Viernes 09 de mayo 2025

Vairoletto mató a su tío e hirió a su padre

Redacción 27/08/2023 - 10.10.hs

Un 12 de mayo de 1927 dos malhechores asaltaron en la zona de Caleufú a un vendedor abundante, José Alemandi, de 29 años, al que le dieron muerte; en tanto dejaban herido a su acompañante Vicente Francisco (Paco) Espinosa de 37.

 

A 97 años de ese suceso trágico todavía hay quienes lo recuerdan porque alguna vez tuvieron precisiones de lo que pasó ese mediodía de una fría mañana pampeana. Es que personas sumamente conocidas en nuestra ciudad, los Espinosa, saben de aquel episodio a partir de haber contado en sus manos con sólida documentación de las actuaciones policiales y judiciales.

 

Testimonio de Raúl Espinosa.

 

Hace pocas semanas se publicó en estas páginas una nota sobre Raúl Espinosa –conocido vecino que fuera dueño de la importante empresa metalúrgica Monarca, que hacía acoplados para camiones jaulas--, y allí volvió sobre aquel relato: el día que Juan Bautista Vairoletto y un cómplice atacaron a balazos a su padre Vicente Francisco (Paco) Espinosa y a su tío José Alemandi.

 

Raúl es de esas personas a las que les gusta guardar fotos y documentos de hechos que pudieran revestir alguna importancia. Y obviamente tiene bastante sobre aquel luctuoso acontecimiento. Y los muestra y cuenta.

 

Al trote, tranquilos.

 

Aquel día, al trote tranquilo de tres caballos el breque se acercaba a la espesura del monte, el caldenal daba al paisaje su inconfundible toque pampeano en un punto del noreste del territorio nacional de La Pampa. Un caballo ensillado acompañaba la marcha al trote, atado a la parte trasera del carruaje.

 

Los ocupantes eran José y Paco, José Alemandi y su cuñado Vicente Francisco Espinosa, padre de Raúl. Ambos viajaban despreocupados y sin apuro al ritmo cansino del carromato.

 

Vendiendo en los campos.

 

En el breque, como quedó dicho, iban marchando y charlando los hombres sobre la mejor manera de recorrer la campaña en busca de compradores para las mercaderías del almacén que Alemandi --bolichero en la zona rural de Caleufú--, necesitaba vender con urgencia para juntar los pesos que le permitieran pagar sus deudas. Aquel año sin cosecha a causa de las heladas del año anterior lo tenía muy preocupado, y por eso sus salidas a la campaña.

 

Lo de Paco era distinto, porque iba más que nada para acompañar a su cuñado. Se dedicaba a la reparación de relojes y armas, y si bien conseguía algunos trabajos no era su objetivo fundamental en ese viaje.

 

Sangriento asalto.

 

En esas circunstancias, cuanto el carruaje enfrentó dos añosos caldenes que flanqueaban la huella, llegó la hora y el minuto que cambiaría su vida. Desde detrás de los árboles surgieron dos sujetos que descargaron súbitamente sus armas sobre los desprevenidos viajeros.

 

La muerte del caballo atado a las varas, alcanzado por un balazo, produjo la brusca detención del carruaje. La escena que rodeaba a Paco Espinosa en contados segundos era de aquellas que permanecen vívidas para siempre: a tres pasos de distancia estaba el cuerpo sin vida de José con su cabeza destrozada por dos balazos disparados con una rapidez y precisión asombrosas. Él estaba inerte, en el suelo, mientras los asaltantes le seguían apuntando, y se veía a sí mismo con un brazo dolorido y sangrante al haber sido alcanzado con un proyectil a la altura del codo.

 

Se llevaron todo.

