Sabado 05 de julio 2025

Jorge Roo y un periodismo que ya no es

Redacción 10/11/2024 - 00.34.hs

“Vi las cenizas de un fuego”. El hijo de quien fuera redactor de La Arena en los ‘70 se sorprendió del recuerdo que por aquí dejó Jorge Roo: “Me di cuenta del valor que le dieron a mi padre”, sostuvo.

 

MARIO VEGA

 

En estas épocas de internet; de celulares que sacan fotos y graban y desgraban; con tanta tecnología disponible, es natural la inmediatez y que las noticias corran con una velocidad pasmosa en las redes sociales. Y así las cosas no caben dudas que cambiaron –y mucho-- las formas de hacer periodismo.

 

Algunos juzgarán que esto es mejor, que cualquiera por ínstagram, facebook o twitter se puede convertir en “periodista”, o a al menos en comunicador a veces en modo de cronista; y cuando no en opinólogo de cuánto acontecimiento o suceso se produzca.

 

Otros nos quedaremos con la nostalgia de un tiempo que no sé si fue mejor (¿quién lo puede asegurar?)… pero eso sí –esto es seguro--, fue absolutamente diferente. Como es distinta la vida que transcurre en estas épocas, en todos sus aspectos.

 

Aquel periodismo.

 

Días atrás, circunstancialmente, me encontré con Juan Pablo Gavazza, al que conocí un pibito recién asomándose a este oficio o profesión. Y después de buscar en mi mente el rostro de aquel chico --hoy barbado y obviamente con algunos años más-- pude reconocerlo (¡sí, claro que estoy grande!) y entonces conversamos un buen rato. “El periodismo que conocimos no existe más…”, me dijo. Y no pude menos que coincidir con ese concepto. No, aquello ya fue, es parte de un pasado. Hermoso, pero pasado al fin.

 

Un recuerdo.

 

Ese periodismo de las tertulias para debatir de cualquier tema es apenas un lindo recuerdo. Si hoy ni siquiera es necesario concurrir a la Redacción para llevar una noticia o hacer el diario del día… Y entonces no están ni esas conversaciones y discusiones de todas las noches, y tampoco el mate compartido y la risa de una broma que nunca escaseaba. Eso no está más.

 

Y es solamente un aspecto, porque en cuanto al trabajo en sí mismo también cambiaron las formas y las maneras de informar.

 

Una mirada atrás.

 

La cuestión es que a quienes llevamos años en esto, de vez en cuando nos gusta echar una mirada hacia atrás. O tal vez hay algo que nos lleve a eso... Y entonces surgen las anécdotas y los recuerdos de los tiempos idos.

 

Esta misma semana me encontré en la plaza con el hijo de alguien que fue importante en este diario… y de verdad me tiró una pálida: “Para qué seguís escribiendo esas notas”, expresó casi a modo de reproche. Porque afirma que él no las lee –obvio cada cual elige lo que quiere-- y que muchos no lo hacen.

 

Sé, por otra parte, que afortunadamente hay personas que todavía quieren leer, y no se quedan con los “recortes” de you tube o los famosos podcast. Que algunos están buenos, cabe admitir…

 

Los ancestros.

 

Pero no obstante esa opinión –y habrá otras-- aquí seguimos. Obvio, el hijo de mi amigo --y muchos como él-- no parecerían tener mucho interés en indagar en el pasado, algo que a me parece elemental para tener una idea desde dónde partimos y hacia donde vamos (aunque esto nunca lo tengamos tan en claro.

 

Al cabo creo que hay mucha gente que se niega a rastrear su identidad en sus ancestros; y prefieren no indagar de dónde vienen. Esto es no quieren que se hurgue en el pasado. Eso pienso.

 

Aquellos periodistas.

 

Lo cierto es que antes –en la calle 25 de Mayo-- había una redacción compuesta por entonces jóvenes periodistas que trabajaban de manera muy diferente a lo que vemos hoy. Ellos son el pasado (¿o debo decir somos?)

 

Eran los tiempos de Don Raúl D’Atri, su hijo Raulito, Saúl Santesteban, El Gringo Maraschini (un poco más atrás), León Nicanoff, Pinky Pumilla, Eduardo Ferma, Pablo De Pián, Lito Maldonado, Pepe Álvarez y algunos otros que dejaban su marca en las páginas de La Arena. En La Capital andaban Nelson Nicoletti, Guille Gazzia, “Poroto” Arballo, los Gigena (Lalo y Rodo), Juan Carlos Scagliotti; Oscar De María, Carlitos González y Juan Carlos Matilla en La Reforma…

 

Aparece Jorge Roo.

