Martes 10 de junio 2025

"Nunca podré olvidarme de Auschwitz"

Redacción 22/04/2010 - 02.02.hs

(Eduardo Castex) - En un acontecimiento histórico, llegó a La Pampa Eugenia "Genia" Rotsztejn de Unger, quien sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y pasó varios años de su vida en un campo de concentración en Varsovia, bajo el dominio nazi.
Según se infirmó, hoy brindará una charla en la sala "Ana Caula" de la Escuela 44 José Benjamín Zubiaur, de Eduardo Castex. Las autoridades de la Escuela para Adultos 3 además programaron, para mañana, una disertación con los alumnos de los establecimientos educativos castenses.
Leonardo Aicardi, director de la Escuela 3, anticipó: "Rotsztejn, en estas charlas, narra pormenores de sus vivencias en uno de los hechos mas trágicos que se recuerden en nuestra historia. Su niñez y adolescencia las pasó en un campo de concentración, donde soportó las mayores aberraciones que puede afrontar una persona. Esto nos ayuda a reflexionar sobre lo que significo el nazismo", dijo.
El entrevistado destaco que estas charlas con distintas personalidades es parte de un trabajo escolar que brega por insertar la institución educativa en la sociedad castense. Anteriormente pasaron Juan Namuncurá y Moira Millan, entre otros. Ahora, el arribo de Eugenia "Genia" Rotsztein despertó sumo interés. "Luchamos por democratizar la escuela y sus contenidos, por eso trabajamos de esta forma. Es una institución que trabaja no solo para los alumnos, sino para toda la comunidad", dijo Aicardi.

 

Una triste historia.
Eugenia Rotsztein tiene mas de 80 años. Nació en la ciudad polaca de Varsovia. A los 13 años la llegada de los nazis terminó con la normalidad de su familia. En 1940, Eugenia y su familia se vieron obligados, como todos los judíos, a desplazarse al gueto de Varsovia. "Teníamos que agarrar sólo una bolsa y llevar algunas cosas y yo agarré mis muñecas. Mi mamá me dijo que lleve alguna ropa y yo le decía que la día siguiente íbamos a volver. Pero nunca lo hicimos. En aquel entonces era una niña", recordó en una entrevista reciente.
Así fue una eterna sobreviviente. Su adolescencia transcurrió Varsovia. Se vivían los últimos días de la llamada "Solución Final". De los cuatro hermanos, dos habían desaparecido, Renia y David, posiblemente asesinados en la lucha diaria por la supervivencia en el ghetto o quizás habían sido deportados a los campos de la muerte.
Dentro del ghetto, las matanzas eran habituales, lo que convertía los días en una agonía. Era la miseria humana. A cada persona se le daba una ración de 150 calorías diarias. La gente se moría en las calles, había montañas de muertos y cada vez más enfermos de fiebre tifoidea.
Durante el levantamiento, los que no formaban parte de la resistencia, como Eugenia y sus padres, no entendían lo que sucedía. Durante el día se escondían en los bunkers y salían de noche. Muchos se presentaron ante los nazis, porque les ofrecían un kilo de pan o de mermelada. La gente estaba muy hambrienta. "Después nos dimos cuenta que de ahí iban a la muerte, que los llevaban a las cámaras de gas", recordó recientemente.

 

Tatuaje.
Auschwitz es un capítulo aparte para ella. Su brazo izquierdo tiene un sello, el número 48914, legado de esos días. "Nunca podré olvidarme de Auschwitz, tengo todo grabado, nos dejaron marcas, no solamente en los brazos, sino también en todo el cuerpo y en el corazón, señales que nunca se pueden cicatrizar", reitera frecuentemente.
Cuando terminó la guerra, intentó volver a Polonia a buscar a su familia. También pasó por un campo de refugiados donde durmió tres años en el suelo. Finalmente, quiso viajar a Israel y el mandato británico no le permitió la entrada. Intentó irse a Estados Unidos, tenía los permisos pero no la dejaron. Incluso, se le ocurrió volver a Auschwitz, sentía que allí estaba su lugar, era algo innato.
Finalmente, llegó a Argentina de forma ilegal, con su pequeño hijo. Antes estuvo en Brasil y Paraguay. Lo recuerda como uno de los días más largos de su vida: una hora esperando en la frontera que zarpera el barco "Asunción". Llegó a las 4 de la madrugada, sin dinero ni valijas. Más tarde llegó su marido, David Unger, uno de los combatientes del levantamiento: ése fue otro comienzo.

 


'
'