Martes 27 de mayo 2025

El Dandy, un verdadero campeón de la vida

Redacción 06/03/2022 - 00.01.hs

Se llama Oscar Andrade, y es uno de los peluqueros más antiguos de la ciudad. Fue boxeador, practica atletismo y, sobre todo, se las ingenia para vivir bien y ser feliz. Y vaya si eso no es un montón.

 

MARIO VEGA

 

En esto de andar las calles rastreando notas para estas páginas domingueras nos hemos encontrado con un poquito de todo... Personas que se destacan en una u otra actividad, y también otras que sencillamente hacen lo suyo y -al final, casi impensadamente- terminan redondeando una linda historia.

 

Porque qué decir -en estos tiempos tan difíciles, tan duros- de alguien que cuando se le pregunta cómo ha sido su vida, contesta simplemente "¡fantástica!". Y dicho sin ninguna pretensión de alardear, de ufanarse, porque no es el estilo de Alfredo Oscar Andrade (63), para casi todos Oscar. Claro que no.

 

En todo caso es una respuesta para manifestar su estado de ánimo ante una existencia que le terminó sonriendo... aunque le tocó empezar la carrera de la vida desde bien abajo; o casi desde los últimos lugares de la fila... parangonando con las carreras de atletismo a la que es tan afecto.

 

Conozco a Oscar -el Dandy para muchos que lo relacionan con su peluquería -y El Turco para sus vecinos del barrio Peñí Ruca, donde se fue a vivir más tarde con su madre-, desde que era el pibito que vendía La Arena en una esquina de la plaza San Martín y ni siquiera imaginaba que podría levantar tan alto el barrilete de los sueños... y también de verlo en la Peluquería de Tito Peralta -un padre para él-, donde comenzó a trabajar de adolescente y aprendió el oficio en el que ya lleva más de 40 años.

 

Echando una mirada hacia atrás -creo que más pasa el tiempo más claramente regresan las reminiscencias del pasado-, puedo volver a ver aquella ciudad casi pueblo... algún que otro edificio un poco más elevado que se levantaba sobre el caserío; las calles con el tránsito escaso, que nada que ver con el trajín alocado de estos días, y la gente... caminando con el paso liviano, sin apuros. Épocas de un transcurrir casi bucólico de cada día en Santa Rosa.

 

En ese escenario las peluquerías -las de caballeros hablamos- sabían ser un centro de reunión, donde no sólo se cortaba el cabello, sino que daba para largas tertulias donde el deporte, la política o los temas cotidianos se discutían largamente.

 

La Peluquería de Tito.

 

Conté alguna vez que la de Tito Peralta, ubicada en calle Quintana casi Pico -cerquita de lo que era el Mercado Municipal y ahora Centro Municipal de Cultura- fue un lugar icónico.

 

Oscar Eduardo Peralta era Tito para todos, y quienes íbamos con frecuencia a su salón recordaremos los grandes sillones, los enormes espejos que ocupaban toda una pared, y la mesita "ratona" donde se amontonaban los ejemplares de "El Gráfico", la revista deportiva que cuando pibe leíamos con avidez.

 

Escuela de vida.

 

Ir a esa peluquería era un aprendizaje acelerado acerca de distintas cuestiones de la vida... casi como asistir a aquel cafetín que genialmente describía Discépolo: "Como una escuela de todas las cosas (...) mezcla milagrosa/de sabihondos y suicidas... Yo aprendí filosofía, dados, timba...", reza el tango.

 

Es que el pibe o no tan pibe que caía por allí no podía menos que coparse con la conversación que se daba con el mate corriendo de mano en mano mientras la charla abarcaba distintos temas, discurriendo entre fútbol, boxeo, carreras de caballos, y también las riñas de gallos, de las que Peralta era un apasionado. Porque los criaba y participaba con sus ejemplares en distintos pueblos.

 

Una historia repetida.

 

Tito supo contar que era lustrabotas, hasta que empezó a barrer la vereda de la peluquería del Gringo Di Giovanni quien de a poco lo inició en el oficio. Con el tiempo iba a tener su propio local en pleno centro de la ciudad, al que denominó "Peluquería y Kiosco El Rubí".

