Una historia repetida
Hace casi tres siglos, el pensador italiano Gianbatista Vico postulaba que la historia humana no es exactamente una sucesión lineal de hechos sino que, dada la índole similar de los seres humanos, tiene una recurrencia de procesos –“corsi e ricorsi” en la expresión original— que sugieren la existencia de ciclos similares, que pueden traducirse esquemáticamente en la tan usada expresión acerca de que “la historia se repite”. La expresión puede ser discutible pero es indudablemente original y se puede aplicar a múltiples situaciones.
La reflexión viene a cuento al ver los graves y recientes sucesos en Mendoza, donde las movilizaciones populares han sido muy significativas. El motivo: la defensa y distribución del agua, un elemento que sostiene la vida misma en aquella provincia. Es que, a pesar de evidenciarse que la política y el manejo hídrico estuvo casi desde siempre en manos de un sector de la sociedad mendocina, la unicidad del enfoque económico basado principalmente en la agricultura bajo riego evitaba enfrentamientos y roces con con otras actividades de menor escala.
Con el advenimiento de la concepción económica neoliberal en el gobierno nacional, con un obediente adláter al frente del Ejecutivo de la provincia cuyana, toda aquella convivencia económica y social parece haber desaparecido, especialmente por la apertura del gobierno para con la gran minería, promocionada por el mileísmo. El pueblo mendocino y sus representantes más lúcidos tardaron muy poco en comprender que con semejante política la mayoría de los pequeños y medianos productores casi seguramente se verían muy afectados por la reducción de agua en los cauces fluviales, la que se emplearía en los trabajos mineros.
Sin forzar la reflexión se advierte cuál puede ser la injerencia del pensamiento de Vico, porque hay un cierto espejo entre sucesos de Mendoza y La Pampa. Ochenta años atrás la provincia cuyana, sin importarle para nada las consecuencias para con aguas abajo, se apropió de los caudales del río Atuel, promoviendo el avance del desierto y el éxodo de los pobladores. La Pampa era por entonces un postergado territorio nacional, escaso de derechos, y no hubo movilizaciones masivas por el suceso, más allá de una instancia del Gobierno Nacional promovida por un solitario agente de policía, instancia que fue despreciada por el gobierno de la provincia arribeña.
Recién varias décadas después se dieron las movilizaciones pampeanas, ahora sí masivas pero siempre ignoradas o despreciadas por los gobiernos cuyanos usando argumentos falaces. Ahora el “ricorso” histórico vuelve a producirse pero del lado opuesto, siempre con el agua como protagonista principal, con un gobierno empecinado en su proceder y que desoye los argumentos técnicos y científicos en contra de su postura. Hasta ahora, la respuesta oficial ha sido una fuerte represión.
El pueblo mendocino –lamentablemente— comienza a vivir las angustias generadas por el manejo de un recurso natural que lo ignora. Paradójicamente, y casi como un ejemplo para sus reclamos y expresiones, los dueños del agua vuelven a cortar los escasos caudales del río Atuel que entraban en La Pampa desde algunas semanas atrás, sin haber sido anunciados en su entrada ni en su corte, como siempre.
A esta serie de aconteceres, espejos y absurdos políticos (que bien pueden caber en la concepción del pensador italiano a quien se hacía referencia al principio) se suma la ya incalificable desobediencia de Mendoza al fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre el tema Atuel, que va para los seis años.
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