Un periodista de pluma clandestina
Para él todo había que "averiguarlo", para así llegar primero a la noticia y ganarle a la competencia. Y la realidad era que sus fuentes solían ser infalibles.
RODRIGO SANTESTEBAN
"¿Te enteraste de lo que pasó nene?". Así era el recibimiento que mi tío Claudio Santesteban solía darme cuando me veía pasar por la puerta de La Arena, en mis años de cronista de policiales. "Fijate... está todo en el cuaderno", aclaraba por las dudas, misterioso, como si realmente no tuviera noción de que su peculiar 'cuadernito' me daba el puntapié inicial para investigar y desarrollar probablemente la mitad de las notas que tendría que escribir en el día, y que su dificultosa lectura representaba mi primer labor al entrar en la redacción.
Averiguar.
Cada noche, el tío pasaba su turno como telefonista tomando nota de cuanto asunto considerara digno de noticia, y casi como una firma personal, cada entrada de ese verdadero manantial (por no decir torbellino) de información, concluía con un "averiguar": desde un apuñalado en el Plan 3000, hasta una pérdida de gas en la Raúl B. Díaz, un caño de agua roto o una mascota extraviada.
Para él todo había que "averiguarlo", para así llegar primero a la noticia y ganarle a la competencia. Y la realidad era que sus fuentes solían ser infalibles, pues la "data" que le llegaba era de primera mano, ya que durante su largo esperar por un teléfono que casi nunca iba a sonar, paraba la oreja para escuchar y conversaba con los canillitas y los personajes que por la madrugada pasaban por la mesa de entrada a retirar el diario: bomberos, empleados públicos, policías... De esta manera, casi nada de lo que pasaba durante la noche en Santa Rosa se le escapaba, y así contribuía enormemente (y lo hizo durante más de dos décadas) en la obtención de noticias para la edición del día siguiente.
Jugador de toda la cancha.
No conforme con ello, su jurisdicción no sólo se limitaba a Santa Rosa. Infatigable radioescucha, investigador de cuanto tema le interesara y pionero en el uso de internet, dejaba plasmado en su cuadernito información de la provincia, el país y de todo el mundo, con sus respectivos comentarios, opiniones y pronósticos. Esto, sumado a su complicada caligrafía, provocaba tanto la queja de los periodistas que debían rastrear trabajosamente la información que les competía, como del personal del departamento de compras, que debían reponer los cuadernos Gloria con incomprensible regularidad. No obstante, podía uno encontrar en esas páginas maravillosos pasajes que, por su originalidad literaria, provocaban irremediablemente al lector un estallido de risa.
Por otra parte, era notable cómo de tanto en tanto lograba anticipar con buen tino situaciones y sucesos difíciles de prever de la política. Y es que si uno quería saber acerca de los acontecimientos que habían ocurrido en el día o en la semana, o debatir sobre algún tema político en particular, solo tenía que ir a la mesa de entrada para compartir unos mates y charlar con él, pues era una de las personas más informadas en todo el diario, y siempre estaba bien predispuesto a escuchar y compartir sus puntos de vista.
Compañero.
Aunque no escribía para la edición impresa, "Claudito", como era conocido, era todo un periodista, y representaba una inagotable fuente de información y conversación, con una férrea opinión formada sobre casi todos los temas de la actualidad, y que no dudaba en exponerla ante sus compañeros, principalmente ante aquellos con los que se diferenciaba ideológicamente.
Peronista de nacimiento y luego acérrimo defensor del kirchnerismo, orgulloso de su origen vasco e hincha de Belgrano de Santa Rosa, se plantaba en cualquier momento para defender sus ideales, sin importar si estaba en minoría, y debatía con altura, información y mucha pasión.
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