“Es un dolor que te desgarra el alma”
Silvina y Taya son compañeros inseparables de la vida. El destino les jugó una mala pasada y juntos tratan de sobrellevarlo. Son un caso de resiliencia, aunque ellos no pretenden ser ejemplos de nada.
MARIO VEGA
“Eran las 12 y media de la noche y sentí una puntada en el pecho… creí que era un infarto. Pero ahí mismo dije: a Conrado le pasó algo…”. Silvina Larreta habla y siento que se me eriza la piel, que no sé que preguntarle, que no sé si tengo derecho a remover su dolor… que es también el de su esposo, Daniel Adrián Figueroa (Taya para quienes lo conocen).
Porque la sensación que le apretujó el pecho aquella noche (14 de noviembre de 2016) no sería la única manifestación de la desazón y el espanto. Porque el destino –o vaya a saberse quién-- les iba a arrebatar (el 26 de octubre de 2021) pocos años después también a su hija menor, Belén.
Sí, porque primero fue el fallecimiento de Conrado en un accidente en la ruta; y al tiempo el de Belén por una dolencia que le apareció de repente. Los dos tenían 21 años cuando cerraron los ojos y dejaron de pertenecer a este plano de la existencia.
Por qué este tema.
Ha pasado bastante tiempo desde la primera vez que le pedí a Silvina Larreta (María Silvia, en realidad) de conversar sobre esta cuestión tan penosa, tan intolerable, tan inadmisible para el común de las personas.
Alguien con justas razones podrá reprocharme el intento –quizás cuestionando el costado sicalíptico que a veces encierra esto de hacer periodismo--, pero nunca más alejado de mi propósito hacer sensacionalismo, o pretender tocar la sensiblería del lector. Aunque pueda suceder.
En realidad creo que la actitud de Silvina y Taya resulta digna de ser conocida, que quizás pueda servir, no sé si de ejemplo para otras familias… en todo caso sí como aliento para entender que Dios, el Destino –o quién sabe quién-- nos pone a veces a los seres humanos ante pruebas que no siempre se pueden superar.
Familia de Rancul.
Soy de los que están convencidos que de la pérdida de un hijo nadie puede salir indemne; que debe ser una herida que persiste para siempre. Pero… hay que seguir. No sé de qué manera, no sé cómo… No sé si podría…
Escribo y siento en mi garganta el nudo de la angustia de sólo imaginarlo…
Desde entonces ante el pedido de tiempo de Silvina no insistí en la nota, creo que por temor a molestarla en su duelo. Pasaron algunos meses hasta que la semana anterior se animó a contar esta historia de drama y de dolor.
Silvina Larreta, muchos lo deben saber, es diputada provincial por el vernismo; y su esposo Daniel Adrián Figueroa, Taya, es pintor de obra. Los dos nacidos en Rancul se conocieron en un cumpleaños de 15 y desde entonces están juntos.
Difícil hasta imaginarlo.
Está sentada frente a mí y a un lado, en su escritorio, está la foto de Conrado y Belén juntos… y sólo ver la imagen mientras la escucho hablar emociona. Ciertamente es complicado abordar el tema… máxime si consideramos que está referido a algo que podría decirse no tendría que ver con el ciclo natural de la vida... y de la muerte. Como periodistas a veces nos toca afrontar cuestiones dificultosas, espinosas, de las que no resulta fácil llevar al texto como una nota más. Porque se trata de esas circunstancias en las que uno no sabe hasta qué punto preguntar, indagar… porque al cabo es hacerlo sobre un hecho lacerante, tremendo, espantoso.
Porque obviamente no debe haber un dolor más grande para una persona, para una familia, que perder un hijo… Lo menos que se me ocurre es que uno puede llegar a morir de pena. Así de contundente.
A pura emoción.
Escribo estas líneas y no puedo evitar que la emoción me desborde, sentirme perturbado y que un par de lágrimas me crucen el rostro. No puedo siquiera imaginar lo que puede sucederle a un padre o una madre ante semejantes momentos.
Porque en este caso que nos ocupa se trata de un matrimonio que perdió no uno sino sus dos hijos. Y confieso, casi me avergüenza preguntarles a su mamá, y a su papá. Siento que toco sus fibras más íntimas, pero a la vez pienso que su historia –aunque el dolor no pasará jamás-- puede ayudar a otros padres, a otra gente que tenga que vivir –desgraciadamente-- situaciones parecidas.
El pintor y la fisioterapeuta.
