El pampeano de a caballo
Sabado 24 de febrero 2024

El pampeano de a caballo

Redacción Avances 08/08/2021 - 14.00.hs

La historia del Regimiento de Granaderos a Caballo cuenta con pocos pampeanos en su lista. Uno de ellos fue Facundo Porcel, nacido en 1932 en Santa Rosa. En sus propias palabras, conoceremos cómo fue su experiencia al lado de Juan Domingo Perón.

 

Juan Aldo Umazano *

 

El Regimiento de granaderos a caballo fue creado por el General San Martín en 1812. Este Regimiento recibe su bautismo de fuego en San Lorenzo. En 1818. Son Curapaligüe, Gavilán, Sitio de Talcahuano, y Maipú, victorias que, al considerar la libertad de Chile y dejar expedito el camino al Perú, habla elocuentemente del valor de los granaderos.
Dos años más tarde extiende en Perú su acción liberadora. Parte por mar en 1820, interviniendo en Nazca y Paso; dos escuadrones al mando del coronel Alvarado, mientras otro comandado por Lavalle, se bate heroicamente en Río Bamba.
Pichincha, Junín y Chacabuco son los últimos hitos de gloria de los granaderos en tierras peruanas, siendo el broche de oro con que cierran su gigantesca campaña. En 1826, terminada la guerra, se disuelve el regimiento, y de sus primitivos granaderos, de aquellos muchachos sanos y fuertes que hacían instrucción militar con San Martín, sólo siete regresan a Buenos Aires. Vienen al mando del coronel Bogado, héroe de Ayacucho. El Regimiento tiene entonces catorce años de edad.
Cuando fue Ministro de guerra el general Ricchieri, el regimiento de Granaderos a Caballo es reorganizado por medio del decreto inserto Nº 118 del Boletín militar.

 

Granadero pampeano.
En Argentina son muchas las generaciones que no cumplieron con el servicio militar obligatorio porque fue abolido en 1994. Cuando se hacía la “colimba” se aprendía a defender a la patria. Son pocos los pampeanos que fueron granaderos. Entre ellos está Facundo Porcel a quien entrevistamos hace apenas unos días.

 

  • ¿Cuándo naciste?

“El 27 de noviembre de 1932 en la calle España 355 de Santa Rosa. Antes, la casa estaba al fondo del terreno, después construimos algunas piezas al frente. Todavía está. Hice el servicio militar en el 53. Un año antes que el granadero Mocca. Es decir, cuando yo salía Mocca entraba. Debí presentarme en 13 de Caballería, en Toay. Me preguntaron si quería ir a Junín de los Andes o a Capital Federal para ser Granadero.
¿Usted es peronista? – Sí, señor. ¿Le gustaría ser granadero? – Sí, señor.
Fui guardia de honor del General Perón y seleccionado como custodia cuando él viajó a Santiago del Estero. El viaje fue en colectivo, por supuesto no llevábamos los caballos. Allá en Santiago le abríamos paso. Detrás del todo venía la policía de Santiago. En la custodia todos éramos importantes. Después, cuando estuvo en el palco, desfilábamos y lo saludábamos. Tengo muchas fotos, mirá”.
Y me trae una carpeta que tiene en el medio de la tapa el Escudo que dice “Ejército Argentino. Regimiento Granaderos a Caballo ‘General José de San Martín’ Clase 1932”. En la contratapa, está la lista de capitanes, tenientes y subtenientes que en ese momento integraban el Cuerpo con la firma de todos ellos.

 

– ¿Lo veías seguido al General?

 

– Cuando estaba de guardia, pasaba a mi lado.

