La angustia y la creación
Viernes 23 de febrero 2024

La angustia y la creación

Redacción Avances 01/08/2021 - 12.45.hs

En este artículo, dialogamos con Gabriela Villalonga (directora y co-autora) y Maximiliano Sarramone (actor) con motivo del reciente estreno de la obra “Deviniendo Tato” en Buenos Aires.

 

María Evangelina Vázquez *

 

Deviniendo Tato se crea a partir de textos dramáticos, artículos y anécdotas de Eduardo “Tato” Pavlovsky, actor, dramaturgo, director y psicoterapeuta. También contiene situaciones extraídas de sus sesiones donde desarrollaba el psicodrama. Éstas son evocadas y recreadas por los autores de la obra que fueron pacientes de Tato durante varios años. Deviniendo Tato es un reconocimiento, un homenaje a todo lo vivido y trabajado con Tato en sus sesiones grupales.
Los fragmentos de textos de Pavlovsky están en la pieza desterritorializados de los textos originales del autor. Es así, que ligados unos a otros, y con frases de artículos y anécdotas, resultan reterritorializados en las escenas de la obra. Se trata de un monólogo evocativo de Pavlovsky y de lo que ha representado y representa en la actualidad. El actor Maximiliano Sarramone interpreta a Tato y se multiplica en varios de los pacientes en una sesión con elementos ficcionales. El texto recoge las experiencias de Rodrigo Cárdenas y Gabriela Villalonga, dos ex pacientes del psiquiatra, y dramaturgos de esta pieza. En la angustia está la máxima capacidad creadora, sostenía el psicoterapeuta.

 

– Gabriela, ¿podrías explicar a nuestros lectores en qué consiste el psicodrama?

 

– El psicodrama es un modo de psicoterapia grupal que integra juegos dramáticos, dramatizaciones, escenas, interpretación de roles y rotación de los mismos, proyecciones en el espacio con los cuerpos, de imágenes y situaciones temidas, deseadas y evocadas por los protagonistas pacientes en las sesiones.

 

– ¿Qué significa para ustedes la figura de Tato Pavlovsky?

 

M.S.: Tato para mí es, ante todo, un actor que escribía y actuaba sus propias obras y lo hacía de una manera única. Él era un gigante en el escenario, su tamaño concreto lo ayudaba, pero lo que lo hacía gigante era cómo se vinculaba con el escenario y desde ahí con el público. Siempre lo vi completamente seguro de lo que decía y hacía. El dueño de la cancha, de la pelota y referí del partido. Como actor ver eso es inspirador.

 

G.V.: Tato Pavlovsky era un co-pensor. Él resonaba sensiblemente con la producción de los y las integrantes del grupo durante las sesiones, se involucraba desde su pensar y sentir con la intersubjetividad grupal. Tato “siguiéndonos”, como él nos decía, proponía a través de la multiplicación dramática el despliegue de múltiples líneas de fuga que abrían las situaciones dilemáticas, problematizándolas. Promovía la construcción de verdaderos colectivos de producción de sentido, grupos que contenían y sostenían. A Rodrigo Cárdenas (coautor de Deviniendo Tato) y a mí, que fuimos sus pacientes, se nos quedó internalizado como acompañante interno.

 

– Gabriela, ¿cómo fueron engarzando las vivencias como pacientes con los propios textos de Tato?

 

– Trabajamos en la dramaturgia a modo de patchwork, ligando situaciones vividas en las sesiones como pacientes con fragmentos de textos de obras, escritos teóricos y publicaciones varias de Tato. Pensamos que era la manera más cercana a lo que habíamos experimentado como pacientes, mostrarlo a Tato coordinando una sesión, integrando al terapeuta con el dramaturgo, actor y pensador. Pavlovsky habitaba las sesiones integrando todas sus áreas en el hacer terapéutico. Pensando en esto es que desterritorializamos textos de diferentes obras suyas y los reterritorializamos en una nueva obra, ligando, en el mismo procedimiento, los fragmentos de relatos publicados y recuerdos nuestros de sus intervenciones y propuestas para dramatizar.

 

– ¿Cómo has experimentado, Maximiliano, el desafío desde lo actoral, de interpretar a Tato y a sus pacientes?

 

– Una oportunidad hermosa, de las que te llegan pocas como actor. Que un trabajo “te exprima” de esta manera todo lo que aprendiste más lo que tenés que aprender es un privilegio. Cada personaje de la obra es un mundo para mí y me seduce en cada función habitarlos, contarlos, juntarlos en este ecosistema que es el escenario de la obra y el “consultorio” de Tato. Actuar en esta obra es un lujo. Soy feliz y agradecido de poder dármelo.

 

– ¿Cómo se representa la interacción grupal contando con un solo actor?

