La noche de la bomba a La Arena
Eran tiempos convulsionados en nuestro país. Los prolegómenos del horror que iba a terminar de desatarse después del golpe de 1976. La antesala del espanto de los años de violencia con el terrorismo de Estado, las detenciones sin causa alguna, los atentados y desapariciones.
La crisis económica, la conflictividad social y política iba escalando –aún en pleno gobierno democrático-, y devendría después en el Golpe de 1976 que concluiría en la noche más funesta de la historia de nuestro país.
En nuestra provincia también había coletazos y violencia incipiente, y no mucho más tarde se iban a producir detenciones de militantes sin nada que lo justificare, entre ellas la del hijo del director de este diario y periodista Raúl Celso D’Atri, de Saúl Santesteban, de Nelson Nicoletti y de otros dirigentes políticos y gremiales.
A las 2.20 del domingo.
Eran las 2.20 de un día que recién se iniciaba. Andaba poca gente en las calles en el crudo invierno de 1975, y solamente circulaba la muchachada que se reunía en algunos bailes de la época en distintos clubes de la ciudad; o se veían algunos noctámbulos que, en el centro, preferían boliches como Capri, Cafetería Isa, o Café Maurice, para permanecer hasta la madrugada.
Transcurrían las primeras horas del 3 de agosto, y recién asomaba el domingo en la ciudad de Santa Rosa cuando una poderosa explosión conmocionó el centro de la ciudad y se hizo sentir, incluso en algunos barrios más alejados.
Un poderoso artefacto explosivo había sido colocado en la madrugada frente al edificio de LA ARENA, en 25 de Mayo 336, provocando importantes daños en la mampostería.
Tremenda explosión.
En aquella Santa Rosa casi bucólica –donde no eran habituales las manifestaciones violentas- el impacto resultó tremendo. El potentísimo estruendo interrumpió el sueño de los vecinos, incluso de quienes vivían en lugares muy alejados del radio céntrico. La bomba, después se constataría, había sido colocada en el umbral del edificio, en una de las puertas de acceso del local.
El diario no salía los días domingos, por lo que el personal estaba de franco, y por esa razón no hubo que lamentar más que daños materiales.
Es más, muchos, los más jóvenes empleados todavía andaban por los bailes que en los barrios organizaban distintos clubes de la ciudad. El actual director, Leonardo Santesteban, entonces muy joven, precisamente conocería en el Club Sarmiento lo que había acontecido; y muchos otros trabajadores se fueron enterando de a poco.
Obvio, no eran tiempos de celulares ni de comunicaciones con la inmediatez que hoy conocemos. Pero el estruendo había sido tan enorme que pocos dejaron de advertirlo.
Policías y bomberos.
A poco del atentado un gran número de efectivos policiales y del cuartel de bomberos, y buena parte de la población atraída por el fuerte bombazo, se aproximó al lugar constatando los deterioros que había ocasionado.
Peritos policiales realizaron una prolija inspección del lugar de la detonación, tarea que se reanudó al día siguiente, ya de mañana. Esa jornada, y las sucesivas,fueron una palmaria muestra de la reacción del vecindario. Las diversas instituciones –de manera masiva, e impresionante- hicieron escuchar sus expresiones de franca indignación condenando un hecho que naturalmente conmocionaba.
Entre los jefes policiales que llegaron al lugar se encontraban el subjefe inspector Miskoff, el comisario Constantino a cargo de la Unidad Regional, y el comisario Leguizamón a cargo de la Seccional Primera. Actuó enseguida la jueza de Instrucción y en lo Correccional Elvira Rosseti de González.
Un anticipo.
Era un claro indicio de las épocas que vendrían. La espiral de violencia se extendía por toda la República, y concluiría luego en la noche más ominosa de la historia argentina, que se iba a extender entre 1976 y 1983, hasta que el advenimiento de la democracia alentó nuevos y mejores aires.
Se estima que no menos de medio kilo de trotyl constituyó el elemento detonante, según lo confirmaban los tremendos impactos sufridos por las paredes, muebles e instalaciones del edificio de Diario La Arena, como así también la repercusión de la onda expansiva que destrozó vidrios en numerosos edificios de la manzana.
Como quedó dicho, los sábados era el día de franco del personal de La Arena –no salía los domingos-, lo que evitó que se produjeran víctimas.
No había nadie.
