Domingo 22 de junio 2025

No toda mesa servida es un convite amable

Redacción 21/09/2008 - 06.54.hs

Winifreda es una localidad que merece atención por una cantidad de motivos. En primer lugar, están los merecimientos de una población laboriosa, tanto rural como urbana. El campo de ese ejido ha cambiado, como en todas partes, pero el arraigo, la relación raigal con la tierra, parece tener más fuerza allí desde los tiempos del trabajo personal, las chatas rusas, los buenos trigos, la sabrosa chacina... Estas tradiciones ya han generado expresiones literarias valiosas.
La noticia que llega en estos días hace saber que hay quien o quienes cultivan la práctica de maleficios, palabra cuyo sólo nombre produce un temblor hasta en las personas más avisadas. Lo que se informa es que en un camino vecinal fue vista una mesa servida y que en ella también ardía una vela. Acudió la policía, comprobó la veracidad del aviso recibido, quitó la mesa y apagó la vela. Alguien razonó que esta vela pudo iniciar un incendio de pastizales. Otro alguien arriesgó entonces que puede haberse tratado de un maleficio y que se habría intentado perjudicar a algún morador de predios vecinos.

 

Maleficio y magia negra
El responsable de esta columna entendió que debía consultar la bibliografía (tan abundante) relacionada con lo que llaman maleficio. Por no tener un teólogo a mano, acudió a Internet, donde los hay que prestan gentilmente sus servicios. O se puede acudir a expertos, como Pablo Capanna ("La tentación de la magia"), un colaborador frecuente de las secciones científicas de algunos medios, entre ellos P/12 (antes se lo leyó en Criterio, El Péndulo, Minotauro y otras revistas). Todos sus libros están siendo reeditados. Capanna nació en Florencia, Italia, en 1939, y vive en la Argentina desde que tenía 10 años de edad.
El maléfico que andaría por Winifreda o que habría pasado por allí o que fue contratado por alguien de esos lares para que ejercitara sus poderes (hay sicarios de la magia negra), puede ser un experto en cuentos del tío o tener fama de capaz de hacer mal a quien quiera sin necesidad de tener contacto directo. Los maleficios conocidos (la lista se halla en constante expansión) son procedimientos "mágicos" que permiten que la víctima comience a padecer males (o los sufra porque afectan a personas de su afecto) que pueden llegar al extremo de matarlo, pero que con mucha frecuencia lo tienen inquieto, sin sosiego. Pierde su aplomo habitual y realmente se asusta de bultos y sombras que se menean. Una mesa servida con vela encendida puede indicar el comienzo de un maleficio por autosugestión: el destinatario se pone alerta, descarga adrenalina, altera su ritmo cardíaco, sufre gastritis, insomnios, ansiedad... Hasta que alguien le dice: -Che. ¿No te habrán embrujado?
Si llega a admitir la posibilidad, otro alguien puede recomendarle que acuda a un exorcista o a gente de New Age o similares. Éstos últimos acudirán presto, confirmarán el maleficio y dirán que tienen la manera de conjurarlo, aunque llevará tiempo y costará dinero. A partir de ahí el hombre puede quedar a merced de estos personajes. Ha habido quienes perdieron toda su fortuna y sus bienes.

 

Los sicarios más temibles
Puede que alguien sea objeto del odio de un prójimo por alguna razón real o presunta: que le haya quitado algo que pretendía, que le estorbe para ascender o mejorar, que tenga la prienda que le sorbe el seso...
Para odiar al prójimo no se necesita que éste se ocupe de uno. "Nadie sabe en qué rincón /se oculta el que es su enemigo", prevenía Martín Fierro. Tampoco sabemos si tenemos un enemigo y con frecuencia el enemigo es alguien que no conocemos o que, si es de nuestra relación, lo consideramos insospechable.
Los peores son los sicarios del maleficio, los que aceptan dar muerte a la persona odiada, cuidándose de que no parezca un homicidio sino un accidente o un desenlace de procesos naturales. A veces les basta impregnar con veneno un objeto que llegará a las manos de la víctima y le producirá trastornos de fatal desenlace. La tradición quiere que los Borgia fueran maestros en estos quehaceres. Ahora tratan de reivindicar a Lucrecia, pero en aquellos tiempos hacer que el que molestaba por alguna razón desapareciese para siempre era tan corriente que lo primero que se buscaba era el maleficio y sólo después se admitía el desenlace por razones naturales.
JOTAVE

 


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