Silvina es hija de Arsenio Oscar (El Vasco, fallecido), que supo tener carnicería en el pueblo “y le gustaban mucho los caballos”; y su mamá es Juanita, por estos días viviendo en Winifreda. Taya (dicen que viene de tallarín porque era muy delgadito cuando joven, y quedó Taya), es hijo del Negro (René) Figueroa, por muchos años a cargo de la cantina del club del pueblo; y de Delis Ferrero.
En tanto Taya siempre trabajó, Silvina después de hacer el secundario en la Escuela de Monjas de Villa Huidobro, partió a Córdoba donde se iba a recibir de Fisioterapeuta. “Él me dijo que me iba a ayudar con los estudios, y estuvo a mi lado cada vez que lo necesité”, reconoce ella.
Al regresar recibida se casaron, el 6 de enero de 1990. Él siempre con su oficio de pintor, y ella con su profesión, con la que tenía mucho trabajo, tanto en su pueblo como en localidades vecinas. “Trabajaba por mi cuenta, hasta que tiempo más tarde ingresé en Salud Pública”, completa.
La política.
Un día llegó Carlos Verna a Rancul, y Silvina fue invitada a acercarse a participar en política. “La verdad es que tenía mucho trabajo en mi profesión, incluso en pueblos vecinos… ya había ingresado en Salud Pública, pero me decidí al nuevo desafío”, cuenta.
En su familia no estaban muy de acuerdo, “porque trabajaba bien, y para qué…”, le decían.
Pero Verna la entusiasmó conque había que recuperar el pueblo para el peronismo, y allí se involucró fuertemente. Primero se desempeñó como delegada del PJ, y más tarde fue electa diputada; luego ocupó la Dirección de Asuntos Asuntos Municipales, hasta que volvió a la Legislatura provincial.
En tanto Taya Figueroa la apoyaba en todo, y seguía con su oficio de pintor de obras. “Él es un genio… la verdad es que es un compañero único; ¡y además qué cocinero! Yo venía con la dinámica de la estudiante universitaria, pero cuando nos casamos él dijo nada de salchichas, ni arroz… y se encarga de cocinar, y muy bien”, lo halaga.
La muerte de Conrado.
Después vuelve sobre la historia de sus hijos. “Conrado amaba el campo, aunque nosotros nunca tuvimos, fue campeón de tiro a la hélice; y era muy amiguero. Terminó el secundario en la Agrotécnica aquí, y cuando falleció estaba en tercer año de Agronomía”.
“Se había puesto de novio con una chica de Winifreda y el viernes nos pidió el auto para visitarla, y también a su abuela y sus primos que vivían ahí… iba a volver el domingo por la noche. Siempre digo que a mí nadie me avisó del accidente… que sentí esa puntada en el pecho, me desperté y pensé en Conrado. Estoy segura que esa fue la hora que murió, a las 12 y media de la noche”.
El accidente.
Enseguida empezó a llamar a familiares y amigos en Winifreda, al hospital, a la Policía, mientras Taya trataba de tranquilizarla… “Hasta que sonó el teléfono… era la Policía que nos preguntaba qué número de patente tenía nuestro auto”. El Focus conducido por Conrado se había encontrado de frente con el auto de otro chico de Colonia Barón, “también muy querido, y fallecieron los dos”.
Silvina no dudó en tomar un auto y manejar hasta el lugar. “Era a 10 kilómetros de acá, al lado iba Taya y atrás Belén; y yo les iba diciendo: ‘preparense que Conrado está muerto…’ Y sí, cuando vimos la escena no tuvimos dudas que no podían haberse salvado”, rememora.
“Le cerré los ojos”.
El regreso a Santa Rosa fue tremendo… había que ir a la morgue a reconocer el cuerpo, y Silvina encaró hacia el lugar. “Un policía grandote me dijo ‘usted no puede pasar’… y querés creer que, pobre muchacho, le pegué un cachetazo y seguí. Lo increíble fue que yo nunca había ido, pero hice el camino perfecto, sin nadie que me guiara”.
Llegaba el momento más difícil: “Abrí la bolsa y lo vi… con los ojos abiertos, y la cara y el torso perfectos. Pero el golpe había sido tremendo… le cerré los ojos y sólo pensé: ‘A mí no me puede estar pasando esto…’. Pero bueno, ahí me pude despedir mientras Belén y Taya llamaban a la novia y a la abuela… Estábamos solitos en el hospital, hasta que empezó a llegar gente que se había enterado”, precisa.