En estos días Jorge Rojas, quien trabajaba en el sector Tipeado del diario, recordó que “algunos muchachos jóvenes, que se desempeñaban en el taller, al tener llave de su lugar de tareas sabían ir a dormitar en las madrugadas después de salir a bailar o a disfrutar de la noche santarroseña. Por suerte en ese momento de la bomba ninguno había llegado…”.
Lo que sí se supo poco después de la explosión es que un joven que circunstancialmente caminaba por la calle 25 de Mayo -a unos 80 metros del edificio del diario-, recibió el impacto de un trozo de vidrio que rompió su camperón a la altura de un brazo, pero tuvo la suerte de no sufrir otras consecuencias que bien pudieron haberlo dejado herido de mala manera.
¿Quienes fueron?
Nunca se pudo determinar a ciencia cierta quienes fueron los que colocaron la bomba, aunque se apuntó a los sospechosos de siempre. Esto es miembros de los servicios de inteligencia, porque la agresión apareció como montada por personal diestro en la realización de ese tipo de hechos vandálicos. La bomba fue colocada en un hueco que quedaba al pie de la puerta de ingreso, utilizándose para accionarla una mecha que encendida llevó a provocar la explosión. Enseguida de producida un vecino del diario llamó de inmediato a un directivo de la empresa que se hizo presente y después llegaron empleados y curiosos que se acercaron al lugar.
Otros destrozos.
La onda expansiva destruyó vidrios de edificios linderos cercanos a La Arena, Fueron destrozados ventanales de la empresa de transportes Sacor, bodas Mariser, Tueros Turismo; y también se vieron afectadas viviendas particulares ubicadas sobre la calle 25 de Mayo entre San Martín e Hipólito Yrigoyen. El garaje de la casa vecina, lindera al edificio atacado, propiedad de la señora Elvira Torroba, sufrió seriamente el estampido que arrancó una hoja del portón de la cochera. También la florería de la empresa Arballo, ubicada enfrente ,estalló en mil pedazos.
Solidaridad de Regazzoli.
Las más diversas expresiones de repudio se dieron después del atentado. El entonces titular del Poder Ejecutivo Provincial, Aquiles José Regazzoli, dirigió un mensaje diciendo: “Nuestro pueblo se ha visto conmovido por el cobarde atentado perpetrado en la madrugada al local de la empresa editorial del diario La Arena, que ha venido a quebrar el clima de paz y tranquilidad reinante en todo el ámbito provincial. Es indudable que no todos vienen al mundo dotados de suficiente equilibrio moral para someterse de buen grado a las normas de sana convivencia social, y como consecuencia hay desviaciones de interés personal que degeneran en egoísmos destructores de los derechos de los demás. El Poder Ejecutivo Provincial se hace un deber ratificar públicamente las expresiones de repudio que el Gobernador José Aquiles Regazzoli le hace llegar al director del diario La Arena, Raúl Isidoro D’Atri”, manifestó el primer mandatario.
Otras expresiones.
Juan Ramón Camps –quien fuera temible Jefe de la Policía Bonaerense años más tarde-, y por entonces a cargo del Regimiento 101 de Toay, expresó que cuando se produjo el atentado él iba viajando a Capital Federal y que, enterado del suceso, decidió regresar a Santa Rosa porque quería mostrar su “solidaridad”.
Otros que dijeron de su repudio fueron el presidente del Consejo Provincial de Difusión, Manuel J. Montiel; el secretario general de la regional de la CGT que estaba a cargo de Ibero Ferreiro y también su secretario de Prensa Luis Alberto Arano.
Más voces.
No dejaron de emitir sus comunicados en el mismo sentido la Juventud Cristiana; y la Juventud Comunista que decía que el hecho “se sumaba a los atentados que en todo el país se estaban ejecutando por grupos armados de la ultraderecha orquestados por la CIA”.
Además manifestaron su solidaridad la Unión Cívica Radical, el Mofepa, el MID, la Federación Universitaria, El Cefchu, los gremios del sector de prensa, colegas periodistas de LU33 Emisora Pampeana y del Diario La Capital.
Todos los sindicatos y también distintos sectores de la sociedad civil fueron en el mismo sentido.
La Capital, edición especial.
El diario La Capital, que era decano en nuestra provincia tuvo, además, el gesto de sacar en forma vespertina una edición especial por el atentado a La Arena. El director era Juan Carlos Scagliotti, pero la redacción estaba en manos de Nelson Nicoletti, quien recordó por estas horas aquellos momentos que quedaron en la memoria colectiva para siempre.
