Lucas, científico mochilero
Algunas estimaciones dan cuenta que en nuestro país son más de 300 mil los mochileros que andan por allí, en tanto datos de la Organización Mundial de Turismo (OMT) muestran que el turismo joven representa algo así como un 20% de todas las llegadas mundiales. Entre quienes cargan sus mochilas y salen a andar por el mundo, destaca una generación nueva que se ha dado en denominar “flashpacjers”, esto es mochileros con más de 30 años.
¿Cuál es el espíritu que lleva a una persona a cargar sus bártulos y empezar a andar caminos? Algunos con el simple motivo de disfrutar la naturaleza a pleno, en todas sus formas, gozando de los días más lindos, pero también afrontando esos otros cuando el viento, o la lluvia se hacen presente… aunque ni eso conseguirá arredrarlos.
Están los que van en busca de aventuras, o con el propósito de conocer diversos lugares, quizás aprender un idioma, y existen –también- los que se anotan para algún voluntariado.
El muchacho caminaba por la plaza San Martín como desorientado, mirando hacia todos lados y viendo cómo trabajaban los operarios que llevan adelante las obras de la céntrica peatonal.
Llamaba un poco la atención en la soleada mañana, y alguien que andaba por allí advirtió que andaba como dudando. “¿Querés tomar un café?”, lo invitó. Y el muchacho aceptó gustoso, y en tanto iba contando el motivo de su viaje.
“Salgo siempre de mochilero, y ahora como tengo poquitos días se me ocurrió que podía conocer las Sierras de Lihuel Calel, pero se me está haciendo complicado llegar”, empezó.
Doctor en Matemáticas.
Lucas Guarracino (38) es bonaerense, “nacido en José C. Paz, pero instalado en Mar del Plata hace muchos años. Aunque desde muy chico toda mi familia vivió en San Clemente del Tuyú; mis padres Claudio y Zulema; y mis hermanos más grandes, Cristian y Claudio. Uno se quedó en San Clemente y es profesor de Educación Física, y el otro se fue a Capital Federal y es licenciado en Informática”, narra. “Por suerte los tres pudimos estudiar. En mi caso cuando terminé el secundario me fui a Mar del Plata, y en su universidad me gradué como Doctor en Matemáticas. Doy clases y también he sido investigador del Conicet”, completa.
¿Profesor y de mochilero? “Y por qué no!”, fue la atinada respuesta de Lucas. Sí, por qué no. Pero cabe decir que viendo al muchacho de mochilero resultaba difícil asimilarlo a un profesor universitario. Y dice Lucas: “Lo que sucede bastante es que quien se dedica mucho a la ciencia necesita, paralelamente, hacer otras cosas más como del lado espiritual, para compensar”, explica.
“Pero es verdad… mi aspecto, la ropa, la mochila, los anteojitos hacen que la gente me vea quizás distinto. Y por eso admito que puedo presentar un aspecto como un poco más de ‘inofensivo’ y me levantan los autos en el camino. Digamos que aparezco como ‘levantable’, que no tendría pinta de chorro…”, se ríe. ¿Una mirada con algún rasgo lambrosiano? Podría ser.
“De todos modos –continúa- ahora es más difícil que paren los autos, y es verdad que los prejuicios existen. E insisto, me parece que los anteojitos me ayudan”, se sonríe.
Lleva un bolso, mochila, y su carpa. Lo necesario para pasar la noche donde toque. “Más de una vez tuve que dormir a la intemperie, o en una terminal de ómnibus, en cualquier rinconcito, hasta que llegar al lugar de destino. Pero la verdad es que disfruto muchísimo eso despertarme en medio de la naturaleza con el canto de los pájaros… o ver amanecer, o el atardecer. Es algo fabuloso”, afirma.
Un “nerds”.
Se declara mochilero desde hace muchos años. “Siempre en Argentina, y estuve acampando por el lado de Cataratas, Mendoza, Entre Ríos y otras provincias. Una manera de apartarme de mi laburo todos los días, porque soy docente de la universidad y tengo todas las cargas horarias posibles cubiertas. Podría decirse que soy un ‘nerds’, como le dicen a los que somos fanáticos de la lectura y el estudio… La verdad es como docente, por ahí no se gana mucho, pero da muchas satisfacciones”.
“Me encanta la conexión con la naturaleza, esa paz que se disfruta. Por eso cada vez que puedo arranco y me conecto con todo eso. Mayormente solo, pero alguna vez también salimos con amigos, pero lo cierto es que me gusta más andar solo”, indica.
Después admite que “a veces hay dificultades, como esperar alguien que te levante y no pasa nadie en todo el día, y tampoco circulan micros. Y eso sí es un garrón, pero se aguanta. Pero cuando salís solo a acampar tenés que estar preparado que te van a pasar cosas. Es medio inevitable”.
A Lihuel Calel.
Lucas se muestra agradecido de la gente, “sobre todo en el interior, donde es súper amable. Por ahí, como ahora, me ven medio desorientado y se ofrecen a ayudar; y eso es algo que no pasa en Buenos Aires… me parece que donde hay más gente, en lugares más urbanizados, se complica más”.
“Mi idea ahora es llegar a Lihuel Calel, porque me gusta visitar parques nacionales, y este es uno de los que más cerca me quedaba. Pero no me está siendo fácil llegar”, comenta.
El muchacho sigue explicando que “quiero seguir haciendo esto varios años más. Si me preguntan por mi proyecto de vida me gustaría poder hacerme la casita en Mar del Plata, y así con eso como base continuar recorriendo el país. Y si puedo también comprarme un vehículo… para seguir viajando”, expresa en el final.
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