Jueves 05 de junio 2025

La salud como ariete que abate murallas

Redacción 31/03/2010 - 01.31.hs

SEÑOR DIRECTOR:
Obama pudo, al fin, presentar una ley de salud, prometida en el programa que lo llevó a la Casa Blanca.
Todavía deberá enfrentar la resistencia de numerosos reductos del sistema que comienza a ser reemplazado, pero el grado de aceptación de la ley está aumentado y ya hay, en la opinión, una mayoría positiva.
El sociólogo Boaventura Sousa Santos, brasileño, que vive en Estados Unidos parte del año y que es el presidente de la Sociedad del Derecho en su país, ha señalado que Estados Unidos es el único país del mundo desarrollado en el que la salud funcionaba hasta ahora como una mercancía a cargo del mercado privado. También apunta que los ciudadanos de esa nación gastan dos veces más en salud que los de cualquier otro país desarrollado.
La ley promulgada se basa en la idea de que en un país poderoso y rico no puede haber grupos desprotegidos; que los sistemas públicos y privados existentes han incurrido con frecuencia en abusos; que la ampliación de la protección no es universal y que a partir de ahora habrá un sistema mixto, público y privado y que los beneficiarios del Medicai serán quienes ganan menos de 29.300 dólares al año. Los de la franja que gana entre 29.300 y 82.200 dólares al año podrán ser ayudados a pagar su seguro médico (que es obligatorio para todos los no alcanzados por la nueva ley) y que los empleadores que pagan menos de 29.300 dólares anuales a sus empleados, deberán contribuir al seguro médico público con un aporte de dos mil dólares por año y por empleado. Con la nueva ley se entiende que el 95 por ciento de la población estará cubierto.
La ley de salud fue objetivo de otros presidentes, desde el pasado siglo, pero hasta ahora no fue posible romper la resistencia de intereses coaligados con una filosofía social que considera que la intervención del Estado, ya como regulador, ya como prestador, es un riesgo para la concepción de la democracia liberal. Los británicos, que participan en gran número de la concepción liberal, transformaron hace ya varias décadas su sistema de salud, pero fueron más lejos pues aseguraron su gratuidad en el sistema público. Los gobiernos conservadores han retocado algunos aspectos de esta legislación (impuesta por los laboristas), pero la nueva modalidad ha quedado establecida con firmeza.
Las batallas del Estado con las organizaciones privadas propias del capitalismo, representan uno de los rasgos significativos de la modernidad, desde que rige el sistema de estados nacionales soberanos. Cada tanto y a medida que la sociedad se hace más compleja (por el número de habitantes y por la mayor diversidad de situaciones, en especial la de los niveles socioeconómicos) se asiste a batallas como las de salud, que antes que en Estados Unidos se libraron en Gran Bretaña y en Europa Occidental, así como en gran parte de los países en desarrollo y aun en los subdesarrollados. En los siglos 19 y 20 la contienda principal giró en torno a los llamados derechos del trabajador, en busca de asegurar un salario adecuado y condiciones laborales compatibles con la salud y el bienestar individual y familiar. En el pasado siglo, terminada la II Guerra, se acentuó la contienda por los llamados derechos humanos, que ahora ya tienen consagración en convenciones internacionales y en muchas constituciones nacionales, pero que alcanzan efectividad con un ritmo mucho más pausado. Los estudiosos de la modernidad y, en particular, los que tienen la mirada puesta en el actual proceso de globalización, hacen notar en estos días que este avance debilita el poder real del Estado, porque ahora debe lidiar con poderes que no están en su jurisdicción y que son más fuertes que los que se concentran en el ámbito nacional. Se dice que vivimos ya el comienzo de una "democracia delegativa", porque los nuevos superpoderes tienden a no reconocer los límites constitucionales y legales del Estado.
Atentamente:
JOTAVE

 


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