Sabado 27 de abril 2024

Cierra tradicional panadería

Redacción 01/07/2023 - 13.19.hs

No alcanza el tiempo ni las líneas de este diario para resumir 30 años de trabajo, donde hubo momentos muy buenos y otros no tanto, pero Rocío Ayelén y Ornella Maitén ya crecieron, disfrutaron de su niñez y adolescencia en el lugar y ahora toca tomar una decisión para disfrutar del tiempo libre. Estas fueron las profundas conversaciones que tuvieron las dos jóvenes con su padre Mario Ricardo Sack para cerrar la panadería “Ayelén”.

 

Desde hoy, aquella panadería que se destacaba por sus grandes galletas de campo y el pan de miga dejará de producir y pasará a manos de los hermanos Herbsommer de “Guter Teig”, local que se encuentra en la esquina de Roque Sáenz Peña y Ameghino. No fue una decisión fácil de tomar, llevó varios años, pero ayer Mario Ricardo Sack terminó todos los trámites de venta.

 

En ese emotivo último día, un equipo de LA ARENA se acercó al local de la intersección de la calle Provincialista y la avenida Spinetto para conocer la historia de “Ayelén” y de sus dueños. Mario es su dueño, tiene 65 años, está jubilado, pero desde los 11 años comenzó a fabricar pan junto a su padre, quien le inculcó los valores de este oficio. “Cuando iba al secundario me levantaba a las 6, tenía que ir a la panadería un rato y luego al colegio. La idea de mi viejo era que estudie, pero yo era cabeza dura y no estudié, así que toda mi vida trabajé de panadero”, explicó.

 

“Lo que sabía hacer”.

 

Tras realizar la conscripción en 1958, con su papá construyeron la panadería que se encuentra la intersección de Roque Sáenz Peña y Ameghino. Justamente sus nuevos dueños son quienes le comprarán el fondo de comercio. “Empezamos desde el cimiento y la levantamos toda”, recordó. Tras la venta de ese lugar por problemas familiares, Mario emprendió su proyecto independiente.

 

“Lo que yo sabía hacer era ser panadero, así que vendí mi casa y compré el terreno para construir acá. La construimos de cero, puse los albañiles, llamé al maestro mayor de obra, le hice un dibujito de lo que quería hacer y me fui de vacaciones a Monte Hermoso 15 días. Cuando volví me estaba esperando el maestro mayor de obra y yo tenía plata porque fui al Casino y, por decirte a valor de hoy, gané tres o cuatro millones de pesos…”, dijo entre risas al mencionar ese episodio de cuando tenía 34 años.

 

El 30 de marzo de 1994 comenzó a fluir el emprendimiento familiar junto a su pareja Marta Gallo y Rocío Ayelén, quien en ese momento no tenía más de dos años; luego llegó Ornella Maitén que hoy tiene 27. “En tres meses levantamos las paredes, compré hornos, maquinarias, me endeudé en el Banco de La Pampa, vendí todo, me quedé sin nada, pero puse todo acá. En ese momento, mi capacidad de trabajo era otra, estaba 18 horas trabajando, pasaban dos o tres días que no veía la luz del día. Había una habitación y el primer tiempo vivíamos acá porque no nos quedaba otra”, mencionó.

 

-Cuando vinieron hace 30 años, ¿qué estaba construido en esta zona?

 

-Había unos cuatro negocios en la cuadra, estaba todo vacío. Me acuerdo que mi señora miraba por la ventana, no estaba la Toyota, se veía el cementerio y me decía “a los muertos le vas a vender pan” –dijo entre risas- y casi que tenía razón porque los primeros dos meses fueron duros. Me levantaba a las 4 de la mañana porque estaba acostumbrado a madrugar y me quedaba sentado en la mesa… Y no podíamos hacer propaganda, era esperar a que la gente entre…

 

Buenos y malos momentos.

 

Marta se encargaba de la pastelería y Mario del pan. Durante los buenos momentos, ambos tenían sus empleados para cada rubro. “En 2008 o 2009 fueron los mejores años porque por día entraban unas 400 personas”, manifestó y señaló que hacían “de todo” y que les gustaba que todo “salga perfecto”.

 

Los grandes puntos de ventas fueron las escuelas, organismos públicos y cuando se presentaban en alguna licitación, ya habían dejado de llevar pan a las despensas de barrios. También abrieron una sucursal en la calle Yrigoyen con el nombre de “Maitén” que duró un tiempo.

 

Ayelén, que también se encontraba durante la entrevista, aseguró que el negocio “empezó a temblequear” cuando falleció su mamá, un momento que sin dudas la familia no se lo esperaba. “Ya no había alguien que se ocupe de la mitad del emprendimiento”, afirmó la joven de 31 años. “Ese fue un gran golpe porque uno pensaba disfrutar lo que construimos e hicimos, perder la pareja y la compañera, fue difícil. Pero la panadería me obligó a levantarme y no encerrarme en mi casa”, acotó Mario.

 

La pandemia sentenció lo que estaban debatiendo desde hace un tiempo: cerrar el local y empezar una nueva etapa. Con las restricciones de movilidad y con las escuelas y distintas instituciones sin actividad presencial, dificultó el mantenimiento económico de “Ayelén”. “Me agarró con nueve personas trabajando cuando entraban 15 personas por día”, afirmó.

 

Un cartel.

 

“Vendo fondo de comercio”, fue el cartel que colocaron en la puerta del local para conocer quiénes estaban interesados en el lugar. “Aparecieron varios, pero vinieron los chicos de Guter Teig y ya querían cerrar el negocio”, indicó la joven y comentaron que los nuevos dueños ya comenzarán a trabajar desde el 1º de agosto, mientras tanto pondrán a punto el espacio.

 

Ahora Mario se dedicará a disfrutar del tiempo libre, alternará entre viajes familiares y de travesía con los amigos. Quedarán en el recuerdo aquellas galletas de campo que llegaron hasta Buenos Aires o los panes de miga que fueron distribuidos por toda la provincia. “Todavía no caímos de lo que va a pasar, pero me siento contento, satisfecho de haberlo hecho, aliviado, ahora empieza otra etapa de mi vida. Ya mis hijas se recibieron, están trabajando y están bien”, redondeó.

 

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