 

Promediando los años '70 -repitiendo su propia historia-, el hombre llevó a trabajar con el a un pibito morocho y flaquito, vendedor de diarios en el Mercado Municipal. "Fue a hablar con mamá y le dijo que yo iba a trabajar con él. Mi madre por supuesto re-contenta... así que empecé a atender el kiosco vendiendo Lotería, golosinas y cigarrillos... y al poco tiempo empecé a aprender el oficio", completa.

 

Un barrio humilde.

 

Oscar y su mamá Desideria vivían en la calle Gobernador Duval, en cercanías de la Escuela 314. Barrio humilde de casitas bajas y calles de tierra, que se inundaban con las lluvias intensas y el aporte de la cercana laguna Don Tomás. "Por suerte mi casa estaba por ahí pero un poquito más arriba y no nos pasó", agrega el hombre.

 

El Dandy tiene otros tres hermanos -Norma, Marcelo y Néstor-, menores que él, y está casado con Alicia Pérez, culminando una linda historia de amor que ella cuenta con simpatía (ver aparte). Oscar y Alicia tienen dos hijos, Pilmaiquén y Alejandro, que sigue el camino de su padre y tiene la peluquería que era del querido Nelfi Rulli, en Pico 633. "Y además está nuestro nieto Pedro, de dos años y medio", dicen casi a dúo.

 

A los 8 años canillita.

 

Viene de un barrio pobre y un hogar humilde... "Sí, por eso desde los 8 a los 12 años vendía LA ARENA junto con mi amigo El Turco Luis Abel Musa". Evoca que fue "a la Escuela 314, pero terminé en la nocturna por el laburo... Siempre llegaba tarde, así que tuve que terminar la primaria en la nocturna porque trabajaba".

 

"Vendía diarios en el Mercado Municipal (hoy Centro Municipal de Cultura), hasta el día que Tito fue a hablar con mi vieja", dice mencionando a Desideria.

 

Luego, exponiendo su enjundia, espíritu para sobreponerse a las dificultades, y un optimismo grande como una casa, Oscar salió adelante. Hoy vive con su familia en Haití 375, en el barrio El Faro.

 

"Nos salvamos de la Colimba".

 

"Era peluquería y kiosco y se trabajaba muchísimo. Lo de Tito era lugar de reunión, donde se hablaba de fútbol, caballos de carreras y también de riñas de gallo, porque era muy aficionado a eso... y hay que decirlo no estaba prohibido en esa época".

 

No puede menos que sonreír con cierta nostalgia Oscar cuando cuenta una anécdota que demuestra de qué manera aquel hombre lo adoptó casi como si fuera un hijo: "Me hubiera tocado hacer el Servicio Militar Obligatorio con la primera tanda de conscriptos que ingresaban con 18 años. Me acuerdo de Tito escuchando la radio con mi número de documento en la mano... y cuando dijeron que al 221 le correspondía el 018 pegó el grito: '¡Nos salvamos!'. Sí, lo gritó como un gol... como si nos salváramos los dos. Y bueno, si era como un padre para mí", resume.

 

Se pone serio y señala hacia los espejos del salón: "¿Ves eso? Ese sillón grande y la sillita para los chicos eran de la peluquería de Tito... los hijos me los regalaron, y para mí son únicos... reliquias que no se usan... Eran de Tito y no se tocan", dice con algo de añoranza y sincero reconocimiento.

 

El boxeador.

 

Oscar, como quedó dicho fue canillita, y no era extraño que alguna vez tuviera que trenzarse en una pelea callejera con otros pibes... "Se armaban algunas, pero nada importante... decían que me parecía a Monzón porque era flaco y alto, así que me decidí y empecé a entrenar en el Club Santa Rosa con Chito Teves y Vicente Espinosa. Los dos muy buena gente y Vicente un señor en todo sentido. Hice 28 combates de aficionado y me fue bastante bien, porque trataba de boxear... En el gimnasio me encontraba con todos los grandes de la época, pero al que más admiré fue a Miguel Campanino. Cuando El Zorro y Walter Gómez hacían guantes en los entrenamientos era un espectáculo y el lugar se llenaba de gente", rememora.