El periodista dijo: “Fue el anuncio más brutal y temprano de que los golpistas no andarían con miramientos. Bombas y detenidos comenzaron a cambiar el rostro de la sociedad pampeana. LA ARENA, ATE, la vivienda de las universitarias Cristianas por la Liberación de la Avenida Roca… las presas y presos del ‘75 que inauguraron la sistemática persecución y encarcelamiento de militantes políticos,sociales y periodistas fue el preanuncio de lo que vendría. Aquella bomba en LA ARENA fue el acto de terrorismo de estado mas expresivo de la dictadura que solapadamente ya operaba en el país”. Pocos meses después, al producirse el golpe el 24 de marzo, Nicoletti iba a ser detenido en la redacción de La Capital y permanecería tres años preso sin causa ni proceso.
Un día como hoy.
LA ARENA, que ni aún después de la bárbara agresión dejó de salir –afortunadamente las máquinas del taller no resultaron dañadas- en la edición del 4 de agosto agradeció el gesto de La Capital. “La actitud del medio colega es más valiosa y elocuente porque esa edición fue elaborada en el día que esa empresa editora realiza su habitual descanso semanal”. Y continuaba señalando que el gesto de La Capital contribuía “a la defensa de un bien tan preciado como es la libertad de expresión y la convivencia democrática”.
Fue un día como hoy de hace 49 años que la sociedad santarroseña amanecía conmocionada por un suceso que era el comienzo de la noche aciaga que se aproximaba.
El atentado, de ayer a hoy.
Don Raúl Isidoro D’Atri era el director de La Arena cuando se colocó la bomba que voló una parte del edificio donde se editaba el diario.
¿Y qué decía entonces? “La Pampa está inserta en el mapa político de la República, y hasta aquí llegan los coletazos de la violencia. Esto nos fortifica moralmente. No es la primera vez que La Arena sufre las vandálicas manifestaciones de los que buscan indudablemente desprestigiar las instituciones básicas de la República. Que podría sintetizarse como el golpismo que busca empeñosamente entorpecer un proceso de suyo dificultoso, a fin de impedir o entorpecer la búsqueda de soluciones en las que estén empeñadas todas las fuerzas sanas del país. Hemos visto cómo han sido objeto de atropellos y víctimas de la antipatria dirigentes políticos, gremiales e incluso medios de difusión. Esto confirma nuestra línea editorial, y las numerosísimas adhesiones recibidas de vecinos, lectores, autoridades, colegas e instituciones, nos animan a proseguir con nuestro servicio de defensa de los intereses populares”.
Recordar la historia.
A la distancia, el actual director Leonardo Víctor Santesteban invita a remitirnos al pasado para encontrar algunas explicaciones del presente. “Creo que es importante recordar nuestra historia, una historia que muy pocos conocen. Pasa que cuando la gente pierde la fe en la democracia; o una parte de la población la pierde apuesta a salidas autoritarias que cree van a mejorar los problemas que puede tener el sistema”.
Al hacer mención a aquella noche del atentado agrega: “En ese entonces había un montón de cosas que el gobierno de Isabel Perón estaba haciendo mal, y desde luego que había en el nombre del gobierno bandas armadas, como la Triple A y otras… Pero hoy, cuando hay diputados que están visitando a los genocidas en sus prisiones y pretenden alentar una especie de reivindicación del mayor genocidio ocurrido en la Argentina, hay que recordar aquellos años, que no fueron solamente la bomba a La Arena, sino también a ATE. Hay que acordarse de lo que fue la detención de médicos del Sistema de Salud, la pérdida de la libertad de periodistas, como los casos de Raulito D’Atri, Saúl (Santesteban) y Nelson Nicoletti”.
El director de La Arena expresó que creía que “lo que uno necesita en estos casos siempre, cuando quiere ver con claridad el presente, o tratar de hacerse una idea de lo que va a ser el futuro, es remitirse al pasado”.
“Es allí donde están las respuestas y donde deberíamos mirarnos. Máxime cuando se ponen en duda la recuperación democrática y la lucha contra la búsqueda de Verdad y Justicia que inició Raúl Alfonsín. Por eso se hace necesario recordar la historia…”, concluyó.
(M.V.)
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