Noche de pura emoción en el Medasur
El cantautor pampeano se sorprendió cuando Guito Gaich –el conductor de la noche, quien mostró su habitual estilo desenfadado- anunció que el acto en el Centro Cultural Medasur tenía como agasajado a José Gerardo Molina.
Allí Lalo se paró de su butaca y respondió tímidamente la ovación de los presentes. Después los diversos artistas que formaron parte de la programación fueron interpretando temas que tenían que ver con nuestra música pampeana –todos musicalizados por Molina- con letras de Edgar Morisoli, Bustriazo Ortiz, El Bardino Julio Domínguez, El Ruso Massolo, Guri Jaques y Oscar García.
Un premio a Lalo que fue pergeñado en el mayor de los silencios, entre algunos de sus amigos, y con la inestimable participación de Naldo Labrín, Jorge Rojas, Guito Gaich, Cacho Arenas y algunos otros.
En secreto.
Todos se juramentaron que el artista no se iba a enterar hasta el mismo momento en que Guito anunciara a quién se le estaba haciendo el homenaje. Y así sucedió: sorprendido, con una tenue sonrisa que expresaba que no entendía bien lo que estaba pasando, Molina fue recibiendo en el final el abrazo sentido de artistas y público que se hizo presente en el Medasur.
Alguien dijo que los duendes recobraron el coraje y, “contrariando a Armando Lagarejo, le pusieron alas al poema y a la singular noche vivida en el Medasur. Se conjuró la vida y la memoria para mantenernos en la huella junto a diecisiete cantores pampeanos, un coral y más de diez músicos cómplices de sorprender y homenajear al intérprete y compositor pampeano José Gerardo Lalo Molina.
Cancionero de excelencia.
Quizás Lalo fue la excusa para el reencuentro con un cancionero de excelencia, para el renacimiento de la poesía mayor pampeana que alcanzada por la guitarra de Molina se elevó en canción y cual flecha yupanquiana viró en aire y nos alcanzó testigos de una Pampa majestuosa abierta a nuestros sentidos. La música y las palabras atravesaron corazones y recuerdos por una luz de memorias que ratifica, hoy más que nunca, que “La Luna no se rompe”.
Camilo Molina arrojó la piedra y las ondas no mediaron distancias ni tiempos para hacerlo posible. En tiempos de inteligencias artificiales, la poesía, la amistad y la urgencia de lo necesario lograron un repertorio “de ida y vuelta” cuidadosamente jerarquizado. Un elenco indiscutido de cantores, músicos y amigos de lo posible celebraron la obra de Molina también. Porque “la palabra poética ha atravesado siglos de culturas y diversidades humanas”, como expresó la Asociación Pampeana de Escritores en sus palabras de reconocimiento.
Graciela, la compañera.
Sobre la vida del compositor homenajeado, Naldo Labrín dejó caer la frase: “Siempre pudo más el amor que las contrariedades”, refiriéndose a su compañera Graciela De Diego, La Gallega, como su ladera y sostén imprescindible, quien mereció un momento especial al final de la noche acompañada por Encuentro Ballet de Toay, rescatándolo y rescatándonos quizás de las ausencias sufridas por Guajardo, ya que su “aporte al cancionero pampeano desde su dimensión de guitarrista, cantante y compositor”, fue el rasgo destacado por la Academia Nacional del Folklore, en su reconocimiento.
Los que se conjuraron.
Sin ausencias también, garantizaron Cultura y Gobierno de la provincia habilitando el espacio, un grupo humano dispuesto y un reconocimiento en vivo, no sólo por el indiscutible mérito de Lalo Molina, sino por gestiones de pares y amigos como el Negro Jorge Rojas, Alberto Carpio, entre otros “secuaces” como el Gallego García, Guito Gaich. Federico Camilleti, asumió el desafío del armado musical pampeano, con la calidad y calidez que discurren las palabras que construyen la poética de dos guitarras, desde la pluma de El Bardino.
Que continúe.
Una idea, una llamada, un homenaje posible y la desinteresada participación de un conjunto indiscutido de artistas pampeanos y neuquinos hicieron que este reconocimiento por Lalo Molina, por la música, la poesía y la canción necesaria se convirtiera en un momento especial único e irrepetible, en tiempos en que las esperanzas parecen desaparecer de la vida cotidiana.
Apelamos a que continúen estos impulsos y confiamos en que seguirán existiendo y propiciándose por la cultura y el bienestar de la comunidad.
El final en el Medasur fue apoteótico, porque artistas y público finalizaron interpretando a toda voz ese himno que es “La huella de ida y vuelta”. Sí, fue una noche mágica.
Una idea con intérpretes y cómplices.
La idea y realización del espectáculo fue de Camilo Molina, Naldo Labrín y Jorge “Negro” Rojas. Fueron sus cómplices Guito Gaich, Federico Camiletti, “Pochi” Gallinger, Germán y Maru Molina (y familias).
Participaron e hicieron su aporte Alberto Carpio y Cecilia Cerutti (Coral Médanos y Luna), Lautaro Labrín, José Luis Castiñeira (Academia Nacional del Folklore) y Leonardo Santesteban (La Arena).
Fueron cómplices como intérpretes (por orden de aparición): Federico Camiletti, Eduardo Castro, Marcela Eijo, Pedro Cabal, Laura Paturlanne, Javier Villalba, Juani De Pian, Pamela Díaz, Guillermina Gavazza, Belén Martínez, Luis Gesualdi, Oscar García, Hilda “Negrita” Alvarado, Martín Mansilla, Leticia Pérez, Carlos Denda, Carmina Labrín, Camilo Molina, Coral Médanos y Luna (director, Alberto Carpio); y Encuentro Ballet: Nano Roquel y Mara Saavedra, Juan Domínguez, Diego Bugao y Natalia Videla.
Participaron como músicos acompañantes: Carolina Crawley en percusión, Martín Díaz en guitarra y Hernán Basso en bajo.
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