 

Ese paso por el pugilismo hizo que por su peluquería pasaran muchos boxeadores. "Los de aquí, pero también algunos que venían a Santa Rosa como La Hiena Barrios, que fue campeón del mundo; Cirujano Morales y algunos otros. Tengo un gran recuerdo de Federico Ferreyra (desaparecido ex boxeador y árbitro), un tipo fantástico", lo define.

 

El atletismo.

 

En un momento dado Oscar -o el Dandy- se dio cuenta que había engordado algunos kilos y decidió empezar a salir a correr: vincha, pantalones cortos, zapatillas y a trotar apenas cerrada la peluquería al mediodía. Con días soleados o amenazantes de lluvia, con frío o con calor, pero con una constancia admirable.

 

Y se hizo tan aficionado que se le dio por competir en pruebas de 10 kilómetros, aunque no faltaron otras de 21 y aún alguna maratón. Asegura que "son más de 20 las A Pampa Traviesa" en que participó, aunque mayormente hace 10 kilómetros y allí fue campeón de la Federación Atlética Pampeana... "También tomé parte de la Ultramaratón de 100 kilómetros. ", me responde cuando en broma le digo en qué comercio compró tantas copas y preseas que aparecen por todos lados en su peluquería.

 

Toma de buen modo la humorada, y pone una carta mayor sobre la mesa: "¿Ves esta medalla?", me muestra. Y exhibe un gran medallón de bronce donde se puede leer "TCS New York City Maratón, 2015". Oscar se pone un poco más serio y cuenta: "Es una de esas experiencias inolvidables", coincide con su esposa que lo acompañó en tan linda aventura en la Gran Manzana.

 

El mundo... y el barrio.

 

Pero no fue todo, porque también el matrimonio viajó a España, donde Oscar también compitió, en tanto conocían paisajes de ensueño en Toledo, Málaga y Madrid. Hubo además otros viajes, como ese de placer que en 2015 los llevó a Miami; "pero nos queda aún un gran sueño: correr la maratón de París. Y está en carpeta para cuando amaine la pandemia", se entusiasma el peluquero-atleta.

 

Es su esposa, Alicia, la que cuenta que "gracias a los cursos de peluquería y al atletismo" conocen casi todo el país. Y agrega él: "Pero nunca me olvido del barrio, de cuando íbamos a comer moras de las plantas alrededor de la playa del ferrocarril; o de los camiones cargados de cereales en toda la vuelta a la estación... Eran cientos en los veranos y un espectáculo que ya no se ve", comenta sabiendo que soy de la misma zona y que sé de qué está hablando.

 

Peluquería El Dandy.

 

Como quedó dicho Oscar aprendió el oficio con Tito Peralta -trabajó a su lado hasta sus 25 años-, quien lo ayudó a poner su propia peluquería en lo que era el Mercado Municipal; hasta que finalmente se instaló -hace 40 años- en su actual ubicación de Quintana 135. "¿Por qué El Dandy? Algunos creen que tiene que ver con un tipo pituco o algo parecido... pero la verdad es que había un caballo de carreras que se llamaba así y bueno, lo agarré de ahí...", se ríe.

 

El Dandy y los pibes.

 

Lo que llama la atención de su salón es que -si bien le corta también a adultos- siempre está lleno de chicos, que parecen su mayor clientela. "Tengo afinidad con ellos, me gusta atenderlos y tengo un trato natural". Le comento que el lugar está lleno de juguetes, y explica que es para tenerlos entretenidos: "Tenemos juguetes, dinosaurios, muñequitos de superhéroes como El Hombre Araña... También una play station y por el tema de la pandemia le agregamos tres celulares para que jueguen y no estén amontonados", puntualiza.

 

El acto de cortarle a los chicos -en una sillita que tiene la forma de un pequeño auto- culmina siempre de la misma forma: Oscar toma un chupetín y se lo entrega a su pequeño cliente que, por supuesto, volverá sin problemas para sus padres cuando haga falta.

