El último afilador de Santa Rosa
Osvaldo Federico Leiva (69 años) recorre las calles de Santa Rosa con su bicicleta y un tradicional silbato cuyo sonido emite un inconfundible mensaje: llegó el afilador. El oficio parece en vías de extinción: ya casi no se ven afiladores en las calles. “Creo que soy el único, no he visto otros. Por ahí viene alguno de afuera, anda un par de días y sigue viaje a otro pueblo. Pero fijo en Santa Rosa creo que no hay más, soy el último”, le dijo a LA ARENA.
Osvaldo vive en el Barrio Almafuerte, “el que siempre se inunda” dice, desde hace algo más de ocho años. “Vine de Buenos Aires, viví toda mi vida allá hasta que vine a la casa de mi hija. Ella me prestó un ranchito en su casa y me instalé. Me dedico a esto desde que vine, ando de afilador de cuchillos”, detalló.
Contó que cobra “la pensión mínima, pero no alcanza ni para comer, por eso salgo a hacer esto. Armñe la bici con el aparato y es la única herramienta que tengo para trabajar. Le puse el cabezal, el pie, y trabajo con esto. Acá se ve poco porque no hay, quien anda por acá soy yo siempre, el viejito del Molino me dicen, porque ahí tengo mi ranchito, cuando quieran visitarme, les muestro dónde vivo”.
Toda la ciudad.
Osvaldo recorre toda la ciudad. “Hacemos todos los barrios, el 3000, el Aeropuerto, Villa Parque, el 42, el 5000. Agarramos toda la zona de barrios, y a lo último vuelvo acá al centro. Paro en la plaza hasta la tarde, y ahí ya termina la jornada. Todos los días hacemos lo mismo”.
“Hay días que sale laburo. Recién un hombre me dio tres cuchillos, otras me dan uno o dos, y hay días que no hago nada. Pero casi siempre sale algo, trato de no matar a la gente y así se trabaja”, indicó. El trabajo más barato “puedo cobrarlo 4.000 ó 5.000 pesos, según el tamaño. No puedo llegar a 10.000 pesos, porque es lo que cuesta un kilo de carne, y si cobrás 10 lucas el cuchillo, no te lo dan. Hay que cobrar menos para poder trabajar”, asegura.
“De todo un poco”.
“Afilo cuchillos, tijeras, tijeras de podar, machetes y hachas. De todo un poco”, explicó sobre las opciones que ofrece a sus clientes. Afilar “es el trabajo que hago todo el día, de lunes a sábado. Y los domingos, descanso”. Empezó con el oficio hace menos de una década, cuando vino a vivir a Santa Rosa. “Llegué de Buenos Aires a la casa de mi hija, hace menos de 10 años, y entonces arranqué con esto. Antes era jornalero, trabajaba de peón, de albañil, buscando por la calle, obras, pinturas, lo que saliera”, recordó.
“Me vine y de acá no me fui más. Me quedaré acá porque allá está bravo. En La Pampa por lo menos te la rebuscás bien. Yo pienso que soy el único en lo que hago, porque acá no he visto otros afiladores. Capaz que viene alguno de Buenos Aires, pero no se quedan a trabajar y se van. Llegan a Santa Rosa y luego van a otros pueblos. Acá el único fijo soy yo”, concluyó Osvaldo Leiva, último exponente de un oficio en peligro de extinción.
Artículos relacionados