo bueno que tiene este lugar, que me encuentro con conocidos, que pasa alguien y te saluda... Y está bueno. Pero lo cierto es que a Santa Rosa vino mucha gente de afuera, y hay nuevas generaciones que no saben qué hizo cada uno de nosotros años atrás, y hay que entenderlo", admite.
También es verdad que el tiempo va dando lugar, inexorablemente, al olvido, y no está bueno. Los pueblos, sus ciudadanos, debieran mantener su memoria íntegra con todos los sucesos, incluso para aquellos que algunos pueden considerar no tan trascendentes.
"Será por eso que es muy lindo encontrarse y contar cosas con gente conocida. Este, el negocio, es un lugar de encuentro, aunque entiendo que muchos ignoren aquellos tiempos. A mí, recordarlo, me hace emocionar, y a lo mejor puede ser una suerte de bálsamo ante estas situaciones que estamos viviendo en el país, y que de verdad me perturban. Y mucho...".

 

PREOCUPACION POR ARGENTINA

 

“A este país lo maneja Magnetto”
El Negro Braile cuenta que cuando ingresó a trabajar en la municipalidad de Santa Rosa –“como dibujante, porque en la Enet aprendíamos dibujo”, aclara–, empezó a tomar conciencia de algunas cosas que no le agradaban para nada. “No me gustaba la prepotencia de algunos jefes... vi algunas cosas que sentía que no estaban bien y decidí que tenía que intervenir. Con Miguel Maldonado armamos una lista que le ganó a la que sería la oficialista (más cercana a Eduardo Feliz Molteni), y empezamos a trabajar en el gremio. Precisamente cuando se produjo el golpe del ’76 nosotros estábamos de paro”. Más tarde lo iban a declarar prescindido.
Ahora, en este mismo momento, analizando los últimos acontecimientos, Julio se muestra preocupado. “Hoy en sí como persona, como ser humano, me siento muy perturbado por el desastre que se está haciendo con el país. Porque tenemos hijos, amigos, familiares, que pueden sufrir las consecuencias de este desastre, y además una ciudad y una provincia que también sufren las consecuencias”.
Se quejó de los funcionarios que “en su mayoría en los cargos públicos hacen más vedetismo que políticas que se ocupen de la gente. Me duele profundamente, me perturba día y noche lo que sucede y no lo puedo manejar. Porque nos merecemos vivir en un país mejor; no podemos volver a situaciones pasadas: ves lo que quieren hacer con los jubilados y no se entiende. No sé por qué no se le pidió la renuncia a toda la cúpula de la CGT por cómo se ha comportado”, razona.
Se quejó con amargura de Mauricio Macri. “El presidente no puede ser inmune. Está vendiendo el país... cómo va a decir como dijo: ‘acá hay que recaudar, no hay que evadir... si él, el padre y su familia son los mayores evasores. Las promesas de campaña que hizo fueron un chanterío que se veía en cada programa de tevé al que iba. A este país lo maneja Magnetto... y la Sociedad Rural”, disparó.
Trajo a la memoria sus momentos más difíciles, cuando lo despidieron y no encontraba trabajo. O no le daban.
“Me encerré mucho en mí mismo en ese momento. Ensimismado, escuchaba radio Colonia cuando pasó todo aquello”, rememora. Hay que decir que radio Colonia es una emisora uruguaya que –en cada recurrente golpe militar que se producía–, le informaba a los argentinos lo que verdaderamente estaba pasando en el país.
Expresa, por si hiciera falta, que es afiliado peronista. “Yo voy a discutir en cualquier lugar por ideología, pero si alguien es un chanta es un chanta, esté donde esté parado. Soy justicialista, quiero que seamos más pares... Por eso me conmueve tanto todo esto que está pasando”, cierra.

 

Historia de un seudónimo

 

Cuando integraba el grupo “Los Goncálvez” –insiste con que no sabe por qué se denominaba de esa manera–, Julio Orestes Braile no era quien era.
¿Cómo fue eso? “Sí, a alguien se le ocurrió que tenía que llamarme Rubén Manfrín... y bueno, quedó como que el cantante del conjunto era Rubén Manfrín”.
Pero un día, años más tarde, pasaría un pequeño sofocón El Negro. “Teníamos la bombonería con mi esposa Graciela, cuando entró una señora que creo era de General Acha... ‘¿Hola? Cómo estás Rubén’, me dijo y me dio un beso en la mejilla. A Graciela no le gustó nada y cuando la clienta se fue me pidió explicaciones... No me creyó mucho cuando le aclaré que había sido mi nombre artístico. ¡Y era verdad, claro que era verdad!”, se “defiende” a la distancia.

 


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