 

Muerto José Alemandi, herido e inmóvil Francisco Espinosa, los malhechores consumaron su propósito de atracar el breque lleno de mercaderías de almacén, y se llevaron lo más valioso: ropa, calzados, cigarrillos, tabacos, relojes, fantasías y armas, entre estas las que se cuentan algunas que fueron tomadas para su reparación. Y además, dinero de los bolsillos: 85 pesos de Alemandi y 5,50 centavos de moneda nacional que era lo que llevaba Espinosa. Todo se lo llevaron un caballo que también formó parte del botín. Los maleantes habrían esperado a sus víctimas a pie, pero esto no es seguro.

 

“¿Los liquidamos?”.

 

“Y che! ¿Los liquidamos?, dijo uno de ellos. Al final decidieron abandonar a Paco Espinosa a su suerte, que de esa manera salvó su vida. Paco pensó de qué manera salvarse, y decidió volver al puesto de las Lomas Peladas a unos 8 kilómetros del lugar. Allí estaba la estancia La Maruja, donde habían pasado la noche anterior. Dos horas largas le habría de demandar el trayecto.

 

Por supuesto no eran estos tiempos de comunicaciones inmediatas, pero vistas las circunstancias se puede admitir que las autoridades policiales se movieron más o menos rápido. Quizás porque sospechaban que tras el atraco estaba el hombre que buscaban desde hacía bastante tiempo.

 

Actuación policial.

 

El general Jerónimo González del pueblo de Villa Varale, estación La Maruja en el sector nacional de La Pampa, fue el primero en enterarse de lo que estaba pasando y luego de asistir a Espinosa dio cuenta a la policía. Eran ya las 2 de la tarde del 12 de mayo de 1927. González dio la noticia al comisario del departamento, Cipriano Retolaza, quien a su vez informó vía telefónica a sus superiores de lo sucedido.

 

Así se dispuso que una comisión policial fuera hasta el lugar de los hechos, y alrededor de las 6 de la tarde apareció en el teatro de los acontecimientos el comisario que instruiría las actuaciones.

 

Según contó Paco Espinosa, todo indicaba que de los dos delincuentes, uno era improvisado; pero el otro mostró en todo momento la frialdad y ejecutividad propia de los criminales experimentados. Tanto al momento de cometer el asalto como luego para reunir lo que se iban a llevar y emprender la fuga.

 

“Es Vairoletto”.

 

Ese personaje frío y decidido dejó una fuerte impresión en el relojero de Calefú. Durante la instrucción del sumario cuando le mostraron fotografías, lo reconoció en el acto: “Este es uno de ellos”, dijo Francisco Espinosa. Y la respuesta de los uniformados fue indubitable: “Este es Vairoletto”.

 

Y después afirmó Paco: “Nunca lo había visto ni sentido nombrar”. Durante muchos años Francisco Espinosa solía repetir: “Para mí era como si me hubieran dicho Perico de los Palotes”. Del otro delincuente no surgió la menor pista y nada más supieron de él.

 

Nunca más relojero.

 

El reconocimiento de las dos delincuentes por parte de una de las víctimas no es la única prueba identificatoria que sustanció el juez Floricel Pérez Porque quedaron constancias de pericias dastiloscópicas realizadas por el subcomisario Vicente Benincasa, experto en trabajos científicos, que demostraron la participación de Vairoletto en el sonado caso Alemandi y su muerte; hecho en el que Francisco Espinosa quedó herido en el brazo derecho e incapacitado permanente para ejercer su oficio de relojero.

 

Historias de Vairoletto.

 

Mucho se ha escrito sobre las andanzas de Juan Bautista Vairoletto. Están aquellos relatos que refieren a un supuesto “bandido romántico” que robaría a los ricos para ayudar a los pobres; y otras historias como estas que narra Raúl Espinosa –documentadas en expedientes judiciales y policiales-- que dan cuenta de un bandolero frío, brutal y nada piadoso.

 

Dos versiones bien encontradas entre los que pretenden sostener que era una suerte de santo, y los que afirman que era simplemente un despiadado malhechor al que se le temía y por esos pocos se animaban a denunciar. Una historia de nuestra pampa en tiempos que era Territorio Nacional. (M.V.)

 

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