Venden “tortillas norteñas” en el Molino
Dicen los que dicen saber que fueron los aztecas los que convirtieron a la tortilla en un elemento básico y que después la costumbre de cocinarlas se trasladó por toda Centroamérica.
Se cuenta que las tortillas eran elaboradas por campesinos que intentaban saciar el hambre de su rey. Cuando llegaron los españoles a la zona conocieron que el pueblo azteca hacía panes planos de maíz, base de su dieta.
Pero el origen de todo –continúan los que saben la historia gastronómica del pueblo mexicano- habría que buscarlo en la civilización antigua de los aztecas.
Su nombre, tortilla, deriva de la palabra náhuatl "tlaxcalli”. En principio se hacía con maíz, pero es verdad que existen muchas más variedades.
Venta en Santa Rosa.
En nuestra ciudad, desde hace algunos meses se puede ver –en la esquina de Stieben y 1º de Mayo, a metros del inconcluso megaestadio- a un señor que todos los días, alrededor del mediodía, y a veces al atardecer, se instala con su puesto de venta de tortillas. Y pareciera que le va bien porque es constante que los autos, o gente en moto, o caminando, se acerque para comprar lo que ofrece a un precio más o menos acomodado.
Cabe agregar que además hay otros vendedores de esa mercancía en la ciudad, que tienen otras paradas en algunas calles muy transitadas.
Puesto “El Molino”.
En el puesto que ha denominado “El Molino” por su cercanía con el edificio de los Werner (que en gran parte es ya una ruina, salvo el espacio que ocupa la Municipalidad con la Dirección de Cultura), José Luis Llancamil (64) se instala todos los días con su chulengo y elabora esas tentadoras tortillas que vende en buena cantidad.
Por si algún distraído no lo sabe el chulengo es una suerte una parrilla hecha con un tambor de metal cortado a la mitad, ideal para cocinar al aire libre.
Siempre fue vendedor.
José Luis aclara que no tiene nada que ver con el cacique Yancamil, el mítico jefe ranquel en armas. “Mi apellido es con dos ‘l’ –precisa- y soy de Trelew, aunque hace muchos años que estoy en La Pampa”,
Cuando cuenta sobre su vida dice que “siempre me tocó vender en la calle… billetes de lotería, café… lo que venga. Pero además trabajé desde los 17 años de albañil, y también en reparar o restaurar cocinas”.
Como el trabajo aflojó, Llancamil –que vive en Toay- decidió poner el puesto en Santa Rosa, y pareciera que le va muy bien. “Dios me dio este lugar”, agrega el hombre que dice ser muy creyente.
Tiene tres hijos, Mariana que es arquitecta; Daniel que lo reemplaza en el puesto los fines de semana y Ariel que es mecánico.
“Son riquísimas”.
“Como el trabajo aflojó en lo que hacía hace unos seis o siete meses, con mi esposa Rosana empezamos con este emprendimiento… hacemos tortillas comunes, con chicharrón, rellenas… son riquísimas. Y algunos días también ofrecemos tortas fritas”, agrega mientras convida con un trozo del producto que tiene en el chulengo.
En un pizarrón, el texto dice que son “tortillas norteñas”, pero diera la impresión que tiene más que ver con el marketing que otra cosa. Y se ríe José Luis cuando se le comenta.
Clientes fijos.
La verdad, al probar la tortilla que hace Llancamil dan ganas de volver por más. Y por eso dice el hombre al final, alardeando un poquito: “Es lo que le pasa a mucha gente que las come por primera vez. Vuelven y casi se puede decir que se transforman en clientes fijos”.
Cabe señalar que en diversos puntos de la ciudad hay otros vendedores en las calles, algunos ofreciendo pan casero en los semáforos, otros instalándose en una vereda con una mesita para ofrecer tortas y facturas. Una manera de aportar algún dinero a la escuálida economía familiar. ¿Una forma de rebuscársela en tiempos difíciles? Todo indica que sí, que es gente que sale a pelearla en medio de la crisis, apelando a la imaginación y a la voluntad para no entregarse en tiempos complicados.
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