Viernes 06 de junio 2025

Genocidio planificado

Redacción 05/06/2025 - 08.29.hs

Si algo sobresale de los horrores que dejó la Segunda Guerra Mundial (los bombardeos a Dresde, los 14 millones de civiles rusos muertos…) es la actitud de los nazis alemanes para con los negros, gitanos y, especialmente, los judíos. Muy pocas personas habrá que ignoren las espantosas imágenes de los campos de esclavitud y exterminio a quienes consideraban pertenecientes a “razas inferiores”, cuya eliminación daría lugar al imperio de los arios. O el conmovedor diario de Ana Frank, la niña holandesa de origen judío que vivió escondida durante años hasta que, descubierta por las tropas nazis, fue llevada a un campo de concentración, donde murió.

 

Semejantes espantos parecen no haber dejado lección alguna en el pueblo hebreo –mejor dicho: en su actual dirección política— que avanza sobre los palestinos en general con una intención que más que vinculada a conflictos aparece como una venganza contra un pueblo de origen árabe, poblador de larga data de una tierra sobre la que han vivido ambas poblaciones. Pese a los esfuerzos de los Estados Unidos y una parte de la prensa occidental, ya resulta imposible no aceptar el calificativo que se aplica al proceder de la nación judía sobre sus vecinos: genocidio, genocidio intencionado y que hasta parecería planificado, aún por encima de buena parte de la opinión pública judía, que rechaza esa política.

 

A la cada vez más crecida opinión pública internacional sobre esa actitud y los consecuentes hechos negativos, se ha sumado recientemente el espantoso testimonio de un médico estadounidense, voluntario en la asolada Franja de Gaza. Abrumado por su experiencia e insospechable de parcialidad dada su nacionalidad, el hombre habló ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y aseguró que durante su estadía de un mes y medio en Gaza no atendió ningún combatiente pero sí a “niños de 6 años con metralla en el corazón y balas en el cerebro y mujeres embarazadas con la pelvis destrozada y el feto cortado en dos en el útero”. Es más: dijo haber sido “testigo de la destrucción deliberada de la asistencia sanitaria (…) y de la eliminación de un pueblo”.

 

Este indudable testimonio corrobora los ya denunciados ataques por parte de bombardeos israelíes a escuelas y hospitales. En uno de ellos casi la mitad de los muertos eran niños, a muchos de los cuales –espanto supremo— sus padres solamente pudieron reconocer por la ropa. Algunos de los propios infantes sobrevivientes llegaban a preguntarse “¿por qué no morí con mi familia?”. Con los relevamientos satelitales a gran escala y la precisión de los misiles sería ingenuo pensar en errores de esos ataques.

 

Ante semejantes hechos se impone preguntar si las actuales autoridades israelíes –esas que no reconocen fronteras de su país, promoviendo el Gran Israel— no advierten la siembra de odio que están haciendo. ¿Carecen de la perspectiva histórica de lo transitorio de los auges militares? Y, quizás por sobre todas las cosas ¿tampoco advierten lo cerca que están de llevar al planeta a una guerra total, con el consiguiente fin de la humanidad, dado que tanto ellos como sus aliados y enemigos cuentan con el poder del fuego atómico?

 

En forma evidente, la comunidad internacional va restando apoyo al sionismo judío que, simultáneamente, ignora los reclamos de paz desde su mismo interior. Ante tal situación, la diplomacia argentina, un país donde conviven en paz ambas culturas, no ha dicho ni una palabra.

 

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