 

"Me va fantástico".

 

Decía al principio que a veces en esto de buscar personajes uno se puede encontrar con algunos que invitan a seguir creyendo que la vida vale la pena... que los obstáculos que a veces se nos aparecen no son más que pruebas que Dios nos pone por delante y que hay que pelearla para superarlos. Para pensar que sí, que pese a las dificultades, se puede ser feliz... Como Oscar, y como Alicia.

 

Me lo imagino a Oscar en esa majestuosa Nueva York... ¿Mirando en derredor habrá regresado con su mente al pibito que con 8 años vendía el diario allá en la plaza?; ¿habrá podido comparar esa realidad que tenía ante sus ojos con el suburbio de su ayer, en esos tiempos cuando se manchaba los labios con las moras dulces de la estación de trenes de su ciudad?

 

Es al cabo la vida... nada más y nada menos, que nos lleva y nos trae; que nos pone frente a situaciones impensadas y de pronto nos sorprende... Sí, es eso.

 

Una linda historia de amor.

 

Oscar tiene sólo sexto grado de la primaria, pero igualmente es un hombre inteligente. Se desenvuelve con sabiduría en la vida, con la picardía natural del que las vio todas en la calle. Y la sabe utilizar.

 

Y su esposa Alicia lo corrobora absolutamente... Se ríe con ganas cuando cuenta que ella estudiaba Literatura en la UNLPam y Oscar -que vivía en el Peñi Ruca- le hacía la "pasadita" en un algo destartalado DKW (antiguo auto Unión tipo escarabajo) "que hacía un ruido bárbaro. Mis amigas que estudiaban conmigo en esa casa de la calle Pestalozzi lo veían morochito... venía del Peñi y le desconfiaban aún sin conocerlo: 'no te vas a meter con este tipo...', me decían. Porque ellas tenían esas prevenciones", rememora.

 

Pero Oscar no se rindió dice Alicia: "Un día me encontró en una despensa del barrio y me dijo: '¿Vos crees en Dios? Bueno... vas a ver que nosotros vamos a terminar juntos. Y aquí estamos... hace más de 40 años. Y ahora mi familia lo ama, porque es una gran persona y muy generosa. Demasiado diría...", señala ella.

 

Ya se dijo que Alicia hizo toda la carrera de Literatura, que fue además ayudante de cátedra y sólo le falta el título, mientras Oscar sólo tiene la primaria. En pandemia -con tanto tiempo por delante sin trabajar- ella le sugirió que empezara a leer. "A mí me gusta mucho Borges, pero sé que no es fácil, así que para iniciarlo le di 'Casa tomada' de Julio Cortazar... y lo leyó, sí. Pero el comentario posterior fue lapidario: ¿Estas pavadas lees vos? Y bueno... no da para insistirle", concluye entre risas.

 

Muy generoso.

 

Los que conocen al Dandy dicen que "es muy generoso". Durante años, los fines de semana iba a los pueblos a cortarle el pelo a los chicos -y también a algunas personas grandes- en forma gratuita; y lo mismo hacía en la Escuela Hogar de Santa Rosa.

 

Alicia indica que alguna vez cuando lo iba a buscar a la peluquería Oscar le pidió que pasara por el Super y comprara un pack de leche. Al rato fueron por Avenida Perón a una casita muy precaria y al golpear salió un papá muy joven rodeado de cinco chiquitos: "El hombre no sabía cómo agradecer. Y ese es un gesto que es habitual en Oscar", completa.

 

Además es amiguero, y entre otros grupos tiene uno especial. "Es el grupo del truco que tenemos hace años con Daniel Cabral, Pocho Bengolea, César Funes, Raúl Fiorucci, Juan Gatti que es gran cocinero. Religiosamente nos juntamos todas las semanas, y son amigas nuestras mujeres, los hijos... y hasta nos hemos ido de vacaciones juntos", cuenta.

 

Oscar Andrade... fue el pibe de un barrio pobre. Hoy es un hombre pleno y feliz, que hizo del trabajo su modo de vida. Y al que por suerte, le fue muy bien. Como lo merecía.

 

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