“Vine al curso, aprendí y después me hice la casa”
El pasado viernes fueron 402 los certificados entregados por el Centro Provincial de Formación Profesional Nº 3, que funciona en el edificio de la antigua Escuela Fábrica, sobre calle Oliver. Una muy buena parte de la matrícula que inició los cursos.
Quienes se forman allí lo ven como “una oportunidad” que les permite adquirir habilidades y pueden ayudar a conseguir un empleo. Son 22 centros en La Pampa financiados por el Gobierno provincial.
El proyecto tuvo gran acogida y hombres, mujeres, jóvenes y adolescentes se inscriben para cursar y aprender en la Formación Profesional que se brindan en distintas modalidades.
Se trata de capacitación gratuita en oficios y habilidades laborales, y se pueden aprender trabajos como el de gasista domiciliario, soldadura, informática y mantenimiento eléctrico, con certificaciones oficiales para mejorar la inserción laboral.
“Yo hice acá el curso para hacerme la casita. Me enteré por LA ARENA justamente de los talleres que daban y me animé, vine al taller de construcción, aprendí y pude levantar mi casa”, le dijo espontáneamente Milton Fernández al cronista que hablaba con el instructor del CPFP Nº 3, Hernán Buri, acerca de las posibilidades que brinda la capacitación.
El fotógrafo sorprendió a su compañero cronista que estaba conversando con Buri. “Sí, fue así. Creo que era en 2011 cuando me enteré por el diario de los talleres. Un día me crucé con Juan Gatica, quien había sido mi compañero en el secundario, y supe que era el profe. Así que empecé, y venía todos los días después de las 20 a aprender”, recordó.
“Veía que amigos de mi generación se hacían sus casitas, con esfuerzo pero avanzaban. Pero cuando gestionamos el Procrear con mi compañera no nos lo dieron porque teníamos una casa de barrio en el 5.000, que nos costaba muchísimo pagar porque nos tocaban todos los períodos complejos desde lo económico”, agregó.
Como su vivienda del 5.000 tampoco cotizaba para un crédito en el banco, “sinceramente nos entró como una desesperación de no podernos hacer la vivienda soñada. Porque si bien teníamos la casita de barrio que era nuestro orgullo, aspirábamos a construirnos la nuestra”.
“Mi casa”.
Milton había cursado el secundario en la EPET, y siempre tuvo el concepto que esa institución tiene respecto de “sembrar esa semillita que te da la idea que podés hacerlo todo. Porque ahí uno aprende un poco de albañilería, de fundición, de tornería, de electricidad... Pero no imaginaba que podía encarar la construcción de mi casa”.
En un momento se decidió a hacer el curso y se dijo: “La voy a hacer yo”.
“Sabía un poquito, me había comprado un libro muy conocido de arquitectura y construcción, y estaba muy entusiasmado”, relató.
Después de terminar el curso se dio que su compañera ‘Majo’ –por ser docente- pudo acceder a un crédito del ISS. Eran montos chicos, y los íbamos renovando, en tanto comprábamos los materiales. Lo necesario para una construcción clásica, básica. Hacer los cimientos, llegar a la capa hiladora, un metro de pared, después llegar al encadenado, y cuando se llega al encadenado viene el levantamiento de pared hasta ahí”, detalló. En ese momento decidió pagarle a un amigo para que lo ayudara, contrató un maestro mayor de obra, un albañil oficial y se pusieron a trabajar.
Hacer la losa.
“Agachaba la cabeza y le metía... En el trabajo en LA ARENA pedía vacaciones, o francos adelantados. Trabajábamos mucho, y cuando levantaba la mirada veía que habíamos avanzado muchísimo; así que cuando llegamos al techo Juan Gatica, que fue mi maestro, me ayudó a hacer el replanteo. Siempre pagando la jornada, porque le servía a él y a mí, claro”.Y llegó el momento de hacer la losa, “que es un riesgo enorme”. “En ese momento un oficial albañil que estaba hablado para hacerla le dice que tiene un problema y no podía”. Por eso Milton decidió que lo haría con sus amigos y un peón más que contrató. “Hicimos la losa completa y para mí fue algo extraordinario, porque hacer una losa es una cosa increíble, con todo el riesgo que eso significa”.
La cuestión es que a partir del curso que hizo en el Centro de Formación Profesional llegó el momento que tenía su casa construida. “Un compañero de trabajo, Omar Guillén, me dio una mano para hacer la parte eléctrica; y también debo mencionar a Pablo Videla y Javier Espinosa. Después vendimos la casita de barrio y pudimos hacer los pisos y toda la terminación. ¡Sí, estos cursos son fantásticos!”, agregó Milton.
Gran satisfacción.
Hoy recuerda con satisfacción el momento en que el entonces intendente, Francisco Torroba, le hizo un comentario: “Él andaba con un grupo de gente haciendo campaña, y en un momento me saluda y me dice: ‘Sé que vivís por aquí, y también que levantaste la casa con tus propias manos. Te felicito…’. Confieso que se me soltó alguna lágrima, porque uno no anda por ahí contando eso; y además creo que hay mucha más gente que hizo algo parecido... Pero sí me parece que es para destacar lo de los Centros de Formación Profesional, porque están buenísimos”, concluyó.
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