Volver a la rutina.
Pasaron los días –el gobernador Verna le había dicho que se tomara el tiempo que necesitara--, pero ella entendió que lo mejor era reintegrarse cuanto antes. “Habrán sido 15 días… cada tanto las chicas que trabajaban conmigo veían que desaparecía un rato y ya sabían: iba al cementerio. A Taya le costaba más; y Belén lo sufrió muchísimo y tampoco quería ir”.
Tiene presente Silvina el día que su hija se le plantó. “Con todo lo que quería a Conrado un día me hizo notar: ‘¡Mamá, yo estoy aquí!’. Y tenía tanta razón…”, admite a la distancia.
María Belén había hecho la primaria en Rancul, y el secundario en Santa Rosa. “Era excelente alumna, el mejor promedio hasta que se recibió. Después quiso ir a Buenos Aires a estudiar Relaciones Internacionales… por supuesto le dimos ese gusto, porque no queríamos que la mochila de nuestro dolor cayera sobre ella”, completa.
Una resonancia y una revelación.
Al tiempo Belén decidió pasarse a Abogacía. Mientras practicaba CrossFit. Es un entrenamiento de fuerza de ejercicios funcionales constantemente variados realizados a una alta intensidad.
“Un día me dijo que se había golpeado levantando una pesa y le dolía la columna… por mi profesión la tranquilicé y el médico le aconsejó una resonancia. Era el 14 de diciembre de 2020, no lo voy a olvidar nunca: retiré los estudios y obvio, hice lo que no se debe hacer: los miré y leí que Belén tenía un craneo-faringioma ubicado en la hipófisis. Era benigno, pero en la cabeza y eso es diferente”.
Sintió que se bloqueaba, que no podía resolver, aún cuando su tarea era hacerlo todo el tiempo. El médico le dijo que serían necesarias varias cirugías para que quedara bien. “Le estoy agradecida a la doctora Cecilia Contard que nos aconsejó ir a Buenos Aires”.
Y fueron al Fleni, llegaron las intervenciones y los padres en vigilia permanente. Esperando…
“Se estaba despidiendo”.
“No me olvido que era 17 de agosto, y estando en Escobar la veía acostadita, que respiraba… entonces abrí su agenda y le pedí que escribiera algo porque ya no aguantaba más…”. Y Belén escribió: “Gracias a todos por estar. Un abrazo grande”.
Silvina creyó que era una señal de aliento que le daba su hija: “La abracé con todas mis fuerzas y llorando pensaba ‘se va a recuperar… se va a recuperar’. No entendí que en realidad se estaba despidiendo”.
Veo su mirada brillosa y me conmuevo. “Belén siempre me decía, casi como una enseñanza: ‘No te olvides de la actitud en la vida mamá’. Cuando sucede lo de mi hija hacía diez días que venía soñando con Conrado… Sí, él me estaba preparando para lo que vendría… era la una de la mañana y vi que apenas se movía, hasta que la sábana dejó de moverse y me di cuenta que había fallecido. Yo le había pedido que partiera, que no podía verla sufrir más…”.
“Ganamos dos ángeles”.
“A veces uno se pregunta por qué tanto dolor… primero el suicidio de mi padre (hace años), y después lo de mis hijos… Odio decir que los perdimos, y lo que digo es que ganamos dos ángeles. Fue en el transcurso de 5 años entre uno y otro, los dos cuando habían cumplido 21”, señala.
Silvina reflexiona: “Lo primero que pienso cuando a alguien se le muere un hijo es cómo puede ser… se te desgarra el alma, es un dolor que lastima, que no te entra en la cabeza. Y en nuestro caso fueron dos… ¿Y entonces? Me parece que hay que tomarse de esto para ayudar a los demás, a otra gente, siempre pensando en cómo seguir, hasta que Dios diga basta… ¿Si me enojé con Dios? Me lo han preguntado, pero no…”.
Historia de resiliencia.
Y dice en el final: “Pienso que vinieron a enseñarnos, creo mucho en eso, y tengo señales de su presencia todo el tiempo… en un pájaro, en una canción. Y ahí están en casa sus mascotas: Kimbo, el caniche ciego; y Pocha, la gata… Y Conrado y Belén también están, por aquí nomás”.
Y anima a Taya y Silvina que amigos y amigas les hayan dicho que piensan en Conrado y Belén para ponerles de nombre a sus propios hijos.