 

Lo cierto es que allá por los ‘70 apareció en La Arena un flaco pelilargo, de prominentes mostachos… Era Jorge Roo. “Usaba siempre ropa verde oliva, alpargatas casi siempre bigotudas y fumaba particulares…”, lo precisa Jorge Rojas (en aquellas épocas tipeador en el diario).

 

Roo estuvo por aquí apenas unos pocos años –quizás un lustro, o algo así--, pero vaya si dejó su sello como periodista incisivo, mordaz en la entrevista mano a mano, y con convicciones bien firmes.

 

Vale recordar que era una época de mucha agitación social, de marchas y protestas contra el gobierno de Lanusse y lo que vendría después, incluyendo a Jorge Rafael Videla y toda su runfla.

 

Tenía agallas.

 

Había que enfrentarse cara a cara con aquellos funcionarios de la derecha más agresiva encaramada en el poder de manos de los generales. Jorge Roo era de los que los desafiaban con sus preguntas, y que hasta les negaba legitimidad al dirigirse como “encargados” a los que figuraban con el rango de ministros en un gobierno de facto.

 

Su osadía, al cabo sus agallas, lo convirtieron rápidamente en un periodista de peso, que no tenía problemas en preguntar de igual manera a cualquier funcionario, fuera este civil o militar.

 

Por supuesto, con esa tesitura, si bien tuvo el beneplácito de quienes estaban con las causas populares, se ganó muchos enemigos que iban por un camino distinto. ¿Podría decirse que cualquier paralelo con la realidad de este tiempo es pura coincidencia?

 

Militante del PCR, enseguida se hizo amigo de colegas que no eran precisamente pertenecientes al ala derechosa del periodismo. Entre ellos Saúl Santesteban, Pinky, también Nicoletti, y por supuesto León Nicanoff.

 

Un paso fugaz.

 

Jorge Roo había entablado relación con La Arena a través de Saúl y Rosalba que lo habían conocido en su Necochea natal, donde organizaba la populosa fiesta de la niñez en esa ciudad. Lo invitaron a venirse y un día cayó por aquí, acompañado de su esposa Manuela y tres de los siete hijos que finalmente tuvo Jorge. Todos acomodándose –varios meses-- en la casa que los Santesteban tenían en O’Higgins y Moreno.

 

En realidad tuvo un paso fugaz por Santa Rosa, pero dejó su huella y quienes siguen La Arena desde aquellos tiempos lo tienen bien presente. Las nuevas generaciones de periodistas no lo conocieron, pero fue de los buenos de verdad.

 

Visita de Emilio Roo.

 

Por estos días, una inesperada visita a la Redacción removió los recuerdos. Emilio, el hijo menor de Jorge Roo llegó para conocer más de cerca de su paso por Santa Rosa.

 

Se entusiasmó –y se emocionó-- al recorrer en la colección antiguas notas y coberturas realizadas por su padre como periodista de este diario. Y es más, se sorprendió muchísimo de la impresión que Jorge dejó en quienes llegaron a tratarlo y a conocerlo en su condición de periodista.

 

Emilio tiene 45 años, y mucho tiempo no vivió con Jorge que se había separado de su madre. Lo veía de contínuo, pero a lo mejor necesitaba reforzar la imagen de ese hombre singular que lo dejaba asombrado con su inteligencia natural y sus conocimientos.

 

Cabe imaginar que en esta visita a Santa Rosa vino al rescate de una historia que conocía nada más que de mentas. Y podría ser que adentrarse en ella tal vez le permita reafirmar su propia identidad. No lo sé…

 

El hijo menor.

 

Jorge Carlos Roo falleció joven, a los 52, en Necochea. Estaba casado con Manuela María Rosa Dubra; y Emilio tiene otros hermanos, todos mayores que él: Juan, Georgina, Martín, Valentín, Camilo y Pampa.

 

Sobre sí mismo Emilio cuenta que tiene un hijo, Alan de 17 años; que vivió siempre en Necochea, salvo cuando fue a Olavarría cinco años para estudiar Ingeniería Civil. “No me recibí, pero fui buen alumno y por eso di clases de Análisis Matemático. Hoy trabajo en la Municipalidad, y escribo… sí, libros de filosofía, y sobre relaciones y vínculos. (Si lo quieren ver el link es https://www.editorial.unlp.edu.ar/debates/ núcleo y periferia del ser 22287)

 

Encuentro con el pasado.

 

“Es la primera vez que vengo a Santa Rosa… quería rescatar las historias y notas de mi padre, y al encontrarme con gente que lo conoció caigo en la cuenta que fue una figura publica de relevancia; y hubo gente como Nelson (Nicoletti), Pinky (Pumilla), la familia Santesteban, Marta Alcala y familiares del doctor Ciro Ongaro que me hablan de él, Y todo esto ha sido para mí muy emotivo… Es que casi no viví con mi viejo, por eso quería saber más cosas y aquí me encontré con anécdotas, cuentos... algo casi mítico. Y por cierto me sentí querido, abrazado y me dí cuenta que dejó una huella importante…”, dice con una satisfacción que pone en su rostro una amplia sonrisa.

