Sabado 14 de junio 2025

Una raya oscilante que genera debate

Redacción 30/05/2008 - 02.00.hs

SEÑOR DIRECTOR:
La drogadicción ha dejado de ser, en apenas unos años, la referencia a sucesos distantes de nuestro suelo. Vivimos hasta entonces con la tonta idea de que apenas si éramos lugar de paso en el recorrido de esas sustancias desde sus lugares de producción (Bolivia y Perú) y Europa.
Entre otros despertares con sobresalto hemos tenido el de descubrir que una parte considerable de adolescentes y jóvenes argentinos se ha convertido en consumidora y muchos han caído en adicciones de las que es difícil salir y de las que se vuelve, cuando se vuelve, más cambiado que el bacán de tango al retornar a la "casita de los viejos" al cabo de sus "locuras juveniles". En tiempos más románticos que éstos que nos han tocado solíamos escuchar, también, que la pobreza será penosa pero al menos está a salvo de ese tipo de "locuras". Lo que se ve y se va sabiendo, es que la droga desconoce los niveles de ingresos y educativos, al tiempo que más de un pobre diablo se convierte en traficante y, por lo general, le toca el destino del "perejil", el que cae preso, en tanto que los que se enriquecen con la droga raramente son descubiertos y mostrados.
La sala I de la cámara de Casación de La Plata acaba de absolver a un jovencito que fue sorprendido con medio gramo de marihuana. Esta decisión judicial supone declarar inconstitucional la norma legal que sanciona esa situación. La otra sala de ese tribunal, la II, en 2007, se pronunció en sentido contrario. Ahora deberá realizarse un plenario en esa Casación para acordar un criterio común. Este es el hecho que instala el debate en términos de urgencia. Se sabe que el gobierno nacional está dando los toques finales a un proyecto de ley que enviará al congreso para que se instituya la despenalización y se tiene entendido que la mayoría de los ministros de la Suprema Corte de Justicia comparte este criterio. El Inadi (Instituto Nacional contra la Discriminación) ha pedido despenalizar. Queda por ver si la nueva norma se aplicará solamente a la marihuana.
Hace unos años, en esta columna, comenté el tema de las drogas heroicas. Al enfocarlo a partir de tomar nota del narcotráfico, de la existencia de organizaciones muy poderosas e influyentes que se dedican a ese tráfico o negocio, recordé el antecedente de la ley seca en la depresión de Estados Unidos. La prohibición del alcohol generó un tráfico equivalente, al que pronto se asociaron las grandes organizaciones delictivas. La ley seca fue derogada y el alcohol retornó a ser una mercadería corriente. Al no generar enormes ganancias en corto tiempo, dejó de interesar a la mafia. El alcohol hizo lo suyo en la salud de los bebedores y acentuó el problema social para la atención de los más afectados. Con todo, se entiende que la situación mejoró con respecto a la ley seca. Este antecedente llevaba a preguntarse si no sucedería lo mismo con la despenalización de las drogas. Desaparecerían las grandes organizaciones criminales y suprimiríamos una de las causas que estimulan la corrupción de gobernantes y representantes del pueblo. Esta idea tiene muchos partidarios en nuestros días y puede creerse que si no son más ni logran predominar es porque el daño de la cocaína, la heroína y otros estimulantes es más severo y más inmediato que el generado por el alcoholismo. Por eso oscila la línea entre lo prohibido y lo admitido. En medio de este problema tan gravitante, algunas drogas aparecen pidiendo ser sacadas de la lista maldita. Tal es el caso de la marihuana, cuyos usos medicinales la recomiendan como mínima excepción. En el fondo de la cuestión está el tema de la libertad personal, el albedrío para optar, en lucha con el interés de una sociedad a la que el avance de la droga y de las adicciones no sólo preocupa, sino que también empobrece porque obliga a desviar recursos y energías para combatir el narcotráfico y hacer frente a los penosos efectos de la adicción.
Atentamente:
JOTAVE

 


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