 

– Como actor, componiendo muchos personajes, por momentos casi en simultáneo

 

GV: La interacción grupal en este unipersonal, se puede actuar a partir de un exhaustivo trabajo corporal de Maxi Sarramone, quien se desplaza plásticamente de un lugar a otro del espacio escénico: el consultorio. Encarna los diferentes personajes que dialogan entre sí y dramatizan, incluyendo al terapeuta. El entrenamiento corporal a cargo de Silvia Spinelli y la disponibilidad y potencia actoral de Maxi, allanaron el camino del trabajo físico minucioso. La síntesis expresiva fue preponderante, logrando que en el cuerpo del actor cada personaje tenga su voz, sus propios movimientos y modos de accionar particulares, al punto de poder diferenciarse y distinguirse en la interacción.

 

– ¿En qué consiste la multiplicación dramática y qué rol juega en esta obra?

 

G.V.: La multiplicación dramática es un dispositivo creado por Pavlovsky, Kesselman y Frilevsky. En esta técnica, el desplazamiento del/a protagonista en relación con su propia escena es fundamental. Se aparta del centro de su escena. Y esa escena inicial es tomada por cada integrante del grupo que, según sus resonancias, la transforma en el escenario creando una nueva. Es así que “la escena inicial se desdibuja, pierde su silueta subjetizada” nos dice Tato. Esta transformación se multiplica tantas veces como pacientes abordan el escenario, “en un calidoscopio de velocidades y ritmos diferentes” en palabras de Pavlovsky. De este modo, surgían diferentes modos de sentir y pensar esa escena inicial, desde él o la protagonista: era algo así como verse y escucharse desde otras y otros, desde cada uno de los integrantes del grupo que habían multiplicado a partir de la escena explicitada. Entonces, lo que inicialmente se vivía como dilema, una encerrona binaria de captura, surgía abriéndose en una multiplicidad de versiones del grupo en estado creativo. Unas nuevas “dramaturgias” para la escena inicial, con múltiples opciones para ser pensada y, hasta resuelta.
En nuestra obra, la multiplicación dramática es la línea que le va dando sentido a las acciones. Es un sentido que surge de lo lúdico de las propuestas del terapeuta y las respuestas físicas de los pacientes.

 

– ¿La angustia se plantea como fuente de creatividad?

 

G.V.: La angustia está en la vecindad de nuestra potencia creativa: “Al lado del gran encierro, mi máxima capacidad de libertad. ¡Ahí! Tocándose con la angustia está mi máxima capacidad creadora” dice Tato en su libro Reflexiones sobre el proceso creador.

 

– ¿Cuál es el rol terapéutico de lo grupal?

 

G.V.: El grupo como dispositivo terapéutico tiene el valor del colectivo para la producción de sentido. La grupalidad actúa como sostén y la potencia del grupo internalizada suele ser soporte del psiquismo de sus integrantes. Así, lo siniestro puede patetizarse ante las múltiples miradas en la intersubjetividad grupal y, como el sufrimiento que se comparte se mitiga, es más fácil descapturarse del miedo y la parálisis, al menos esa fue mi experiencia.

 

– ¿Cómo se resignifican los textos de Pavlovsky en el contexto contemporáneo?

 

G.V.: Los textos de Tato se resignifican porque adquieren renovada vigencia. Resonando en conflictos sociales que atraviesan comunidades, instituciones, grupos y sujetos. Él decía que le interesaba lo que se llama micropolítica, “esas experiencias humanas y colectivas que resisten y florecen por los bordes”. Para las y los que participamos de colectivos artísticos, terapéuticos, militantes, participantes en luchas sociales, el pensamiento y la obra de Tato, creo que nos expresa.
En nuestra obra hay varios textos de Pavlovsky escritos en diferentes décadas que elegimos integrar en la dramaturgia por su tremenda actualidad. En las sesiones era habitual que trabajáramos situaciones de abuso de poder, crueldad institucional, situaciones laborales dilemáticas y de captura. Lo mencionaba a Fernando Ulloa como uno de sus referentes, y nos traía su concepto de “encerrona trágica”. Nos proponía “fugarse y crear al mismo tiempo”. Entendíamos que se podía inventar en la vida.
En la década del 90, Cárdenas y yo éramos pacientes de Pavlovsky en grupos diferentes. En ese momento los grupos estaban totalmente atravesados por políticas que nos impactaban brutalmente en lo laboral y en lo identitario. Creo que estar en un grupo terapéutico coordinado por Tato me instrumentó conceptualmente para vivir en una sociedad, la nuestra, en la que coexisten concepciones de estado tan opuestas.
Pensando en nuestro actual momento social, el atravesamiento trágico que es la pandemia, recuerdo algo que Tato dijo en su libro Reflexiones sobre el proceso creador respecto de los grupos terapéuticos: “algo de todo esto, lo grupal, será la terapia del futuro”. Pienso en la salida colectiva desde este referente, desde este terapeuta artista.

 

La obra puede verse en Teatro Nün, Juan Ramírez de Velasco 419, Buenos Aires. Domingos 18 horas.

 

  • Colaboradora
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