Lunes 21 de julio 2025

Brédice deja como herencia una iglesia muy conservadora

Redacción 09/06/2008 - 02.02.hs

La denuncia contra los sacerdotes españoles del instituto secular Servi Trinitatis que llegó a la justicia destapó mucho más que los manejos poco claros entre las filas de la iglesia católica por parte de algunos miembros. La justicia debe ahora tratar de determinar hasta dónde llega el límite de lo que se entiende por vivir la espiritualidad dentro la iglesia en tiempos borrascosos para las creencias, y hasta dónde algunos métodos se pueden considerar delitos tipificados como abuso y sometimiento, hechos que habrían sufrido las personas que adhirieron a esta secta.
Los de Servi Trinitatis son parte de los sacerdotes que el obispo Rinaldo Fidel Brédice incorporó a la iglesia católica pampeana en los años '90. En tiempos de crisis para las vocaciones sacerdotales, muchos curas -franciscanos, palotinos, salesianos- dejaron la provincia y a muchas parroquias sin responsable, convocados por sus órdenes que los necesitaban en otros lugares.
Brédice recibió a los sectores que se ofrecieron a venir y acrecentó, según un analista de esa iglesia crítico a la conducción institucional del obispo, con la introducción de estos grupos y sacerdotes, el sesgo conservador en la curia pampeana. Algunos de sus representantes forman parte de los Consultores del obispado entre los que figuran los miembros de la Servis Trinitatis, el "capuchino recoleto" José Miguel Padilla y Carlos Cipolla, y ayudan a tomar las decisiones con respecto a la diócesis.

 

El brazo de la derecha.
Entre los que llegaron en los '90 están los responsables de la Servi Trinitatis, parte de una agrupación cuya característica central, según sus fundadores, es la de "vivir y encarnar el Evangelio en su máxima radicalidad". Lo que los llevó a convertirse en una secta en sus manejos internos y externos. Los dos sacerdotes que llegaron desde España alcanzaron altos cargos dentro de la diócesis: uno es vicario general -el segundo detrás de Brédice- y otros párroco de la catedral.
Otra asociación a la que abrió las puertas de su diócesis fue la orden de los tradicionalistas frailes capuchinos recoletos, dirigidos por José Miguel Padilla. Este último es un sacerdote reaccionario que en San Luis, de donde procede, respaldó como representante castrense el levantamiento de la facción carapintada del Ejército de 1987 contra el presidente Raúl Alfonsín, dato confirmado por dirigentes de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos de esa provincia. En los '90 recaló en General San Martín y en Jacinto Arauz y ahora tiene su base en Intendente Alvear y otros pueblos del norte de la provincia.
Esa fundación no tiene ningún vínculo jurídico con la orden de los franciscanos capuchinos, si bien usufructúa su vestimenta, y no es una orden religiosa -como los benedictinos o franciscanos- ni una congregación -como los salesianos-, sino un "instituto de vida religiosa" que se denomina "Fraternidad de Belén". Una asociación de derecho diocesano porque fue reconocida por el obispo y responde a éste, pero que sólo tiene autorización en La Pampa ya que no está bajo derecho pontificio y no depende del Vaticano. Los "capuchinos recoletos" tratan de retomar las costumbres y tradiciones externas anteriores al Concilio Vaticano II -una bisagra de modernidad en las prácticas de la Iglesia- y se someten ciegamente a su superior.
Padilla no es el único sacerdote que adscribe a una tendencia ideológica de derecha. Uno de los curas párrocos del norte de la provincia tiene estrechos vínculos con sectores filonazis de la Ciudad de Buenos Aires.
La línea conservadora se observa también en el cura de Trenel, Cristóbal Kletkiewicz, que niega cualquier espíritu crítico a sus fieles y utiliza en su vocabulario palabras como "herejía" para aquellos que publicaron el caso del instituto Servi Trinitatis.
El respaldo del obispo Brédice a esta línea conservadora llevó al cuestionamiento de los sacerdotes salesianos de General Pico por grupos vinculados con el Opus Dei en esa ciudad durante el año 2007, quejas que llegaron al Vaticano.

 

La otra versión.
Frente a esta línea conservadora subsiste un grupo de sacerdotes católicos con un compromiso social con la realidad que pudo resistir los embates. Casos de ese progresismo son Pablo Bustos en General Pico y Ricardo Ermesino en Santa Rosa, apenas dos ejemplos, que cuentan con un respaldo social que no permitiría la interrupción de su tarea, comentan fuentes católicas críticas a Brédice.
Sin embargo, en otros casos, algunos hombres de la Iglesia no tuvieron la misma suerte frente al obispo y a quienes lo rodean. Los más extremistas hablan de una "depuración de los indeseados". Al menos hubo un caso en que un cura fue trasladado a un pueblo alejado de la capital provincial y que tuvo que seguir su camino dentro de la Iglesia en otra diócesis; otro se tuvo que marchar a Europa; y al menos a dos se los trasladó a la ciudad de Buenos Aires. Algunos de estos están esperando la inminente designación del nuevo obispo para volver a la provincia a seguir con su tarea pastoral.
Mientras tanto, varios fieles han hecho llegar sus diferencias con algunos miembros de la curia. Estas manifestaciones fueron desoídas por Brédice -una mujer de Toay afirmó que le informó al obispo sobre los manejos de la Servi Trinitatis y desde Jacinto Arauz fueron varias las notas elevadas contra los capuchinos recoletos-. El jefe de la iglesia pampeana se ha escudado en la justificación de que "si no están ellos, no hay otros que quieran venir".
En enero pasado, Brédice renunció por cuestiones de edad a su cargo al frente del obispado. La diócesis está a la espera del nombramiento de su sucesor que tendría que ser designado en estos meses. Según fuentes católicas, el escándalo generado por Servi Trinitatis puede llegar a influir en esta decisión que debe tomar la cúpula de la Iglesia.
NORBERTO G. ASQUINI

 


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