 

“Lo que sabía de él es que a los 17 años trabajaba en Capital Federal como escritor fantasma de La Nación, y se encargaba de la Cámara de Diputados… y que había conocido Santa Rosa de muy jovencito, cuando vino como titiritero… Sí, andaba de trotamundos con Los Duendes del Títere, y esa vez le hicieron una nota en La Arena”, completa.

 

La huelga salinera.

 

Emilio estuvo varios días rastreando en los biblioratos del archivo de este diario, y hubo muchas coberturas periodísticas que lo impactaron. Sin dudas de las más trascendentes la huelga de los salineros, la más larga que se conocería en La Pampa (finales de 1971 hasta febrero de 1972). Fueron más de cuatro meses que los obreros resistieron la imposición de la patronal, que había firmado un convenio a espaldas de los trabajadores.

 

En esa cobertura participó activamente Jorge Roo, junto a otros colegas que hicieron suya la causa . Era una de las tantas protestas que se iban extendiendo en el país contra el gobierno militar.

 

Emilio Roo pudo recorrer esa historia. “”Fue una gesta conmovedora, impresionante. Ahí vi en la colección el papel de Ciro Ongaro, de (Eugenio) Kambich, y de buena parte de la sociedad que acompañaba”.

 

Y siguió: “Tengo entendido que en ese conflicto mi viejo tuvo un papel muy relevante, también en organizar, y en cómo presentarlo a la sociedad y presionar para que haya una respuesta”.

 

Un mundo más humano.

 

Emilio estuvo varios días y se volvió a su tierra complacido, gratamente impresionado. Estuvo aquí rastreando en los archivos de la memoria, quizás para encontrarse a sí mismo.

 

Algo de eso puede haber, y lo confiesa. “La verdad es que me revela que a los chicos no les interese la historia. Me parece buenísimo acceder a saber el nivel de compromiso que había en aquella época… que es el que tendría que haber siempre. Y sobre mi viejo, qué decirte… que es verdad que alguien que piensa que el mundo puede ser diferente un toque de locura debe tener. Y sí… hay que estar un poco loco para algunas cosas que hacemos, como promover el arte, la música, el teatro, reunirnos, escribir un libro… hay que tener un tornillo suelto para pensar que un mundo más humano es posible. Creo que enamora la sola idea de que se cultiven gestos humanos… ¿O Jorge estuvo equivocado?”.

 

¿Qué diría Jorge Roo en este tiempo?

 

Ante la realidad que hoy nos abruma, cabe preguntarse que estaría haciendo hoy aquel periodista que fue Jorge Roo. “Supongo estaría apostando a su gente, a sus seres queridos, a construir algo con ellos. Pienso que lo más elevado que podemos hacer las personas es crear y me hubiese encantado verlo en eso junto a otros. Probablemente escribiría, mucho… porque él era de estar con un anotador las 24 horas del día, los 7 días de la semana”, reflexiona Emilio.

 

“Se expresaba de esa manera… lo último que encontré en casa escrito por él se llama ‘Carta Abierta para la discusión con mis hijos’. Que era un poco mostrarse de algún modo vulnerable ante lo que fue el menemismo… decirnos bueno, critíquenme, digan lo que quieran, pero charlemos sobre esto”.

 

Porque lo cierto es que después de militar en el PCR Jorge devino en peronista pragmático en principio, menemista después (le pasó a muchos), e hizo campaña para el riojano. “El mismo día que Menem salió a hablar de ‘salariazo y revolución productiva’ él nos dijo: ‘El Turco nos cagó…’. Y siempre sostuvo que su posición inicial en ningún momento conllevaba la idea de un cheque en blanco… De ninguna manera”.

 

No lo van a conseguir.

 

Después apuntó a este Gobierno nacional diciendo que “no podemos creer que esto sea verdad. Cuando Milei dice que alguien puede coleccionar brazos lo que pensamos es que él está fuera de la cancha, no está en la arena política como la entendemos nosotros. Por eso cuando mencionamos palabras como solidaridad, altruismo, tener cierta conciencia colectiva, también estamos fuera de la cancha de ellos”, razona Emilio Roo.

 

Y continúa: “El plan de ellos es saquearnos y siempre fue ese. Y desmoralizarnos, destruirnos. ¿Lo están consiguiendo?... Bueno, ahí está la lucha. Y desde ya digo, no va a desaparecer el peronismo, de ningún modo, pero se tiene que rearmar”, afirmó. “Y mi padre, por supuesto, estaría de este lado”, cerró.

 

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