Un mini Lollapalooza bien al sur
“¿Una más o ya estamos?”, preguntaba Santi Motorizado después de algunas de las canciones y cuando ya eran casi las 3 de la madrugada del sábado, con un frío inusual para la época y un cansancio acumulado por las horas de festival. Pero el público, estoico, tenía resto para seguir porque tocaba la banda que todos querían ver. Y no defraudó. Como no lo hizo ninguno de los tres grupos principales de la grilla de un evento que reunió a unas 4 mil personas y que, en Bahía Blanca, espera crecer y multiplicarse.
El “Festival Nueva Sur” se hizo el pasado viernes en el gigantesco predio Moonpark (aledaño al autódromo bahiense) y sobre el escenario estuvieron Turf, Massacre y El Mató a un Policía Motorizado como grandes atractivos pero, antes, también un listado de bandas y solistas locales y nacionales que mostraron sus propuestas. Además, en sintonía con la nueva tendencia de eventos auspiciados por multimacionales, en el lugar se dispuso de distintas atracciones y allí estuvo LA ARENA para contar una jornada que comenzó a las 5 de la tarde del viernes y culminó bien entrada la madrugada del sábado.
Fue en el marco de esos grandes festivales que se armó el de Bahía Blanca y en el caso de “Nueva Sur”, a unos metros del escenario de donde tocaban las distintas bandas, había un domo gigante con DJ’s en vivo que atraían a los cultores de la música electrónica junto a espacios para niños, un VIP, rincones con emprendedores, carros de comidas y de bebidas. Un mini Lollapalooza (uno de los festivales más convocantes del mundo y que todos los años reúne a bandas internacionales con fechas de distintos países) que fue el primero, contó con organización local, y que según expresaron Walas (Massacre) y Joaquín Levinton (Turf), “ojalá haya llegado para quedarse”.
Una fiesta.
Andro fue la banda que abrió el line up de la tarde y luego siguieron Dum Chica, Siete Rayos y Nina Suárez (es la hija de Rosario Bléfari) antes de los locales Luceros El Ojo Daltónico, que marcaron la previa de Turf, la banda que este año celebra los 27 años de la salida de su primer disco, ‘Una pila de vida’, y que demostró que de la mano del carisma y liderazgo de Levinton (considerado uno de los mejores frontman del rock criollo) siguen tan vigentes como en su mejor época.
“Loco un poco”, “Magia blanca”, “No se llama amor”, “Todo por nada” y por supuesto “Pasos al costado” además de una hermosa versión del clasicazo de Los Enanitos Verdes “Lamento boliviano”, desataron la fiesta entre un público de las más variadas edades y tendencias. Tres pantallas gigantes detrás del escenario le dieron marco a un grupo que suena bien afilado y que descansa en ese esmirriado cantante especie de eterno Isidorito Cañones porteño cargado de desfachatez, excesos y picardía. Levinton es al que todos invitarían a un asado para que cuente anécdotas, un tipo que las vivió todas (hasta ser atracción en el reality televisivo Masterchef) y que al frente de Turf canta y habla, lo que se le ocurre, como cuando dijo con total firmeza: “exactamente hoy hace 20 años que nos presentamos por primera vez en Bahía Blanca” y al rato preguntó si hacía unos meses o unos años que habían estado. O cuando presentó una canción “que lleva alegría a todo el mundo, a la ONU, al G-20…” en la previa de “Pasos al costado”, uno de los más coreados de la noche.
Massacre.
Cuando Turf dejó el escenario el clima había dado un cambio brusco. Lo que había sido un día bien veraniego se transformó en una noche casi invernal, con un viento bien bahiense que, en el descampado, se hacía sentir (“¿Qué pasa en Bahía? Hoy hacía 30 y pico grados y ahora este frío. ¿Es la amplitud térmica?”, preguntó Walas). Esa pausa entre banda y banda era el momento para ir a consumir algo, y allí estuvo el punto negro del festival, con un sólo carrito donde vendían los tickets y luego otro para pedir la comida (con la bebida era más ágil). Filas y demoras de más de una hora en cada espacio, en un lugar donde se esperaban miles de personas, sin dudas que será un punto a mejorar para lo que venga. Al igual que la puntualidad ya que los tres grupos principales tocaron dos horas más tarde de lo previsto.
En el turno de Massacre, el grupo demostró su vigencia luego de más de tres décadas de trayectoria. Siempre con una pata en el under y con el rótulo de ‘banda de culto’, no son fácil de consumir para un público de festival por más que se hayan ganado un sitio en la enciclopedia del rock nacional.
Con temas del disco que sacaron este año (“Noveno”) y varios clásicos como “Niña Dios”, “Tanto amor”, “La reina de Marte” o “La octava maravilla”, los comandados por Walas reivindicaron su identidad (el cantante en un momento gritó “¡esto es Massacre... Palestina!”, tal como era el nombre original del grupo y que luego tuvieron que modificar) con su sonido psicodélico y envolvente.
Motorizados.
El final de Massacre abrió la espera del final de la noche-madrugada. Y cuando todo estuvo listo el público recobró el calor con El Mató a un Policía Motorizado, el gran cierre que tenía previsto el festival. Y la banda platense hizo que la espera valiese la pena. Una andanada de hits en una pared de sonido que suena ajustadísima, con múltiples detalles y arreglos que se escuchan limpios, como la voz de Santi, esa cautivante figura que detrás de una timidez que no disimula, genera una atracción irresistible en base a canciones con sello propio.
El Mató tocó casi todas las canciones que el público esperó durante horas y las coreó de principio a fin, como “La noche eterna”, “Más o menos bien”, “Diamante roto” “Yoni B”, “Ahora imagino cosas” o esa gema preciosa que es “El Tesoro”. No importó el frío, la demora ni la distancia, el Nueva Sur valió la pena, porque como canta Santi, ‘Voy a quedarme un poco acá. Cuidarte siempre a vos en la derrota. Hasta el final, el final’.
Turf armó la fiesta.
Uno de los momentos más esperados del Festival fue el show de Turf, y el grupo de Joaquín Levinton estuvo a la altura con una catarata de hits que hizo bailar al público. El cantante cautivó con su despliegue escénico y la banda recorrió varios temas de su discografía, como “Casanova”, del primer álbum ‘Una pila de vida’.
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