 

Porcel se pone de pie y uno se da cuenta que ha sido un hombre alto, espigado. Debe haber andado por el metro noventa. La sinceridad le rebalsa. Me hace mirar la pared donde hay estacionada una bicicleta que tiene cien años, arriba, en esa pared, cuelgan muchas fotos. Entre tantas, la más grande y enmarcada, está dedicada por Perón y dice “Al soldado conscripto clase 1.932, Facundo Porcel, con gran afecto. Buenos Aires, 16 de marzo de 1954”. Y firmada por el mismo general. Me cuenta la historia de otras fotos. Después me invita nuevamente a sentarme, va a la pieza y viene con varias carpetas.
“Acá hay más”, dice. En algunas, aparece Porcel vestido de fajina, en posición de descanso y con el sable. En otra, vestido de gala; un plano pecho con la firmeza que debe tener un granadero. Varias muestran lugares donde el escuadrón practicaba para el desfile. Lo hacían vestido de fajina. A medida que doy vuelta las hojas y me cuenta los detalles, nace en Porcel el Orgullo de haber sido Granadero.

 

– ¿Cómo obtuviste tantas fotos?

 

– Había un fotógrafo, vos le pedías, él te la sacaba y te la descontaban del sueldo que cobraba el soldado todos los meses.

 

Abre otra carpeta y comienza a girar las hojas. Si anotara lo que me cuenta de cada una de ellas, haría un libro. Pregunto por una donde está cepillando un caballo.

 

– De qué color era tu caballo.

 

– Zaino oscuro. Con este caballo desfilaba. Cada uno tenía su caballo a cargo. Debíamos cuidarlo. La noche anterior le preparábamos la cebada y el pan de pasto de alfalfa.

 

– ¿El fardo?

 

– Claro; el fardo tiene capas, que le dicen panes. Cuando había que desfilar, el caballo debía estar limpito, impecable. El día anterior le pintábamos los vasos de negro o con aceite quemado. Le trenzábamos las crines y al otro día las destrenzábamos, quedaban onduladas. Así estuvo el día que juramos la bandera y dejamos de ser recluta.

 

– Con Perón, ¿hablaste alguna vez?

 

“Sí. Cuando estaba de guardia en la calle Rivadavia, me golpeó el pecho al pasar y me dijo: ‘¿Cómo anda granadero?’. ‘Bien, mi General’, contesté mientras lo saludaba con el sable. Nosotros solo podíamos contestar si él nos hablaba. Esa vez debí contestar. Me parece mentira que haya vivido ese momento.
Me eligieron Dragoneante, y antes de la baja, llené un formulario como cabo de reserva”.
Me llega el orgullo con que lo dice.
“Cuando vine a visitar a mi familia, al único que le permitieron traer la ropa de gala fue a mí. Bueno, traje las dos, la verde, que usábamos todos los días, incluso con ella salíamos de franco y debíamos regresar antes de las tres de la mañana.

 

– ¿Había otros pampeanos?

 

– Que yo recuerde, Constantino José María. Otro de apellido Folguera, cuyo padre tenía un negocio al lado del Mercado Municipal.

 

– Cuando terminaste de hacer el servicio militar, ¿dónde trabajaste?

 

– Entré en SAPSA, lo que después se convirtió en APA. Trabajé desde 1955 a 1992. Tenía 60 años, al año siguiente llevaron la edad de jubilación a los 65. Me salvé de cinco. (reímos) ¡Bah, a mí nunca me costó trabajar!
Mirá. –Abre otro álbum más pequeño– Esas son fotos de cuando construimos la Escuela Hogar.
Porcel está en todas. Me llama la atención una que está arriba de una especie de torre.

 

– ¿Y ésta?

 

– Cuando armábamos el encofrado para almacenar agua. La altura le daba presión para que llegara a todo el edificio.

 

– ¿Qué edad tenías?

 

– 18 años. Fue antes de hacer el Servicio Militar.

 

Yo sigo anotando. “¿Vos escribís?”, me pregunta. “Sí, de cuando en cuando escribo algo”.
El silencio se hace largo. “Yo fui a la escuela con el poeta Bustriazo Ortíz”, “¡No me digas!”. –“Eso es tema para otra nota”, comento.
Debo quitarme la ropa de Granadero con que su relato me fue vistiendo, y decirle que en cualquier momento este reportaje sale en Caldenia, del diario La Arena.
Me mira contento y sorprendido.

 

  • Colaborador. Actor, director, dramaturgo y titiritero.
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