Aunque por supuesto la muerte de un hijo no se supera nunca, dicen los que dicen saber que en todo caso la situación se integrara en la vida de los padres como un trauma que hay que aprender a sobrellevar. Y puede ser que así sea, aunque al principio parezca imposible recuperar las ganas de seguir por ese dolor que nunca se irá.
Esta es una historia de resiliencia que valía la pena conocer… Me parecía.
“Es el destino, y lo hemos aceptado”.
“Recuerdo que Taya me sabía llamar desde una obra, en alguna casa donde estaba pintando...y me daba cuenta que estaba llorando”. Silvina cuenta, con cierta constricción, de qué manera pudieron ir transitando juntos el dolor.
“Nos ayudamos mutuamente, cuando uno se cae el otro lo levanta… Y además tenemos el cariño inmenso de la familia y los amigos. Y nos reconforta también que un par de veces al año mi marido les prepara una comida a los amigos de Conrado, que son muchos… son unos chicos amorosos, y nos hace bien eso de reírnos con ellos. Se quedan hasta tarde y nos brindan muchísimo cariño”, indica.
Y agrega: “Decimos con Taya que gracias a Dios pudimos sembrar en Conrado y Belén eso de ser buenas personas”. Y se enorgullece cuando habla de sus hijos: “Es que ellos, en esos 21 años, puedo asegurar que nos hicieron los papás más felices del mundo… son los hijos que cualquier padre hubiera deseado tener. Bellas personas, buena gente… una condición que no se estudia en ningún lado, sino que se nace así. Y nos quedamos con eso”.
Compartir el proceso.
Silvina dice que se siente mejor al compartir con su esposo todo esto, “los dos vamos madurando… es un período de aceptación, de canalización, y de entender que la vida es lo que toca, y hay que transitarla de la mejor manera posible”.
Y no quiere dejar de mencionar “la generosidad” de su compañero. “Es que es una persona muy solidaria, y desde que lo conocí supe que tiene un corazón enorme. Que me acompañó siempre, y cuando estudiaba ya estábamos de novios y me ayudó mucho… Y ahora mismo me acompaña desde otro ámbito porque él no tiene nada que ver con la política”.
Dos ángeles.
Taya es una persona a la que le gusta mucho la música, y casi puede decirse es un erudito en lo que a tango se refiere. “Ha sido siempre una persona muy alegre… al principio le hacía notar que ya no cantaba, que no silbaba, hasta que bueno... un día volvió a hacerlo. Se abocó mucho a eso que le gusta, a escuchar música, e incluso tuvo --y espero vuelva a tener-- programas de radio sobre tango porque sabe todo”, acota.
“Tenemos que agradecer el inmenso cariño de la gente… ahora hablé mucho, y es la primera vez que lo hago de esta manera. Pero la verdad es que nos quedamos conque tuvimos dos ángeles que vinieron a dar mucho amor a nuestra familia. Lo vemos así y mutuamente nos ayudamos.. Y sí, tomamos esta actitud ante la vida, que es seguir cada uno lo suyo. Es lo que nos ha tocado... el destino llamémosle, y lo hemos aceptado. Así que ahora y siempre transitando juntos este dolor que nos va a acompañar toda la vida, por supuesto”, concluye.
La vida después de la vida.
“Lo que está naturalizado es despedir a los padres, o a la gente mayor, y no la desaparición de un hijo. Esto conlleva características traumáticas muy fuertes, porque es como salir de un ciclo natural”.
“En esta cultura que tenemos hablar de la muerte es como hablar de una sombra, de algo que se desconoce, y entraña vacío y sentimientos de incertidumbre”, sostiene el psicólogo Daniel Lucero.
Recuerda el profesional que “Schafroth hablaba de que no existe en el ser humano representación inconsciente de su muerte. Por eso cada vez que suceden hechos así, de fallecimientos cercanos, esa ilusión se viene a pique, se destroza, se rompe”.
El profesional aceptó que “parece estar surgiendo una idea de lo que se llama la vida después de la vida.Esto es que la muerte no existe, y se recurre a personas que aparentemente se contactarían con personas que han partido. Y hay relatos de cosas que nos dejan pensando que lo que dicen podría tener sentido”.
“Me parece interesante que esta familia cuente a qué se aferró después de haber tenido esas vivencias tan traumáticas, para insertarse nuevamente en la vida y volver a tener deseos y quizás sueños. Creo que está bueno que lo exponga de esta manera, para poder entender mejor”, concluyó.
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